TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

martes, 2 de febrero de 2010

Capítulo 4

*Vuelta a Octubre*
¿Me echaría Aarón de menos? ¿Se enfadaría al ver que no iba? ¿Se iría con otra? Sólo de pensarlo me dolía el corazón. Aarón… La persona que más me había apreciado y querido en toda mi vida, el motivo por el que me levantaba cada mañana y soportaba cualquier cosa porque sabía que todo ese esfuerzo me sería recompensado en vacaciones, al estar con él, al besarle.

Ya no lloraba la ausencia de mi padre. Todo lo que había pasado en mi corta vida me había hecho madurar deprisa. Ya no necesitaba a nadie, pero aún pasaba el tiempo con Adela, para agradecerle toda su ayuda. Con ella había aprendido a vivir, por ella sabía cocinar y planchar, por ella podría seguir cuando su vida se apagara y yo volviera a estar sola. Siempre estaría sola.

Pasó el tiempo y mi cuerpo era de mujer, supongo que por eso todos los chicos de mi instituto se me insinuaban. Pero yo les ignoraba, sólo pensaba en Aarón, en acariciar su pelo, cada vez más largo, tocar su piel, siempre caliente y besar sus labios. No me le conseguía sacar de la cabeza. Cumplí los diecisiete y seguía sin amigos. Sólo tenía a Adela, que ya estaba muy mayor y caía enferma con facilidad.

Superada toda mi tristeza me había convertido en una buena alumna. Aguantaba en el instituto, atendía y en casa hacía la tarea que nos mandaban. No me importaban los estudios, pero necesitaba estar ocupada para no ponerme a pensar en mis problemas. No era feliz, pero mi vida no era tan horrible como lo había sido en aquella época que poco a poco estaba olvidando.
Acabé mi último curso y decidí tomarme un tiempo de descanso; no me apetecía ponerme a trabajar tan pronto.

El verano se me pasó enseguida.
Llegó septiembre y Adela cayó enferma, esa vez parecía más grave. Como no tenía familia era yo quien cuidaba de ella.
El día antes de mi décimo-octavo cumpleaños, Adela murió. Sabía que alguna vez ocurriría, pero el mundo se me cayó encima.
Celebré mi mayoría de edad en su funeral. No había mucha gente: un par de vecinos y algún que otro curioso que pasaba por allí. El funeral hacía tiempo que estaba pagado, tal vez sabía que le quedaba poco tiempo.
Adela era una mujer muy humilde que escondía un secreto: tenía una gran fortuna, por lo que organizar su entierro le costó poco comparado con todo lo que tenía, que ahora era mío. Era la persona más cercana a ella y me lo había dejado todo, por lo que podría vivir sin preocuparme del dinero el resto de mi vida, y no hacía falta que trabajase.
Mientras veía cómo metían el ataúd bajo tierra tomé la segunda decisión más importante de mi vida. Ya no me quedaba nada para permanecer en Sevilla, mi casa me traía malos recuerdos y echaba de menos a mi hermana y, sobre todo, a Aarón. Volví a casa, cogí todas mis cosas y me marché.
Llegué a Madrid por la noche y dormí en un hotel. Al día siguiente me puse a buscar un piso. Encontré uno en el que vivían dos chicas que buscaban compañera y me aceptaron enseguida. Pronto nos hicimos muy amigas. Les conté a Ana y a Sara, que así se llamaban, toda mi historia, pero no les hablé de Aarón, sólo de un chico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario