TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

lunes, 20 de diciembre de 2010

ÚLTIMO CAPÍTULO (56)

*VERÓNICA*

La boda se había celebrado con muy poca gente, pero con muchos adornos y mucha elegancia, pues la novia quería una ceremonia por todo lo alto.

Eché en falta a mi hermana, pero no mencioné su nombre. En realidad me alegraba de no verla allí. Supuse que no la habrían llamado, o que, si lo habían hecho, se había negado a asistir. Yo debería haber hecho lo mismo.

Pasada una semana de mi llegada a Barcelona, dos días después de la boda, recibí una llamada de mi madre. Me dijo que había decidido seguir el ejemplo de mi padre, y que se iba a casar con su novio. Me alegré por ella, pero esa alegría duró poco, pues me dijo que su futuro esposo no quería que yo volviera, y que debía quedarme a vivir con mi padre. Supliqué, pero no sirvió de nada. Ya lo habían planeado antes montarme yo en el avión, por esa razón la madre de Anabel me había dicho que viviríamos juntas…

No volvería a ver a Aarón, ni a mis amigas, no podría volver a reírme con Lydia, ni hacer nuevos planes contra mi hermana… Parecía un castigo por cómo me había portado.

Sólo me quedaba soportarlo, no tenía otra opción…


*NATALIA*

Nada más llegar a casa había pasado por mi habitación para comenzar a llevar a cabo lo que se me había ocurrido por el camino de vuelta.

El siguiente paso fue reunir a mis amigas, a Jonathan y a Eduardo en el salón para hablar con ellos. Aunque ya conocían la mayoría de las situaciones por las que había pasado, se lo conté todo. Les hablé de las últimas conversaciones que había tenido con Marcos y Aarón y vi la tristeza y la preocupación en sus rostros, pero no me derrumbé, tenía nuevas fuerzas.

Había tomado una decisión y no había vuelta atrás. Sentí que siempre me había guiado por decisiones repentinas, como la de no volver a Madrid en vacaciones o la de irme a vivir allí, y pocas veces había salido bien, pero esa vez era definitivo, no iba a cambiar de opinión.

Contemplé a mis dos compañeras de piso. Les estaba muy agradecida por haberme acogido y haberme tratado con tanto cariño enseguida, además habían conseguido que me sintiera mejor después de la muerte de Adela. Habíamos pasado muchos momentos juntas en pocos meses y era como si las conociera de toda la vida. Jamás tendría unas amigas como ellas, no me sentiría así nunca más.

Después miré a los dos chicos, recordando únicamente los buenos momentos que habíamos pasado juntos en los últimos meses y dejando atrás el rencor. Les había conocido tal y como eran, y les había cogido mucho cariño. Recordamos divertidos la época en la que nos odiábamos mutuamente y aseguramos que aquello había quedado en el pasado, aquellos sentimientos habían muerto.

Le dije a cada uno de ellos lo que significaban para mí y ellos me correspondieron con palabras de afecto y gestos de amistad. Cuando terminamos de hablar me abrazaron uno a uno y después todos a la vez, formando una verdadera piña entre todos. Fue el momento en el que más se sintió nuestra amistad, el grupo que habíamos ido formando con el tiempo y la paciencia.

Tras las despedidas pasé de nuevo por mi habitación y salí del piso. Media hora después el taxi en el que iba montada llegó a su destino. Era mi última parada en aquella ciudad antes de alcanzar mi verdadero objetivo. Cogí todas mis cosas y entré en aquel edificio. Poco después sentí que me movía… Mis raíces me reclamaban, nunca debí abandonarlas…

Mi historia comenzó en Sevilla y en Sevilla debía terminar…

sábado, 18 de diciembre de 2010

Capítulo 55

*AARÓN*

Había estado paseando cerca del parque y había visto a Natalia, por lo que había entrado a hablar con ella, lo que llevaba deseando hacer más de una semana. Me había acercado y sentado junto a ella.

- No tienes muy buen aspecto… -susurró.
- Tú tampoco.

Su rostro mostraba verdadera tristeza y sus ojos estaban hinchados y rojos. Estaba claro que había llorado. Además, tenía unas enormes ojeras y estaba más pálida de lo normal. Quise consolarla, pero no pude, no encontré las fuerzas necesarias para hacerlo. Estaba muy dolido con ella.

- Natalia, he estado pensando y…
- ¿Y?
- … ha pasado mucho tiempo desde que estuvimos juntos y han ocurrido muchas cosas desde tu regreso. Algunas buenas, cierto, pero la mayoría malas. No tuvimos un buen reencuentro…

Mi voz iba perdiendo fuerza según iba hablando, pero quería terminar de decirle todo lo que llevaba días pensando.

- Me es imposible olvidar todo lo que hemos pasado juntos, -confesé –pero tampoco puedo olvidar el daño que nos hemos hecho. Creí que podríamos volver a intentarlo, pero seguiste junto a Marcos y perdí la poca esperanza que me quedaba. Lo siento, Natalia, es demasiado tarde…


*NATALIA*

Le escuché en silencio mientras observaba la hierba bajo mis pies. Cuando pronunció la última palabra no se oyó ni un solo sonido más. No me atreví a mirarle, no quería que me viese llorar, lo que estaba a punto de ocurrir, pero sentí que acercaba una mano hacia mi rostro, aunque esa mano no llegó a tocarme.

- Es mejor que todo siga como estaba… -dijo.

Se levantó del banco y volvió a hacer intención de acariciarme, de consolarme tal vez, pero no lo hizo. Oí sus pisadas entrando en el camino de tierra y alejarse de mí.

Me quedé sentada, empapando la hierba con nuevas lágrimas y sintiéndome peor a cada instante que pasaba.

Los había tenido a los dos, me habían entregado su cariño y yo los había apartado de mí. Ellos me habían librado de la soledad en varias ocasiones, pero la volvía a tener tras de mí, persiguiéndome.

Unos minutos después me levanté y volví a casa.



ESTE ES EL PENÚLTIMO CAPÍTULO. YA SÓLO QUEDA UNO

martes, 7 de diciembre de 2010

Capítulo 54

*VERÓNICA*

Había discutido durante dos días con mi madre sobre la boda de mi padre. Me negaba a ir pero, antes de que me hubiese dado cuenta, me encontraba en un avión volando hacia Barcelona.

Salimos de Madrid antes de las cuatro de la tarde, y a las cinco y media, más o menos, salía del aeropuerto al lado de mi padre. Montamos en su coche y media hora después llegamos a su casa. Cogió mi maleta, entró con ella, y yo le seguí.

Dentro se encontraba la que supuse sería su futura esposa, quien me sonrió cuando entré en el salón.

- Verónica, querida. –se acercó y me abrazó –Tenía muchas ganas de conocerte.
- Sí, yo también. –mentí medio ahogándome por la fuerza de su abrazo y me separé de ella.
- ¿Qué tal el viaje?
- Bien… Un poco aburrido, pero bien.

Se rió, aunque yo no entendí el chiste. Supuse que sólo quería quedar bien conmigo.

- Bueno, ¿y qué te parece que me case con tu padre? –preguntó todavía con su estúpida sonrisa.
- Haced lo que os dé la gana. –murmuré, para después decir más alto –Muy bien…
- Ven, quiero que conozcas a alguien.

Me agarró del brazo y subimos las escaleras. Recorrimos un largo pasillo y nos detuvimos delante de la penúltima puerta, donde llamó con los nudillos. Intentó abrir pero la puerta no se movió.

- Hija, abre, que te voy a presentar a tu futura hermanastra.
- ¿Tienes una hija? –pregunté –No sabía nada.
- Pues ya lo sabes. Espero que os llevéis bien y seáis amigas, ahora que vais a vivir juntas.

No le di verdadera importancia a sus palabras y no repliqué, pues pensé que se referiría a los siguientes días hasta la boda. Lo único que me gustaba de todo aquello era que no iría a clase durante un tiempo.

Pocos minutos después se oía la llave girar en la cerradura del interior de aquella habitación. La novia de mi padre, cuyo nombre había olvidado, entró a gran velocidad sin ni siquiera soltarme el brazo, por lo que fui arrastrada tras ella.

El dormitorio estaba a oscuras, la persiana sólo estaba abierta una pequeña rendija por la que intentaban pasar los rayos del Sol. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, observé a mi alrededor, buscando a la persona que había abierto la puerta. Lo único que conseguí ver fue un bulto encima de lo que parecía la cama. Entonces sentí que la presión de mi brazo desparecía y poco después se abría la persiana, cegándome momentáneamente.

- ¿Qué haces tú aquí? –oí que preguntaba una voz que creía conocer.

Abrí los ojos y miré de nuevo a la cama.

- ¿Anabel?
- ¿Os conocéis? –preguntó su madre.
- ¿Esta es mi futura hermanastra?
- Sí, Anabel, Verónica es la hija de Juan

Nos miró a una y a otra y se marchó, cerrando la puerta tras salir.

- ¿Mi padre se va a casar con tu madre?
- Eso parece… -contestó sin ánimos.
- Pues llevan cuatro años juntos… ¿Cómo es posible que no enteremos ahora?
- No lo sé. Vamos a ser hermanas…
- También vas a ser hermana de Natalia. –me reí.
- No sé qué es lo que te hace tanta gracia, Verónica. Prefiero mil veces ser hermana de Natalia que tuya…
- ¿Se puede saber qué te pasa? –pregunté alzando la voz.
- A mí no me hables así, y menos en mi propia casa. Demasiadas salidas de tono te he permitido ya.
- Hubieras estado sola si no hubiera sido por mí, te lo recuerdo.
- Pues debería haberme quedado sola antes que ir contigo. Me manipulaste demasiado, pero ya me he cansado.
- ¿A qué viene esto ahora?
- A que me he hartado de tus tonterías y no te voy a consentir nada. Además, voy a volver a vivir aquí, mi madre está de acuerdo.
- Bien por ti, tus amigas se quedan allí, así que estarás sola.
- Ellas no dejarán que las controles, al menos Cris y Ruth, porque lo de Lydia ya no tiene solución… Ha llegado demasiado lejos.
- Lydia es la única que sabe lo que quiere, y tiene claro quién sobra.
- Supongo que esa es tu hermana, ¿no?
- Sí, no debería haber regresado, lo único que ha hecho ha sido ponerlo todo patas arriba.

Fue a contestarme, pero entonces se oyó que me llamaba mi padre y me fui, dejándola con la palabra en la boca. Aquella conversación se había terminado, pero sólo por aquel momento, ya que pasaríamos muchos días juntas.


*NATALIA*

Pasé una semana entera sin salir de mi habitación, llorando sin parar. No podía evitar pensar en Marcos y en que lo había perdido para siempre. Sin embargo, también pensaba en Aarón, lo que hacía que llorase aún más, al recordar que, aunque nos habíamos despedido con un beso, estaba enfadado y decepcionado conmigo.

Marcos había dejado claras sus intenciones, y seguramente no le volvería a ver, pero desconocía qué ocurriría con Aarón.

Tras esa semana decidí salir de casa para respirar un poco de aire fresco. Caminé durante unos minutos y llegué al parque. Me asomé desde la entrada y me pareció ver a un chico y una chica sentados en el banco que tan bien conocía. Estaban abrazados y ella le acariciaba el pelo a él.

Parpadeé un instante y la imagen desapareció. Mi recuerdo se había esfumado. Pasé al interior y me senté. Un rato después escuché unos pasos cerca de mí. Miré y era Aarón, con una ceja tapada y un moratón bajo un ojo. Sin decir nada se sentó junto a mí.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Capítulo 53

*ANABEL*

Hacía un par de días que había recibido una llamada de mi madre, pidiéndome que fuera a Barcelona. Me había extrañado esa petición, pero había aceptado. Ella aseguraba que me llevaría una sorpresa, pero lo que no sabía era si sería agradable o no.

Cuando volví a mi piso, después de visitar a Natalia, metí algo de ropa en una pequeña maleta, ya que no sabía cuánto tiempo tendría que quedarme. Cogí mi coche y puse rumbo al noreste. Probablemente nadie me echaría de menos, pues en el supermercado me habían despedido y del restaurante me había marchado yo.

En el camino hice varias paradas para descansar, tomar el aire y comer algo. Era de noche cuando alcancé mi destino: mi casa. Nada más entrar me tumbé en mi antigua cama, sin ni siquiera cambiarme de ropa.

A la mañana siguiente contemplé con atención la habitación y descubrí que no había cambiado nada en el tiempo que había estado en Madrid, todo seguía como lo recordaba y parecía que había sido limpiada para mi regreso. Aquel gesto por parte de mi madre hizo que volviera a sentirme en casa.

Salí del cuarto y encontré en el salón, frente a la televisión, a Juan, quien me miró y me saludó con una cabezada justo antes de volver a centrarse en el aparato.

Busqué a mi madre pero no estaba en casa.


*MARCOS*

Después de mi paseo por la ciudad, había llegado a casa y me había encerrado en mi dormitorio.

Ya era por la mañana cuando volví a salir, arrastrando conmigo varias horas de insomnio. Ni siquiera me molesté en saludar a mis amigos, sino que salí directamente, movido por la fuerza de mi necesidad de hablar con Natalia.

Nada más llamar me abrió ella misma. Parecía que me esperaba, y seguramente fuera así. Pasamos a su habitación y se sentó en una silla que había junto al escritorio en el que solía leer. Yo, sin embargo, me quedé de pie.

- Sabía que vendrías…
- Pero no querías que lo hiciera, ¿verdad?
- Al contrario, cuanto antes mejor, ¿no?
- Supongo que eso quiere decir que sabes lo que me han dicho.
- No lo sabía exactamente, -reconoció –pero suponía que Verónica no se iba a callar. Se lo contó a Lydia, ¿no?
- Sí, y ella no tardó nada en buscarme…

Me callé y la miré. Ella no había levantado la vista de la alfombra y hablaba cada vez más bajo. Se la veía muy frágil y mi enfado se estaba suavizando, pero me di cuenta de que probablemente era eso lo que pretendía, dar lástima.

- Fui a visitar a Aarón ayer, nada más enterarme.

Levantó rápidamente la mirada con sorpresa. Estaba claro que temía por lo que le pudiera haber pasado.

- ¿Tan malo crees que soy? Tu mirada lo ha dicho todo…
- No creo que fueras a contarle un chiste.
- No, y tampoco vengo a contarte ninguno a ti.
- Marcos…
- No, déjame hablar a mí. –respiré hondo –Te quiero, ¿sabes? Me di cuenta tarde, pero es así. Creí que había conseguido que Aarón formase parte de tu pasado, pensé que estábamos suficientemente bien como para que no pensases en él… Y más sabiendo las veces que te ha gritado y te ha fallado en los pocos meses que han pasado. No me esperaba esto.
- Lo siento. Lo he intentado, pero son muchos años de conocer a Aarón y pasar el máximo tiempo posible con él, no puedo olvidar aquellos momentos tan fácilmente. Fui sincera contigo desde el principio.
- Ya lo sé. Sé lo que sentíais y que aún lo recordáis y lo sentís… Pero creí que antes de engañarme me dejarías para irte con él.
- Fue de repente, todo ocurrió muy rápido…
- ¿Y por qué no me dijiste nada cuando vine a verte? Te liaste también conmigo en vez de decírmelo, y además me contaste una mentira tras otra.
- Ya lo sé, pero…
- Natalia, ¿me quieres?

Me miró con ojos llorosos y asintió.

- Pero también le quieres a él… -volvió a asentir.
- Lo siento. –susurró.
- Más lo siento yo. Era imposible que esto funcionase. Te deseo lo mejor, Natalia, pero no quiero volver a saber nada ni de ti ni de Aarón nunca más, podríamos acabar muy mal. Es mejor así.

Sus ojos estaban tan llenos de lágrimas que éstas comenzaron a caer por su rostro, perdiéndose en su boca y su cuello.

Me giré y salí de la habitación sin mirar ni una sola vez atrás. Caminé hacia la puerta de salida sin detenerme, ya que, si lo hacía, seguramente me arrepentiría de mis últimas palabras hacia Natalia.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Capítulo 52

*VERÓNICA*

Lydia me había llamado para contarme que Marcos conocía la nueva información y yo me había entusiasmado más que si me hubiera tocado la lotería. Me contó con todo detalle su reacción y me alegré. No tenía ninguna razón para querer que Marcos lo pasara mal, pero probablemente pronto acabaría la relación entre mi hermana y él, y ella volvería a estar mal, que era lo que más me importaba.

A las dos y media volví al instituto, pues me había dejado las cosas allí, ya que tenía intención de volver, aunque no lo había hecho por ir a hablar con mis amigas. Lo recogí todo y puse rumbo hacia mi casa.

Entré y mi madre estaba hablando por teléfono. Dejé la mochila en el salón y, cuando volví a la cocina, ya había colgado.

- Era tu padre.
- Pues vale… ¿Y qué quería? –pregunté sin mucho interés.
- Se va a casar con la mujer esa con la que vive.
- Me alegro mucho, -mentí – que sean muy felices.
- Quiere que vayas a la boda.

Me giré y la miré.

- Lo siento, pero no.


*SARA*

Comimos Eduardo, Ana y yo solos, aunque Jonathan estaba con nosotros, pero él había comido antes. Nos contó lo que había ocurrido y todos nos sorprendimos, no nos lo podíamos creer.

Cuando salíamos del restaurante, a Jony le sonó el móvil. Cruzó unas pocas palabras con quien le había llamado y colgó, guardando silencio.

- Era Aarón. –dijo.
- ¿Y qué quería? –preguntó Eduardo.
- Marcos ha ido a su casa y le ha partido la cara, casi literalmente.
- ¿Le ha pegado? –pregunté y asintió.
- Pues si ya ha ido a casa de Aarón debe faltar poco para que vaya a ver a Natalia… -intervino Ana.
- Si no ha ido ya… -concluí.


*MARCOS*

Tras salir de casa de Aarón, cogí el coche y comencé a dar vueltas sin destino fijo. Lo único que quería era dejar de pensar y dejar de torturarme.

No podía creer que Natalia me hubiera engañado, jamás hubiera creído posible que ella fuera así. Pero había ocurrido. Lo había hecho y yo no tenía claro qué debía hacer. ¿Perdonarla? ¿Dejarla?

En ese momento lo único que sabía era que debía hablar con ella, aunque desconocía cómo podía acabar aquella conversación. Probablemente no muy bien…

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Capítulo 51

*NATALIA*

Tras pensar durante mucho tiempo, finalmente me vestí. Estaba a punto de marcharme, con la intención de que el aire me despejara un poco, cuando llamaron al timbre.

Abrí sin descolgar el telefonillo, pero me asomé a la mirilla para ver quién subía las escaleras. Antes de abrir la puerta del piso, lo medité unos instantes, pero decidí dejarle pasar, pues suponía que tenciones no eran malas

- Hola Natalia.
- Hola. Pasa.

Entré en el comedor y ella me siguió.

- ¿Te encuentras bien? –me preguntó al ver mi expresión.
- No mucho, la verdad. ¿A qué se debe esta… visita?
- Tu hermana sabe lo que ha pasado aquí esta mañana.

Aquello me llegó como si se tratase de un dardo que se me hubiera clavado. Me senté junto a Anabel y la miré.

- ¿Y qué es lo que quieres tú?
- Venía a contarte algo que creí que podría interesarte, pero veo que no es buen momento. –dijo levantándose.
- No, por favor, dímelo. Lo siento, es que no estoy muy bien…
- Quería advertirte sobre tu hermana, Natalia. En cuanto se ha enterado de lo que has hecho ha ido a contármelo.
- ¿A ti? Pero…
- De eso quería hablarte. Tu hermana y yo somos… amigas, por así decirlo. Al menos lo éramos. Cuando vine a vivir a Madrid ella me aceptó enseguida, y después hizo lo mismo con mis amigas.

Recordé en ese momento lo que había hablado con Lydia unos días antes de Navidad.

**

- Eres una de las amigas de Anabel…
- ¿Sólo de Anabel?

**

Todo encajaba… Anabel, Lydia, Ruth y Cristina eran amigas de Verónica.

- Me contó que estaba loca por un chico que no le hacía caso porque era el novio de su hermana y me pidió que me acercara a él. Cuando se enteró de que no ibas a volver vio su oportunidad, pero tuve que ser yo quien se debía ligar a ese chico, pues a ella la seguía ignorando. –continuó.
- Aarón, ¿no?
- Sí, Aarón. Lo que Verónica quería era que, si no podía estar ella con Aarón, tú tampoco debías estar con él. Prácticamente estaba a sus órdenes y movía mis hilos a su antojo.
- ¿Y tú se lo permitías?
- Me robó a mis amigas y no quería quedarme sola. –se ruborizó –No debí consentírselo… Yo no quería a Aarón, pero ella prefería que estuviera conmigo antes de que estuviera contigo… Hoy se creía que yo seguía con él, por eso ha ido a contármelo enseguida, y no me extrañaría que ahora se lo estuviera contando a alguien más… Por ejemplo, a Lydia.
- ¿A Lydia? Ella se lo contará a Marcos…
- Siento decírtelo así, pero tú te lo has buscado. Al hacer lo que has hecho te arriesgabas a perder a Marcos.
- Y a Aarón…

Me sonrió.

- No creo. Puede que Aarón esté enfadado contigo, es normal, porque creía que tenía nuevas posibilidades contigo y luego ha visto lo que ha visto y… Pero lleva años enamorado de ti, eso no lo va a cambiar nada ni nadie.
- ¿Y crees que Marcos no me quiere? –pregunté con tristeza –Porque parece que piensas que es más fácil que pierda a Marcos que a Aarón, como si mi novio no me quisiera…
- Claro que te quiere, pero no es lo mismo. Creciste junto a Aarón y siempre os habéis querido, aunque tardaseis en daros cuenta. Yo llegué más tarde, y he oído distintas versiones, pero todas coinciden en ello. Nadie puede hacer nada al respecto.
- Pero Marcos es mi novio…
- Sí, un novio que empezó a hablarte hace unos pocos meses, pero siempre te había despreciado incluso sin conocerte. No niego que te quiera, pero si se entera de lo de esta mañana no va a reaccionar como Aarón. Además, él sabe mejor que nadie lo que hay entre Aarón y tú y lo va a tener que asumir pronto.
- ¿Por qué me dices todo esto? ¿Desde cuándo te importa lo que me pase a mí? No es que no te agradezca tus palabras, pero me resulta raro.

Se giró hacia mí y me miró fijamente. Su sonrisa se había ampliado. Era una sonrisa cálida y amistosa. Realmente Anabel era muy guapa, aunque yo nunca lo hubiera querido ver por su relación con Aarón.

- No tengo nada contra ti, Natalia. Además, me he cansado de las tonterías de tu hermana, ahora voy a hacer lo que yo quiera.
- Eso es lo que deberías haber hecho desde el principio…
- Eso pienso yo. –miró la hora –Me marcho, tengo cosas que hacer.

Nos despedimos y se fue. Ya no me apetecía salir a dar una vuelta, lo único que quería era reflexionar sobre lo que habíamos hablado. Seguramente Anabel tenía razón. Marcos era muy diferente a Aarón, era imposible que reaccionase igual. Nuestra relación se terminaría en cuanto él se enterase de todo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Capítulo 50

*LYDIA*

Tras pasar por la librería y hablar con Eduardo y Sara para preguntarles dónde solía comer Marcos, me encaminé hacia allí. Era un restaurante que se encontraba a un par de calles de donde ellos trabajaban, por lo que no tardé ni cinco minutos.

Antes de entrar miré por el amplio cristal de la puerta del local, y le vi al fondo, riéndose con Jonathan. Entré y paré junto a ellos, que dejaron de hablar y me miraron.

- ¿Qué haces aquí?
- ¿Puedo sentarme?

Marcos iba a decir algo, pero Jonathan se lo impidió con un gesto y adelantándose a sus palabras.

- Claro, mujer, siéntate. ¿Quieres algo?
- No, gracias, sólo he venido a contarle una cosa a Marcos…
- Habla rápido y vete pronto. –replicó el aludido.
- He recibido la visita de Verónica y me ha contado que te ha visto salir del piso de Natalia y, un rato después, a Aarón. Por lo visto estaba con él cuando llegaste tú. –dije sin dar rodeos.

Ni siquiera Jonathan, la persona más alegre que conocía, dijo nada. Los dos continuaban mirándome como si esperaran algo de mí, pero yo sabía que no eran necesarias más palabras en aquel momento.

La reacción de Marcos no me sorprendió, en realidad me lo esperaba. Se levantó de la silla y salió enseguida del restaurante, con una cara que no expresaba ningún sentimiento agradable.

Jonathan le siguió con la mirada hasta que desapareció.

- ¿Por qué lo has hecho?
- Ya sabes lo que dicen, Jony, en el amor y en la guerra todo vale.
- ¿En este caso de qué se trata?
- Un poco de las dos cosas. –me reí.


*ANA*

Salí de la guardería a la hora de comer y con intención de ir a buscar a Sara y Eduardo para reunirnos con Marcos y Jonathan en el restaurante. Iba caminando por la calle cuando este último me paró.

- Se ha montado una buena… -me dijo.
- ¿Qué ha pasado?
- En resumen, Natalia se ha acostado con Aarón, luego con Marcos, Verónica se ha enterado, se lo ha dicho a Lydia y ella no ha tardado nada en buscar a Marcos para contárselo.
- ¿Y Marcos dónde está?
- Pues no lo sé. Se fue muy enfadado del restaurante y no sé dónde ha ido. Hay dos opciones…
- A por Aarón o a por Natalia… -susurré.
- Exacto.


*AARÓN*

Habían pasado unos quince minutos y aún seguía en el mismo lugar, en la misma posición y sintiéndome de igual manera. No podía creerme lo que había ocurrido, aquello no podía ser real…

Conseguí fijar la mirada tras pasar un rato con ella perdida, mirando a la nada. No tenía claro qué hora era exactamente, pero el timbre sonó. Apenas me había dado cuenta de ello y ya se había abierto la puerta, por lo que supuse que mi madre habría llegado, aunque no me había enterado de cuándo.

Sentí que alguien entraba en el salón y levanté la cabeza. Era Marcos y venía hacia mí con cara de pocos amigos.

- No me apetece hablar con nadie, y menos contigo.
- Pues a mí sí me apetece hablar.

Me agarró de la camiseta y me levantó del sofá. En cualquier otro momento me habría defendido de buena gana, pero aún estaba en estado de “shock”. Tampoco pude devolverle el puñetazo que me volvió a sentar.

- ¿No tienes nada que decirme, Aarón?
- No soy yo quien te ha puesto los cuernos.
- Entonces lo admites, ¿no?
- ¿Acaso lo dudabas? Si tuvieras alguna duda habrías preguntado primero en vez de atacarme.
- Bueno, de todas maneras te debía un puñetazo…
- ¿Y todo esto por qué me lo cuentas a mí? Creo que tu mayor problema es que tu novia te ha engañado conmigo, vete a hablar con ella.
- Métete en tus asuntos, Aarón. Natalia volvió por ti y tú la rechazaste, así que ahora no vengas cambiando de opinión.

Antes de que me pudiese dar cuenta recibí otro puñetazo, más fuerte que el anterior, y Marcos se marchó.

El portazo hizo que mi madre apareciese en el salón y me viera tirado en el sofá con la cara llena de sangre, la mayoría proveniente de una ceja partida, además de la que me salía de la nariz. Además sentía hinchados el pómulo y el párpado que habían recibido los golpes. Entre la sensación que me invadía desde la marcha de Anabel y la pérdida de sangre que me había ocasionado Marcos me sentía totalmente desorientado y no me enteré de que mi madre había parado la hemorragia y me había tapado la herida de la ceja.

domingo, 1 de agosto de 2010

Capítulo 49

*MARCOS*

A la una y media acabamos de trabajar, si se le podía llamar así a lo que habíamos hecho en toda la mañana, y nos fuimos a comer.

No dejaba de pensar en mi encuentro con mi novia, pero tampoco me quitaba de la cabeza lo que había visto junto a su cama, pues no terminaba de creerme la historia que me había contado, pero debía confiar en ella, aunque la había visto muy nerviosa…

Por otra parte, al principio ni siquiera me quería dejar entrar en su piso y parecía estar contando una mentira tras otra. ¿Me estaría ocultando algo? Nunca había desconfiado de nadie, y menos de ella, pero algo en mi interior me decía que las cosas no iban tan bien como yo creía, al menos como quería creer…

*AARÓN*

No tenía ni una mínima idea de qué era lo que quería decirme la que hasta hacía poco era mi novia, pero debía ser algo grave, pues le estaba costando empezar a hablar y cada vez estaba más nerviosa.

- Anabel, tranquila. Dime lo que sea, no puede ser tan malo, ¿no?

Clavó sus ojos azules en los míos y supe que me equivocaba. Era peor de lo que me imaginaba. Le rodeé los hombros con un brazo y con la otra mano giré su rostro hacia el mío, pues volvía a mirar hacia el suelo.

- Cuéntame qué te preocupa, no tengas miedo…
- Cierto, es algo que me preocupa, pero es porque he hecho algo muy malo. Y lo que temo no es contarlo, sino tu reacción. Me odiarás.

Esperé en silencio a que comenzara.

- Fue hace unos meses. Habías salido con tus amigos al parque y yo quedé con Fran en su casa…
- Ya me habías contado lo de Fran, no sé qué problema hay ahora. –dije cada vez más desconcertado.
- Simplemente te estoy intentando poner en situación, lo que quiero contarte es mucho peor.

Volvió a callar unos segundos antes de continuar hablando.

- Salí del piso de Fran y cogí mi coche. Según iba conduciendo iba en mi mundo sin enterarme muy bien de por dónde iba y cuando me fijé e intenté frenar…

Rompió a llorar y mi brazo se soltó de sus hombros y cayó casi sin vida. Ya no era dueño de mi cuerpo, no había ninguna reacción en mí. Estaba paralizado sin saber qué hacer o decir. Anabel no había terminado de contar la historia, pero no era necesario, parecía que estaba en aquella carretera de nuevo y veía el coche acercándose a mí. Sí, conocía ese coche, había montado varias veces en él, incluso lo había conducido en alguna ocasión.

Recordé el fuerte golpe que me dejó inconsciente como si lo estuviera recibiendo en ese momento. Todo era tan claro… Horas en coma, días y días de dolor, el cuerpo cubierto de heridas, una pierna escayolada, pérdida de bastante sangre… Todo me lo había provocado Anabel, y lo pero era que, tras dejarme tumbado sobre el frío asfalto, se había ido…

- No podía quedarme. –dijo, aún llorando – Tus amigos sabrían de dónde salía, seguro, y… -me miró – Lo siento, Aarón.

Mi cuerpo seguía totalmente inmóvil, mi mirada se perdía en la nada, lo veía todo borroso y la voz de Anabel llegaba distorsionada a mis oídos.

No sabría decir de dónde saqué las fuerzas para, sin mirarla, poder hablar.

- Márchate.

Mi voz fue un simple susurro que pronto se perdió y volvió a reinar el silencio. Anabel me miró y algo que vio en mi rostro hizo que no dijera nada y se marchara.

martes, 1 de junio de 2010

Capítulo 48

*ANABEL*

Sólo había llamado una vez antes de que Aarón abriese. Cuando le vi ante mí supe por qué no me había costado nada fingir que le quería. Rodeándole la cintura tenía una toalla que le tapaba hasta las rodillas, el resto del cuerpo quedaba a la vista, mostrando su figura atlética bajo su melena mojada.

- Eh… Hola Aarón…
- ¿Vas a pasar o quieres que me congele? –levantó una ceja mirándome divertido.
- Sí, claro.

Pasé al amplio salón mientras él se vestía en su dormitorio. Volvió enseguida vestido con una camiseta y unos vaqueros que no le quedaban nada mal. Se sentó junto a mí y me sonrió.

- Bueno, ¿y a qué has venido?
- Me he enterado de lo que ha pasado entre Natalia y tú. –le guiñé un ojo.
- ¿Cómo? No creo que te lo haya contado ella… Y somos los únicos que lo sabemos. Bueno, según parece no.

Fui consciente de que me había equivocado, no debería haber dicho nada. En realidad yo no debería saber aquello.

- Me lo ha dicho Verónica… -susurré avergonzada- Ha visto salir a Marcos del piso de su hermana y poco después a ti…
- Pues Verónica puede hacer un mal uso de esa información.
- ¿No te gustaría que Marcos se enterase y dejara a Natalia? Podríais estar juntos.

Me miró fijamente y me di cuenta de que estaba pensando en mis palabras.

- Natalia quiere a Marcos, no hay que ser muy listo para darse cuenta de ello.
- Mucho no le querrá si se ha liado contigo. Aarón, también te quiere a ti, siempre ha sido así, el tiempo no ha podido contra eso.
- Pero cuando yo la hacía daño, Marcos era quien la consolaba, quien le curaba las heridas que yo provocaba….

Permanecimos unos minutos en silencio, sin saber qué más añadir a aquella conversación. Como vi que él no tenía intención de hablar, lo hice yo.

- Aarón… En realidad venía a contarte algo…

Las dos esmeraldas de su rostro se posaron en mí con interés.

*EDUARDO*

Sara y yo llevábamos toda la mañana trabajando sin cesar. Parecía que a todo el mundo le había dado por comprar libros y material escolar aquel día. No habíamos parado de mostrar cuadernos, bajar libros de las estanterías, envolver regalos…

Llegada la una y media, la última persona que había en la librería con nosotros se marchó. Faltaba media hora para que cerráramos, pero probablemente nadie más aparecería. Nos sentamos en un par de sillas a descansar un poco.

- ¿Sabes que Aarón y Anabel ya no están juntos? –le pregunté.
- Sí, en Navidad vi a Anabel con su nuevo novio.
- Y supones lo que quiere Aarón ahora, ¿no?
- Ahora irá a por Natalia, ¿verdad? Pues ella está muy bien con Marcos, dile de mi parte que no se meta.
- Sara, ¿de verdad crees que si Aarón le dice un par de cosas a Natalia e intenta seducirla ella no va a caer?
- Sé que caería, porque sé que está loca por él, por eso quiero que no se acerque a ella. Aunque pensándolo bien…
- ¿Qué?
- Si yo fuera Aarón pasaría de ella, se lo ha buscado. Pero no sé qué es lo que siente por Marcos… Si Aarón va a por Natalia, ella le va a seguir el juego, y se va a meter en un buen lío si enreda con los dos.
- ¿Sabes lo que pienso? Que Natalia no sabe lo que quiere, y debería aclararse ya.
- Está claro que quiere a Aarón, pero con lo bien que se ha portado Marcos con ella… también le quiere a él.

Oí la puerta abrirse y miré.

- Pues me parece que alguien la va a ayudar a aclararse…

martes, 25 de mayo de 2010

Capítulo 47

*AARÓN*

Tras quince minutos conduciendo había llegado a casa. Nada más entrar mis zapatos habían volado cada uno en una dirección. Entré en mi habitación, me desvestí y me metí en la ducha. Abrí el grifo del agua fría y me puse debajo del chorro, que caía con fuerza sobre mí.

Aún podía sentir las caricias de Natalia sobre mi piel y sus labios rozando los míos… Años y años soñando con su cuerpo y al fin se había hecho realidad, pero mi felicidad se había esfumado en cuanto Marcos entró en la habitación. No me importaba haber tenido que esconderme en el armario, incluso me parecía interesante llevar lo mío con Natalia en secreto pero… Era como si siguiera contemplando aquella escena desde el interior del mueble de madera. Recordaba cada beso, cada roce… Por mi garganta surgió un grito que podía parecer incluso un rugido, de la rabia que contenía.

Seguí bajo el agua unos diez minutos más y, cuando me conseguí tranquilizar, salí. Volví a mi cuarto y me miré en el espejo de cuerpo entero que había junto a la cama. En mi cuerpo se notaba el tiempo que le había dedicado siempre al deporte, dando forma a mis músculos y fortaleciéndome. Mis nudillos estaban tirantes por la fuerza con la que cerraba los puños, y mi mandíbula los acompañaba tensándose. El pelo, mojado, volvía a caer sobre mis hombros como años atrás y se notaba que hacía unos días que no me afeitaba. Lo único que le quitaba agresividad a mi apariencia, con la toalla atada a la cintura, era la tristeza de mis ojos verdes…

*ANABEL*

Verónica se había marchado de vuelta al instituto, al menos eso me había dicho, y yo permanecía sentada en el único sillón de mi salón, sin nada interesante que hacer.

En esos momentos debería estar trabajando, pero me habían despedido, por eso había podido atender a la hermana de Natalia.

Contemplé un momento la televisión apagada y me levanté. Cogí las llaves del coche, una cazadora, el bolso y salí de casa.
Después de cinco minutos en el coche, llegué a mi objetivo.

*LYDIA*

- Verónica, ¿qué haces aquí? Creí que estarías en clase.

Me encontraba sola en casa, pues Cristina y Ruth habían ido a comprar, hasta que el timbre había sonado.

- Sí, debería estar en clase, pero no me apetecía demasiado. –se rió- ¿Puedo pasar?
- Por supuesto, pasa.

Pasamos a la cocina, donde momentos antes me encontraba haciendo la comida, y se sentó en una silla.

- Bueno, dime, ¿a qué has venido?
- Tengo algo muy interesante que contarte, Lydia.

Me giré intrigada.

- ¿De qué se trata?

Jugó con una de las naranjas del frutero que reposaba sobre la pequeña mesa de metal antes de empezar a relatarme su historia.

- Vengo de casa de mi hermana. No de su interior, sino de la acera de enfrente…
- ¿Y eso que tiene que ver conmigo?
- Pues mucho, o eso creo.

Definitivamente abandoné la cazuela en la que se estaba cociendo la comida, no sin antes apagarlo para no preparar un desastre desentendiéndome de ella. Tras esto, me senté junto a Verónica.

- ¿Por qué no me lo dices ya y te dejas de historias?
- No seas impaciente… Lo bueno se hace esperar.
- Parece que la información que posees es muy valiosa.
- ¿Quieres que Marcos vuelva aquí? Es decir, ¿junto a ti?
- Sabes que sí, Verónica.
- Está bien… Tú no quieres a Marcos, lo sé, lo único que te interesa es… pasártelo bien con él, pero la verdad es que me importa bastante poco.
- ¿Adónde quieres llegar con todo esto? Déjate de rodeos.
- Marcos está con mi hermana y sé que quieres que eso acabe. –calló un momento- Mientras paseaba cerca del piso de Natalia, he visto salir a su novio más contento que unas castañuelas…
- No creo que acabasen de ver la televisión… ¿Por qué me cuentas todo esto?
- … y momentos después salía Aarón del mismo portal.

Pasé unos minutos buscando las distintas interpretaciones que podía tener esa frase, y sólo se me ocurrió una.

- ¿Crees que…?
- Sí, creo que mi hermana estaba con Aarón divirtiéndose y después se ha divertido con su novio. Lo que no sé es dónde se habrá metido Aarón mientras tanto, porque no creo que se haya mostrado ante Marcos…
- Ya, yo pienso igual. –me reí- Gracias por contármelo, esto cambia mucho las cosas.
- De nada, para eso estamos, amiga.

Nos despedimos con dos besos y volví a quedarme sola, pero la sensación de ese momento era muy diferente a la que sentía antes de la visita de Verónica.

domingo, 23 de mayo de 2010

Capítulo 46

*NATALIA*

No sabía qué hacer. Llevaba mucho tiempo soñando con volver a besar a Aarón, con poder sentir su piel junto a la mía, quería sentir junto a él… Pero Marcos era mi novio y le quería y también le deseaba, igual que a Aarón, ¿pero más? ¿O menos?

Me senté en la cama y me sumergí en un mar de dudas y preguntas. Había pasado dos años sola, anhelando volver con Aarón, sufriendo con la distancia y el tiempo… Había regresado junto a él y me había apartado de su lado, dejándome de nuevo en manos de la soledad, de donde me había rescatado Marcos, ofreciéndose en cuerpo y alma ante mí, y yo me había dejado llevar…

No dudaba de que los quería a los dos, pero no podía tenerlo todo. Había engañado a mi novio y volvía a hacerle daño a Aarón.

*ANABEL*

Sonreía, aunque Verónica me miraba enfadada e interrogándome.

- Así que ha conseguido volver con Natalia… -comenté tras escuchar lo que me acababa de contar.
- No es que haya vuelto con ella, no creo que estén juntos. Por lo visto Aarón y mi hermana se estaban… reconciliando –dijo poniendo cierto énfasis en la última palabra- mientras Marcos trabajaba. Él habrá ido a algo al piso y… también se lo habrá pasado bien con Natalia, por lo feliz que salía luego.
- ¿Y Aarón seguía dentro? –me reí.
- Yo no sabía que Aarón estaba allí, le vi salir un rato después que Marcos, y dudo que mi “cuñado” le haya visto, estaría muy ocupado entre las sábanas con mi hermana…
- Entonces… Aarón estaría en algún sitio…
- Anabel, no creo que se hayan montado un trío… Se habrá escondido.
- ¿Y tu hermana se ha acostado con los dos en la misma mañana? –pregunté.
- A ver… yo no estaba dentro y no he hablado con ninguno de los tres, pero no hay que ser un genio para darse cuenta de ello… -hizo una pausa- ¿Y no vas a decir nada? ¡Se ha enrollado con tu novio!

Me reí más que antes.

- Aarón y yo estuvimos hablando y se lo conté todo, y le dije que lo intentara con tu hermana… Yo ahora salgo con Fran.

Me miró con sorpresa.

- ¿Se lo has contado…TODO?

Mi rostro se ensombreció.

- No… Todo no…

sábado, 22 de mayo de 2010

Capítulo 45

*VERÓNICA*

Me había fugado del instituto y estaba dando una vuelta por la zona. Entonces me di cuenta de que había llegado al barrio en el que vivía mi hermana, y de que allí se encontraba aparcado el coche de Marcos. En la acera de enfrente había otro vehículo que creía conocer, pero no sabía de qué.

Me senté en un banco que había allí y quedé oculta por ese coche que me resultaba familiar, por lo que si mi hermana se asomaba no me vería.

No llevaba mucho tiempo cuando la puerta del portal se abrió al otro lado de la calle. El novio de Natalia salió con una sonrisa de oreja a oreja y se montó en su coche negro antes de marcharse a gran velocidad.

*NATALIA*

Me había despedido ya de Marcos, a la puerta de la casa, cuando volví a mi habitación, aún sin vestir. Entré y junto a mi cama se encontraba Aarón, quien ya se había puesto la ropa y me miraba con enfado.

- Ya he visto lo bien que te lo has pasado… -miró su reloj- Las doce y media… Una mañana completa, ¿eh Natalia?
- Aarón…
- No, no te preocupes. Ya me voy acostumbrando a que todos hagan conmigo lo que quieran… No es ninguna sorpresa.
- No he podido hacer nada, ha sido él…
- Sí, claro, ya he visto lo mal que estabas, te ha obligado a desnudarle y todo.
- Es mi novio –le recordé.
- ¿Y yo qué soy?
- Tú no eres nada…

Fui consciente enseguida de que había sido muy brusca, pero en sus ojos no había nada que me indicase su estado de ánimo.

- No soy nada… Pues yo que tú revisaría el marco de la puerta, que creo que lo ha astillado con los cuernos…

Pensé que se iba a marchar enfadado y no volvería a acercarse a mí. Sin embargo, me acarició la mejilla y me besó suavemente en los labios antes de dejarme sola en mi habitación e irse.

*VERÓNICA*

Estaba a punto de levantarme del banco cuando la puerta volvió a abrirse. Fue en ese momento en el que me di cuenta de que sí conocía al dueño del coche rojo que tenía frente a mí.

Aarón no salía con la felicidad que mostraba Marcos unos minutos antes, sino que parecía algo enfadado. Por la ventana del piso más bajo vi a mi hermana asomada observando la marcha de Aarón.

Me escondí detrás de unos arbustos que había cerca del banco y oí el coche arrancar e irse. Salí de mi escondite y me fui, sin pararme siquiera a comprobar si Natalia seguía en la ventana.

Llamé a Anabel para preguntarle cuándo nos podríamos ver y me indicó que estaba en su casa en ese momento. Veinte minutos después me encontraba llamando al timbre.
Pasé al interior y empecé a hablar.

sábado, 15 de mayo de 2010

Capítulo 44

*MARCOS*

Había llamado ya unas cuantas veces al timbre. Estaba a punto de marcharme cuando la puerta se abrió ante mí, mostrando a Natalia envuelta en toallas.

- Ya creí que no estabas…
- ¿No deberías estar trabajando, Marcos?
- Te he estado llamando durante media hora y, como no me cogías el teléfono, creí que te había pasado algo.
- Estaba en la ducha, ni siquiera sabía que me habías llamado.
- No tienes el pelo mojado… Y estás sudando completamente…
- Es que estas toallas dan mucho calor. Y el pelo… me lo lavé ayer.

Hice intención de pasar y me lo impidió.

- ¿No tienes trabajo?
- Jonathan me cubrirá un rato…

Sonreí con picardía y la besé en los labios, haciendo que cediera a dejarme pasar.

- Enseguida vuelvo, me voy a vestir.

*NATALIA*

Llegué a la puerta de mi habitación seguida por Marcos, quien me cogió por la cintura y me besó el cuello.

- ¿Y no me vas a dejar acompañarte mientras te vistes? Te he visto muchas veces desnuda, y me encanta…

Mientras seguía besándome me acarició la pierna, ascendiendo poco a poco y retirándome la toalla.

- Marcos… para ya… Entra si quieres, pero estate quieto.

Entramos y eché un rápido vistazo al armario. Había una pequeña rendija abierta, pero apenas se notaba.

- ¿Y eso?

Me di la vuelta lentamente, sin saber qué me podía encontrar. Seguí la dirección de la mirada de Marcos y lo vi. En el suelo, junto a la cama, se encontraban los calzoncillos de Aarón. Los nervios se apoderaron de mí, pero supe reaccionar rápido.

- Hace un par de noches Sara estuvo aquí con alguien, no sabía que eso estaba ahí… Ya se lo diré luego.
- ¿Y por qué en tu cama?
- Es la primera habitación desde la puerta de entrada, supongo que no les apetecería ir más lejos.
- No está hecha la cama…
- Me he levantado tarde y he ido directa a la ducha.

Se sentó en la cama y me acercó a él, colocándome sobre sus piernas, cara a cara. Me besó como nunca lo había hecho y desenrolló la toalla que cubría mi cuerpo desnudo. La fuerza de su beso aumentaba a medida que mis manos desabrochaban los botones de su camisa.
Se levantó de mi cama y me tumbó boca arriba antes de terminar de desvestirse. Me besó completamente antes de que nuestros cuerpos se fundieran sobre la cama que pocos minutos antes había presenciado una escena similar con otro hombre, tan diferente y tan parecido en cuanto a provocar sensaciones en mí…

viernes, 14 de mayo de 2010

Capítulo 43

*MARCOS*

Llevaba media hora intentando hablar con mi novia, pero no cogía el teléfono. Mi desesperación iba en aumento mientras Jonathan se burlaba de mí.

- Te he dicho que estará dormida, Marcos, déjala tranquila.
- No creo que esté dormida, se suele levantar cuando Ana y Sara se marcan, estoy seguro.
- Bueno, tal vez haya decidido quedarse más tiempo en la cama. No te preocupes.
- ¿Que no me preocupe? ¿Y si le ha pasado algo?

*JONATHAN*

Y volvió a llamar una y otra vez, hasta que finalmente soltó el teléfono. Pensé que lo dejaría correr, pero me equivocaba. Se puso la cazadora y cogió las llaves del coche.

- No pienso estar aquí fingiendo que trabajo mientras estoy preocupado por mi novia.

Me reía de él únicamente por la cara que ponía, pero no porque me hiciera gracia la situación. Yo también comenzaba a darle vueltas a la cabeza. Marcos tenía razón en lo de que Natalia se solía levantar pronto, y ya eran cerca de las once. Algo no estaba bien, pero no le dije nada a mi amigo, pues ya estaba suficientemente preocupado.

- Está bien, vete. No creo que venga el jefe, pero si viene le diré que estás haciendo un encargo, o algo así.
- Gracias tío. Espero tardar poco. Sólo quiero asegurarme de que está bien.

*NATALIA*

No sabría describir lo que estaba sintiendo en ese momento. Las caricias de Aarón, sus besos, el calor que sentíamos, la pasión de nuestros cuerpos desnudos, nuestras respiraciones aceleradas… Todo ello formaba un ardiente cóctel que parecía unirnos como el mejor de los adhesivos.
Siempre había soñado con esa situación: Aarón y yo entre las sábanas uniéndonos en una danza de placer y deseo.

Un rato después, exhaustos, reposamos sobre el colchón. Apenas nos despegamos y Aarón no cesó de acariciarme mientras me abrazaba contra su pecho. Alcé la cabeza, le besé el cuello y después los labios.

Nuestros labios seguían uniéndose cuando algo nos interrumpió. Otra vez el estruendoso sonido del timbre.
Posé un dedo sobre la boca de Aarón, pidiéndole silencio y escuché atentamente. Entre timbrazo y timbrazo oía una voz que pronunciaba mi nombre. Presté más atención y el pánico invadió mi cuerpo.

- Marcos… -pronuncié casi sin producir sonido.

Empujé suavemente a Aarón para que se levantase de la cama.

- ¿Ahora te importa lo que piense Marcos? –me susurró.
- Te recuerdo que es mi novio.
- Y yo te recuerdo que te acabas de acostar conmigo.

Le lancé una mirada suplicante que entendió a la perfección. Cogió toda su ropa y se metió en mi armario.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Imágenes de la historia






Dentro de unos días pondré la ganadora como cabecera del blog. Las votaciones acaban el domingo

jueves, 6 de mayo de 2010

Capítulo 42

*AARÓN*
Unos segundos después de llamar, la puerta de madera se abría ante mí. Al otro lado del umbral se encontraba la morena de mis sueños, mirándome sin reflejar ninguna sensación en su recién despertado rostro. Ni siquiera parecía sorprenderse de mi presencia en su casa a aquella hora.
Sin decir nada se apartó y me dejó el camino libre permitiéndome pasar al interior. Se sentó en un sofá y yo la imité. Permanecimos uno frente al otro durante un tiempo que bien podrían ser segundos, minutos o incluso horas, pues no me cansaría de observarla en silencio ni aunque pasasen varios días, y el tiempo corría ajeno a mí.
Por primera vez en varios días sentí que sí tenía posibilidades con ella, pues yo no era el único que no apartaba la mirada. Parecía que ya no estaba tan enfadada.
Entonces ocurrió algo que me sorprendió en gran medida. Una sonrisa se dibujó en su rostro y se sentó a mi lado.

- Según creo estás muy enfadada conmigo por todo lo ocurrido… -dije al fin.
- ¿Tú crees que si estuviera enfadada estaría a tan poca distancia de ti? Ni siquiera te habría permitido entrar en mi casa.

Todo aquello me extrañaba, pero no me molestaba ni un poco, en realidad me encantaba. Nunca había visto así a Natalia, al menos conmigo.
Cada vez estaba más cerca de mí, entonces su pierna tocó la mía…

*JONATHAN*
No llevábamos ni siquiera una hora trabajando y ya no podía más. Tantos días de fiesta habían acabado conmigo, y parecía que a Marcos le ocurría lo mismo.
Dejé el ordenador que estaba intentando reparar sin éxito, y miré a mi compañero. Le faltaba un suspiro para quedarse dormido de pie.

- ¡Ey, Marcos! –pegó un bote –Creo que deberíamos trabajar un poco. ¿Tú qué opinas? –me reí.

Al fin se movió y cogió una silla que estaba a mi lado.

- Puede que tengas razón, pero no me puedo concentrar…
- ¿Te pasa algo?

Me miró.

- Ahora mismo lo único que me apetece es estar en casa con Natalia…
- ¿Quieres saber mi opinión? –asintió –Creo que deberíais dejar a la cama descansar un poco.

Nos reímos un momento y se levantó.

- Voy a llamarla, necesito oírla aunque sea por teléfono…
- Pero si estáis todo el día juntos, ya la verás luego… Además, estará dormida.

Aun así, cogió el teléfono y llamó.

*NATALIA*
El teléfono llevaba sonando unos diez minutos, pero no tenía ninguna intención de descolgar. Si era importante llamarían más tarde. En ese momento estaba verdaderamente ocupada.
Las sábanas de la cama se pegaban a mi cuerpo mientras Aarón recorría cada milímetro de mi piel con sus manos y sus labios…
Poco a poco la temperatura subía en la habitación haciéndonos desear la unión de nuestros cuerpos más que cualquier otra cosa en el mundo.
Sentía su cuerpo desnudo sobre el mío mientras su boca ascendía por mi cuello haciéndome enloquecer de deseo. Nuestras bocas se unieron con ansia y nuestras lenguas se fusionaron apasionadamente.
Entonces me colocó encima de él y me hizo sentir viva…

martes, 4 de mayo de 2010

Capítulo 41

*AARÓN*
Tras mi conversación con Anabel, había pensado mucho en ello, teniendo en cuenta su consejo de intentarlo con Natalia.
Una tarde había decidido ir a casa de los que habían sido mis amigos durante años, de los que me había separado y a los que extrañaba. Afortunadamente, cuando llegué estaban los tres en el interior de la vivienda. Creí que Marcos me echaría de allí o que no me escucharía, pero fijó su atención en mí y no pronunció palabra alguna, mirándome incluso con algo de interés. Aproveché aquel momento para disculparme.
Jonathan y Eduardo me perdonaron enseguida, haciendo incluso bromas respecto a mi seriedad y riéndose a mi costa. Marcos, sin embargo, parecía que no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente. Me recordó el puñetazo que había recibido por mi parte y me aseguró que Natalia estaba muy dolida conmigo. Eso fue lo que más me dolió, además de enterarme de que estaban juntos. Supe enseguida que mis pocas posibilidades se habían convertido en nulas, pero en ese momento mi objetivo era otro.
Si me encontraba en aquel lugar era para hablar con ellos y arreglar mis diferencias con el nuevo novio de Natalia.
Dos días después, todo volvía a la normalidad entre nosotros, hasta el punto de que me invitaron a las fiestas con las que pretendían celebrar el fin de año y el nuevo comienzo. A diferencia de en la fiesta que organizaron con motivo de mi salida del hospital, en esta ocasión únicamente me encontré con amigos que sí conocía: los tres anfitriones, Natalia y sus amigas. Además, les había comentado que podían invitar a Anabel, y lo hicieron, a ella y a su novio Fran, a quien realmente no le guardaba rencor.

Mis ojos no parecían querer despegarse de la figura de Natalia, me gustaba verla moverse al ritmo de la música que flotaba en el ambiente. El vestido negro que vestía atrapaba mi atención, encerrándome entre paredes de desesperación y deseo. Ni siquiera detenía mi observación cuando Marcos se acercaba a ella y jugaba con su cuerpo siguiendo su mismo ritmo.
Sabía que ella me miraba también durante extensos periodos de tiempo y eso hacía que las pareces me acosaran aún más, derribando mis defensas y haciéndome sentir impulsos de rozar su piel y de sentirla junto a mí.

Los siguientes días me había torturado en mi casa, recordando aquellas noches de música, baile, alcohol y fogosidad…
Mis noches se habían llenado de sueños en los que la protagonista era Natalia, tentándome a unirme a ella, y las horas de luz hacían que me consumiera entre recuerdos y fantasías que posiblemente nunca se harían realidad.

Ya se habían acabado las vacaciones y las fiestas, enviándonos a todos de vuelta a nuestras respectivas vidas y separándonos en gran parte.
Sabía que Natalia, al igual que yo mismo, no trabajaba, por lo que estaría sola a la mañana siguiente.
La oscuridad había teñido la ciudad, pero mi lucha contra el sueño había concluido con mi victoria, a pesar de que necesitaba descansar al menos un par de horas.

*NATALIA*
Me levanté a las nueve y mis compañeras de piso ya se habían marchado a trabajar.
No tenía nada que hacer, por lo que encendí el televisor. Nada, no había nada, así que lo apagué y me dediqué a pensar.

Había visto a Aarón muy pendiente de mí, y a Anabel con otro chico, que Ana me había dicho que era su novio. Aarón volvía a estar soltero, y parecía que estaba interesado en mí, pues en las fiestas no me había quitado ojo.
Esa información tal vez me hubiera alegrado dos meses atrás, pero no en ese momento, pues yo estaba con Marcos.

Por otra parte… nunca había dejado de pensar en Aarón, no podía engañarme. Sus ojos verdes estaban siempre presentes en mi memoria, incluso en mis sueños, y sus labios… añoraba sus labios. Anhelaba encontrarme entre sus brazos, sintiendo su calor y adivinando sus músculos a través de las camisetas ajustadas que solía llevar. Siempre me había hipnotizado el contorno de su cuerpo…

Un sonido breve pero intenso interrumpió mis fantasías. El timbre.

jueves, 29 de abril de 2010

CAPÍTULO 40

*NATALIA*
Pasamos las Navidades entre amigos, risas, regalos, música y fiesta, sobre todo fiesta. Nos habíamos vuelto inseparables, formábamos un grupo que, aunque unos años atrás nadie lo hubiera creído posible, se entendía bien. Mi relación con Marcos había unido los dos extremos, a sus amigos y a mis amigas.

Jonathan y Eduardo, sobre todo el primero, me pidieron disculpas por su comportamiento conmigo y decidimos empezar de nuevo. Jamás hubiera pensado que aquellos chicos con los que nunca me había llevado bien llegarían a formar parte de mi vida, pero así era, estaban en mi nueva vida, una vida tranquila en la que me encontraba rodeada de un gran número de personas y era feliz por primera vez en años. Me di cuenta de que hasta ese momento había creído conocer a esas personas, pero no era así.

Siempre había sido muy observadora, quizá demasiado, algo que me sirvió para descubrir a mis nuevos amigos. Nunca se lo había dicho ni a Ana ni a Sara, pero Jonathan me había dado miedo en alguna ocasión, aunque sabía que todo era una dura fachada que invitaba a alejarse e impedía llegar hasta el interior. Aquel chico de duras facciones, pendientes en las orejas y adornado, al igual que Marcos, con tatuajes que siempre me había taladrado con sus ojos negros y se había mostrado ante mí con mal carácter, era en realidad algo juguetón. Me contaron que en el colegio y en el instituto había sido el terror de todos los profesores, por sus bromas, sus frecuentes interrupciones en las clases y su falta de memoria en cuanto a material escolar y trabajos.
Eduardo, por su parte, no me sorprendió en gran cantidad. Siempre me había parecido un chico educado, aunque nunca había tenido ocasión de demostrármelo hasta ese momento, amable e inteligente. Bajo su pelo rizado había un cerebro privilegiado y, un poco más abajo, una permanente sonrisa que alegraba a cualquiera. De él descubrí que, aunque parecía un chico tímido y tranquilo, era el mejor del grupo contando chistes y organizando fiestas.

Aquellos días no me preocupé de nada ni de nadie. No pensé en Aarón, ni en mi madre, aunque sí eché de menos a Adela. Nunca habíamos pasado juntas las Navidades, pero siempre me acordaba de ella. En algunos momentos me entristecía rescatando recuerdos de mi memoria, pero siempre había alguien que hacía que mi sonrisa saliese al exterior.
Aquel año terminó bien, en pocos días me sentí mejor que en los dos años anteriores.

El comienzo del año tampoco estuvo mal. Lo único que impidió mi total felicidad fue la presencia de Anabel, sus amigas y Aarón, sobre todo por él. Marcos y él habían arreglado sus problemas y volvían a ser amigos, por eso había aumentado la lista de invitados a nuestras fiestas. La única que no apareció, tal vez se lo habrían prohibido, fue Lydia.
Aarón no dejaba de mirarme, pero eso no parecía importarle demasiado a Anabel, quien estaba demasiado ocupada con otro chico.
Realmente el comienzo del año fue bastante extraño. Todo lo que creía como seguro, como la relación entre Anabel y Aarón o las ganas de éste de culparme de su desgracia de los últimos años, se desmoronaba ante mis ojos. Nada estaba claro para mí, únicamente mi amistad con Ana, Sara y los chicos.
Llevaba semanas sin ver a mi hermana, pero no me apetecía volver a aquella casa, y ella tampoco había intentado contactar conmigo.

Un día recordé mi conversación con Lydia, y me acordé de lo que había dicho cuando yo afirmé que sabía que era amiga de Anabel: “¿Sólo de Anabel? …” Desconocía qué había querido decir con eso, pues si tenía más amigas aparte de Anabel, Cristina y Ruth, yo no las conocía.

Pronto se acabaron las vacaciones y todos tenían que volver a trabajar, todos menos Aarón y yo…
La noche antes del primer día de trabajo de todos ellos, mientras Ana y Sara dormían, yo me levanté a observar la oscuridad desde mi ventana. Las pequeñas estrellas luchaban por hacerse notar sobre la intensa luz de las farolas, y la luna parecía observarme desde las alturas…

martes, 27 de abril de 2010

CAPÍTULO 39

*MARCOS*
Aparté a Lydia de Natalia y la miré.
- ¿Qué haces tú aquí? No te he oído entrar –me dijo Lydia.
- Ya estaba dentro, pero me estaba duchando. Te he oído gritar y por eso he venido. Aunque no he entendido nada de lo que estabas diciendo.
- Sólo estábamos hablando tranquilamente…
- Ya, claro. Sabes que a mí no me engañas, Lydia, ya no. Hace años que te conozco y sé de qué palo vas en cada momento. Además, sé que odias a Natalia. ¿A qué has venido?
- A decirme que me aleje de ti y a amenazarme –aclaró Natalia.
- Vuelve conmigo, Marcos, por favor. Te quiero y sé que tú estás loco por mí, no lo niegues… Esta mosquita muerta no te merece. No sabría apreciarte lo suficientemente bien…
- ¿Y tú sí? Me pusiste los cuernos con todo el que pillaste…
- Desde que me dejaste no he estado con nadie…
- Y además me mientes… Si metes a alguien en tu cama procura que sea alguien a quien no conozca. Me acaba de llamar tu último ligue, me ha dicho que está en tu casa deseando que vuelvas, así que no te entretengas, no le hagas esperar más…
- Veo que te gusta recoger las sobras que deja tu amigo Aarón… En cuanto él la dio puerta fuiste tú a por ella… -miró a Natalia- Que os vaya bien. No te ilusiones mucho, Marcos, porque te va a hacer lo mismo que a Aarón, ya lo verás.
- Márchate de mi casa, Lydia –dijo Natalia.
- Claro, ya me voy, no te preocupes…

Avanzó hacia la puerta, delante de la cual me encontraba yo y pronto desapareció de la habitación. El portazo que dio al salir del piso se sintió en los cristales de todas las ventanas de la vivienda, y probablemente también en los del portal.
Me giré hacia Natalia.
- Bueno, ¿vamos a por los regalos de Navidad? –le sonreí intentando quitarle importancia a lo ocurrido.
Me devolvió la sonrisa y salimos.

*AARÓN*
- Bueno, pues empieza a sincerarte… ¿De qué se trata? –le pregunté a Anabel.
- Supongo que recordarás que cuando llegué nueva al instituto, Verónica se acercó enseguida a mí, y cuando vinieron mis amigas, fuimos todas juntas a todos los lugares…
- Sí, me acuerdo. ¿A dónde quieres llegar?
- Cuando empezó a haber más confianza entre nosotras dos, Verónica me contó que tenía una especie de plan, y que pensaba que yo la podía ayudar a conseguir llevarlo a cabo.
- ¿Un plan? –pregunté extrañado.
No entendía qué me quería decir con todo eso, ni siquiera sabía qué tenía que ver yo con ese plan del que oía hablar por primera vez en ese momento. Yo me había sincerado con ella, le había dicho que no la quería, que quería a Natalia y ella, sin embargo, me hablaba de Verónica y de un plan…
- Sí, un plan, y tenía mucho que ver contigo… -me aclaró –Quería que te olvidaras de Natalia y, como a ella no la hacías mucho caso cuando intentaba estar contigo y te lanzaba indirectas, me pidió que me acercara a ti.
- ¿Acercarte a mí en qué sentido?
- Pues en el sentido en que me acerqué a ti en su momento… Quería que estuviéramos juntos para que olvidaras a su hermana. Me ofreció su amistad a cambio de hacerle ese favor. Todo este tiempo me he dejado manejar por ella. Yo no te quería, Aarón, ni te quiero. Bueno, no pienses que no te tengo cariño, pero de otra manera. Y tengo al más que decirte… Desde que empezamos a salir he estado con otro chico cuando tú salías por ahí con tus amigos… Lo siento.

En ese momento sentí enfado, alivio y alegría, todo a la vez. No tenía que sentirme culpable por haber engañado a Anabel, ocultándole mis verdaderos sentimientos, pues nuestra relación, por ambas partes, había sido una total mentira.

- Gracias por decirme todo esto. Siento que todo haya sido así. No tenías que haber permitido a Verónica que te hiciera eso…
- Creí que tal vez llegara a quererte en algún momento.
Nos callamos unos instantes en los que estuve asimilando toda la nueva información y pensando en qué podía hacer para arreglar los asuntos que tenía pendientes, empezando por solucionar mis problemas con Natalia.
- Ahora que sabes esto, creo que deberías ir a por Natalia. Sé que en todo este tiempo no has dejado de pensar en ella y que su vuelta ha reavivado antiguos sentimientos en tu interior. No la dejes escapar de nuevo. Ella sigue queriéndote, lo sé, pero debes saber que Marcos te lleva ventaja según me han contado.
- Natalia no quiere saber nada más de mí. No quiere volver a verme.
- No creo que sea para tanto, Aarón. Cuando os reencontrasteis discutisteis, pero luego os reconciliasteis, por lo que esta vez será igual, lo arreglareis, seguro.
- Sí, claro… La última vez que nos vimos le pegué un puñetazo a Marcos y ella se enfadó mucho conmigo, me echó de su casa y estaba realmente furiosa. Bueno, no mucho, pero le molestó que pegase a Marcos, lo vi en sus ojos.

Anabel se rió.
- Seguro que se lo merecía… Algo habría hecho para que le pegases, porque tú no pegas así porque sí.

sábado, 10 de abril de 2010

Capítulo 38

*ANABEL*
Habían pasado dos semanas desde que había llamado a Aarón. Me había dicho que cuando volviera iría a mi casa, por lo que supuse que seguía fuera. Pero ¿dónde? Decidí ir a su casa a preguntárselo a su madre.
Ya tenía mi coche en el garaje, arreglado, por lo que tardé muy poco en llegar.
Llamé al timbre y, para mi sorpresa, me abrió mi novio, quien parecía decepcionado de verme allí.
Se apartó de la puerta para dejarme pasar y fue entonces cuando me di cuenta de que su pierna ya no tenía escayola.
Pasamos al salón en silencio y nos sentamos.
- ¿Por qué no has ido a verme? –pregunté al fin.
- No me apetecía…
Aquellas palabras me hicieron verdadero daño, aunque yo juraba que no sentía nada por él.
- ¿Ya no me quieres? –quise saber.
- ¿Quieres que te sea sincero?
Asentí en silencio y esperé.
- Está bien… Nunca te he querido, Anabel. Sólo estaba contigo porque pensé que me ayudarías a olvidar a Natalia, pero no ha funcionado.
- Si no ha funcionado no ha sido por mi culpa, sino porque ella ha vuelto.
- Ya lo sé, pero si la hubiera olvidado no habría sentido nada al volverla a ver. Mis intentos no han servido de nada.
- Aarón… Ya que tú has sido sincero, yo también voy a serlo…

*LYDIA*
Eran las cuatro de la tarde cuando me separé del chico que llevaba todo el día en mi cama. Ni siquiera recordaba su nombre, pero nos lo habíamos pasado bien.
Me vestí mientras sus ojos recorrían mi figura y él me pedía que volviera a su lado, tentándome con voz susurrante e insinuantes caricias. Le prometí que volvería cuando hubiese solucionado cierto asunto.
Le pedí prestado a Ruth su coche y enseguida llegué a mi destino. Verónica me había asegurado que su hermana había vuelto.
La puerta del portal estaba abierta, por lo que sólo tuve que llamar al timbre del piso.

Me abrió la puerta una de las amigas de Natalia, quien me permitió pasar sin hacer preguntas y me indicó cuál era su dormitorio, al que entré sin llamar.
Natalia se sobresaltó al verte traspasar su puerta, pero no dijo nada.
- Hola, ¿sabes quién soy? –le pregunté.
- Sí, una de las amigas de Anabel, ¿no?
- ¿Sólo de Anabel? Bueno, sí… Me llamo Lydia y soy…bueno, era la novia de Marcos hasta que tú lo fastidiaste todo.
- ¿Yo? ¿De qué me estás hablando?
- No te hagas la inocente. Marcos me dejó por tu culpa.
- Creo que la razón de vuestra ruptura fue que eres una buscona y él te pilló con otro, y no estabais hablando precisamente. –dijo en tono burlón.
- ¡Marcos es mío! ¡Aléjate de él o te arrepentirás!
Entonces alguien me agarró cuando estaba a punto de lanzarme contra Natalia.

martes, 6 de abril de 2010

Capítulo 37

*AARÓN*
Una vez más me encontraba lamentándome por mi comportamiento con Natalia. No me había movido de mi sitio junto a la puerta, de nuevo cerrada frente a mí. Me estaba cansando de estar de pie con las muletas, pero no duraría mucho, pronto conseguiría librarme de ellas.
Poco a poco bajé los escalones y volví a la ruidosa calle. Entonces los sonidos característicos de las ciudades se mezclaron con una melodía que conocía muy bien. Aquella canción me había acompañado a lo largo de muchos años, era la que escuchaba para recordar el pasado, más feliz que el presente, no sólo para mí, también los demás eran más felices. ¿O no? En poco tiempo todo había cambiado mucho, pero… ¿había sido para bien o para mal? No lo tenía claro.
La melodía había dejado de sonar, pero pronto volvió a llegar a mis oídos. Fue entonces cuando me di cuenta de que era mi móvil lo que emitía aquel sonido, me llamaba Anabel.
- Hola.
- Hola –me dijo alegremente.
- ¿Qué es lo que quieres?
- Hablar contigo, pero mejor en persona.
- No estoy en Madrid. –contesté secamente.
- ¿Dónde estás?
- En… Cuando llegue a Madrid voy a tu casa y hablamos, ¿vale?
- Vale cariño. Te echo de menos.
Y colgué. Sentí más que nunca que no quería estar con ella.
Cogí un taxi que me llevó a la estación de tren.
Cuando llegué a Madrid eran las ocho y media. Ya caía la noche y todas las farolas estaban encendidas, alumbrando la ciudad y guiando mis pasos. No fui a casa de Anabel, sino a la mía, y no me molesté en llamarla.

*NATALIA*
Llamé a mis amigas con el móvil de Marcos para que dejasen de preocuparse y para que supieran que nos íbamos a quedar en Sevilla algunos días más, aunque no especifiqué la cantidad. Les prometí que cargaría la batería de mi móvil, sin conseguía encontrar el cargador que había dejado allí antes de marcharme, y que llamaría a menudo.
Finalmente fuero dos semanas las que estuvimos en mi ciudad natal. Yo aún tenía ropa en mi antigua habitación, pero para Marcos no había nada, por lo que un día fuimos de compras.
Aquellas dos semanas las empleamos en recorrer la ciudad y en conocernos mejor, pues, a pesar de lo que comenzábamos a sentir estando juntos, éramos prácticamente unos desconocidos el uno para el otro, aunque él conocía gran parte de mi historia.
Descubrí de él que, hasta que cumplió la mayoría de edad, había vivido con sus tíos. No había conocido a su padre y su madre viajaba mucho por su trabajo de azafata, por lo que ellos le habían cuidado siempre. Me contó que los apreciaba mucho, pero que no quería seguir fingiendo que eran una familia, por eso se había marchado a vivir con Jonathan y Eduardo. Le pregunté el porqué de que Aarón no viviese con ellos y me dijo que estaba muy pegado a las faldas de su madre, ya que era ella quien le daba el dinero que tenía y si se marchaba no recibiría nada.
El día que volvimos a Madrid era 22 de diciembre. Marcos me contó que habían pensado celebrar la Navidad en su casa, pues era bastante grande, lo que había quedado claro el día de la fiesta. Él y sus amigos nos invitaron a Ana, a Sara y a mí a pasar aquellas fechas con ellos y aceptamos.

viernes, 19 de marzo de 2010

Capítulo 36

*NATALIA*
No pude evitar que Aarón golpease a Marcos. Estaba en el suelo, sangrando por la boca y por la nariz.
- ¡Eres un bestia! ¿Por qué lo has hecho? –dije mientras me acercaba a Marcos.
- Aléjate de ella o la próxima vez te dejaré peor…
Me volví a acercar a él cuando Marcos se hubo levantado.
- No se va a alejare mí porque a ti te dé la gana, ¿entiendes? YO no quiero que se aleje de mí, aunque de ti no opino lo mismo.
- Pero Natalia, he venido porque estaba preocupado por ti… -me dijo con un tono bastante calmado.
- Te agradezco tu preocupación, Aarón, pero estoy bien, te puedes ir.
- No quiero irme. Quiero quedarme contigo.
- Pero yo no quiero que te quedes. Vete y no te vuelvas a acercar a mí, y a Marcos tampoco. –dije mientras cerraba la puerta.
Fui a buscar a Marcos, quien había encontrado el cuarto de baño y se estaba limpiando la sangre. Le abracé por la espalda y nos observamos a través del espejo.
- ¿Te ha hecho mucho daño?
- No te preocupes, Aarón nunca ha tenido mucha fuerza…
- ¡Pero si te ha tirado al suelo!
- Ha sido porque no lo he visto venir, pero si hubiera sido yo le habría dejado sin nariz…
- No, si hubieras sido tú no le habrías golpeado…
- No sé qué decirte…
- El labio sí que lo tienes bastante mal.
- Parece que es mucho porque se ha hinchado, pero no es para tanto. Ni siquiera necesito puntos. Sólo es una herida.
- Te quedará cicatriz…
- No me importa. Estoy lleno de cicatrices. Pero no te podré besar. No porque no quiera, sino porque escuece un poco. –me sonrió levemente.
- Siempre puedes tapar la cicatriz con un tatuaje nuevo… -me reí. –Y no sonrías, que se te abre más la herida. –le besé en la mejilla.
- Creo que Aarón sigue enamorado de ti.
- Me da igual.

jueves, 18 de marzo de 2010

Capítulo 35

*NATALIA*
Estaba a solas con Marcos en mi antiguo piso, sentados en el sofá y mirándonos. Nos estábamos diciendo miles de cosas sin necesidad de palabras. Cada vez estábamos más cerca el uno del otro y pronto nos estuvimos besando.
Esa vez no se separó de mí, y yo me pegué más a él.
Realmente aquel era nuestro primer beso sin estar bajo los efectos del alcohol, y no quise que acabara nunca. Disfrutaba de la compañía de Marcos y sentía que quería estar siempre junto a él. Entonces me di cuenta de que junto a Aarón había sentido lo mismo años atrás, y todo había acabado mal.
Nos separamos poco a poco y me sonrió. Yo no fui capaz al tener esas ideas en mi cabeza, pero mi expresión era neutral, tampoco reflejaba preocupación, y no se dio cuenta.
Cuando se estaba acercando de nuevo a mí, sonó el timbre.
- ¿Quién puede ser?
- Se habrán confundido… -dije lo que había pensado antes de encontrarme con él.
En ese momento sí utilicé la mirilla, no quería llevarme más sorpresas, algo que no funcionó.
- ¿Qué ocurre? –preguntó al ver la sorpresa, e incluso el susto, en mi rostro.




*VERÓNICA*
Estaba totalmente aburrida en casa y decidí ir a visitar a mis amigas.
Llegué enseguida, ya que no vivían lejos. Me abrió la puerta Cristina y en el salón estaban Ruth y Eduardo.
- ¿Y Lydia? –pregunté cuando ya me había sentado.
- Como le dijiste que no podía ir a ver a tu hermana, lleva toda la tarde buscando a Marcos por toda la ciudad. –me contestó Cristina.
- Como es tan pequeña… -me reí.
- Pues no creo que llegue a encontrarlo. –dijo Eduardo.
- ¿Por qué? –preguntó Ruth.
- Porque Marcos no está en Madrid.
Las tres le interrogamos con la mirada.

*MARCOS*
- Natalia, ¿qué ocurre? ¿Quién es?
Como seguía sin responderme me acerqué a la puerta y, tras apartarla con cuidado, miré por la mirilla. No necesité observar mucho tiempo para saber quién era.
Abrí y me quedé frente al visitante.
- ¿Qué haces tú aquí? –me preguntó.
- ¿Y a ti qué te importa? Tú no pintas nada aquí.
- He venido a ver si está aquí Natalia.
Abrí un poco más la puerta para que la viese.
- Ya has visto que sí está aquí, y está perfectamente. Lárgate.
- Así que para eso has venido aquí, ¿no Natalia? Habíais quedado para estar juntos… ¿Por qué tan lejos? ¿Por qué no avisaste a nadie? Tus amigas están preocupadas por ti…
- No hables de lo que no sabes, Aarón. Marcos ha venido por la misma razón que tú, a buscarme, así que deja de inventarte historias.
- ¿Y entonces para qué has venido aquí? –su voz fue subiendo de volumen.
- ¡Eh! Baja la voz. –le dije.
- ¡Tú cállate!
No me di cuenta de su enfado hasta que estuve tirado en el suelo, después de recibir un fuerte puñetazo.

domingo, 14 de marzo de 2010

Capítulo 34

*NATALIA*
Marcos esperaba a que empezase a contarle toda la historia, por lo que no lo retrasé más.
- Cuando entré en casa, después de irte tú, me llamó mi padre. Me dijo que iba a venir a verme, para hablar conmigo. Conoces toda la historia, ¿verdad?
Era imposible guardar un secreto viviendo con un par de cotillas. Estaba segura de que se lo habían contado.
- Sí, Aarón nos lo contó, no recuerdo cómo salió el tema.
¿Aarón? ¿Había sido Aarón quien había difundido mi historia? Me costaba creerlo, pero confiaba en Marcos.
- Vale, pues sólo le importaba saber si hice lo que me mandó.
- ¿Y por qué viniste a encontrarte con él? Creí que le odiabas…
- Y le odio, pero si venía y no me encontraba aquí iría a buscarme a Madrid, y si se entera de que ahora vivo allí… No me agrada la idea de que vaya a verme. Prefiero que desconozca mi nueva dirección. Y el móvil se apagó, no tiene batería.
- Comprendo… ¿Y por qué has llorado? ¿Te ha hecho algo ese…?
- No, Marcos, no me ha hecho nada, tranquilo. He llorado, sí, pero por la sensación de angustia y rabia que tenía en mi interior. Necesitaba soltarlo.
- ¿Y qué te pasa en el pie? –formuló la única pregunta que me quedaba por responder.
- Le he pegado una patada a la puerta cuando se ha marchado… -me reí.

*LYDIA*
Verónica me había dicho que no fuera a casa de su hermana. Tras preguntarle las razones por las que no debería ir, me confesó que había desaparecido. Nadie sabía nada de ella desde la noche anterior.
Realmente me alegré y deseé que no regresara nunca, pero aun así le pedí a Verónica su dirección, por si volvía.

*ANABEL*
A las seis de la tarde, como cada día, salí de trabajar. Cogí el primer autobús que pasó por allí y me fui a casa.
Nada más entrar, el silencio me anunció que mi madre no estaba.
No se me ocurría dónde podía haber ido, pero no me alarmé. Sabía cuidarse sola.
Dejé el bolso y la cazadora en el perchero de la entrada y fui al salón. Sobre la mesita de café encontré una nota, en la que reconocí la letra de mi madre.

“Anabel, me marcho.
Sé que te lo podía haber dicho esta mañana, o incluso ayer, pero no recordaba la hora de mi billete de tren y pensé que estaría en casa cuando llegase la hora.
Vuelvo a Barcelona con Juan.
Gracias por acogerme estos días, he sentido que estábamos unidas.
Volveré cuando tú me lo pidas.
Un beso,
Mamá.”

Rompí el papel y lo tiré a la basura. Volvía a estar sola, no tendría que llevar otra vez a mi madre de compras.
Me senté en el sofá y encendí el televisor. Lo único que me apetecía en aquel momento era relajarme y no pensar en nada. Intenté liberar mi mente de preocupaciones, pero no lo conseguí. No paraba de darle vueltas a lo de Marcos. Cada vez estaba más segura de que me estaba poniendo a prueba, lo sabía todo, y yo ya no podía más, necesitaba soltarlo. Se lo iba a contar a Aarón.

viernes, 12 de marzo de 2010

Capítulo 33

*AARÓN*
Aunque mi madre había insistido hasta aburrir no había conseguido que comiera nada. Mi estómago estaba totalmente cerrado, no admitiría nada aunque lo intentase.
Sólo pensaba en Natalia, anhelaba su mirada, su sonrisa, su voz…
- ¡Sevilla! –exclamé de pronto, y mi madre pegó un bote en la silla, del susto que le había dado.
- ¿Qué dices de Sevilla? ¿Estás tonto o qué?
- No, mamá, no estoy tonto. Me acabo de dar cuenta de que hace doce años que sé dónde puede estar Natalia cuando no está aquí.
- ¿Y qué? ¿Te piensas que vas a ir a Sevilla a buscarla? No, hijo, no lo pienso permitir. Esa chica te hizo daño y no se merece que te preocupes tanto por ella. No me extrañaría que quien tuvo la culpa de que entrases en coma fuese ella…
- ¿Pero qué estás diciendo? ¿Tú te estás escuchando? ¡Aquello fue un accidente!
- Sí, claro, un accidente… Por eso quien provocó ese accidente, como tú lo llamas, te dejó inconsciente en medio de la carretera, para que otro coche te pudiera aplastar cuando pasase por allí.
- ¿Y qué tiene que ver Natalia en todo esto?
- Ya puesta a hacer daño… ¿Qué importa un poquito más?
- Estás loca, mamá. Lo siento, pero no pienso quedarme aquí pensando que Natalia puede estar en Sevilla y sin hacer nada. Voy a ir a buscarla…
- ¿Y si no está allí?
- Pues seguiré como estoy ahora, pero al menos lo habré intentado. Pero si está allí se acabarán mis preocupaciones.
No permití que dijera nada más, aunque seguramente no tuviera esa intención. Me conocía demasiado bien como para saber que no me iba a convencer.

*SARA*
Volvió a sonar el timbre, pero ya no me ilusioné pensando que podía ser Natalia, no quería llevarme otra decepción. Si era ella, ya tendría tiempo de alegrarme cuando abriese la puerta.
No había ido a trabajar, Eduardo lo había comprendido cuando le había llamado.
Ana sí que se había marchado, no se podía arriesgar a que la despidieran.
Abrí la puerta al fin.
- Hola Sara. –dijo Aarón.
- Hola Aarón. Antes de que preguntes ya te contesto. No, no sabemos nada de ella.
- Venía a preguntar por la dirección de Natalia en Sevilla. Podría estar ahí, ¿no crees?
Pensé en Marcos, ya estaría allí, pero no quise decirle nada a Aarón, no quería meterme en sus asuntos.
- Bueno, ¿tienes la dirección o no? –preguntó, sacándome de mis pensamientos.
- Sí, espera.
Antes de darle la hoja a Marcos habíamos hecho otra copia con la dirección y entonces hice otra. Queríamos tener una en casa, para otra situación parecida, que esperábamos que no volviera a ocurrir.
Se lo di y enseguida se fue, sin despedirse apenas.
- La que se va a montar… -dije mientras veía la puerta del portal cerrarse.

jueves, 4 de marzo de 2010

Capítulo 32

*ANA*
Eran las cuatro de la tarde y nuestra amiga no aparecía. Seguíamos sin tener ninguna noticia de ella.
Estábamos sentadas en el salón, antes de irnos a trabajar, cuando llamaron al timbre.
Llegamos a la puerta a la velocidad de la luz, pero no era Natalia quien esperaba al otro lado.
- Hola Marcos –saludé sin ocultar mi decepción.
- Hola, ¿tenéis noticias?
- No sabemos nada… -contestó Sara mirando al suelo. -¿Y tú?
- Tampoco, pero creo que tengo una idea… -nuestros rostros se iluminaron- ¿Tenéis la dirección de su piso de Sevilla?
- Sí, lo apuntó en una hoja cuando llegó a vivir aquí, no sabemos por qué.
Mientras Sara buscaba la hoja, Marcos y yo permanecimos en la puerta.
- ¿Crees que puede estar allí? –pregunté.
- Cada vez estoy más seguro. No sé, algo me dice que mire allí.
Sara llegó con un trozo de papel amarillo en el que unas palabras de color negro habían sido olvidadas un mes y medio atrás y que ahora recuperábamos.
- Aquí está –le dio la hoja a Marcos.
- Gracias. Espero poder encontrarla allí, porque si no estaremos igual que antes.
- Vamos contigo –dije, y Sara asintió.
- No, quedaros aquí. Si vuelve deberíais estar esperándola. Además, tenéis que trabajar –sonrió.
- Vale, tienes razón. Cuando llegues allí llámanos, esté o no esté.
- Lo haré.
Y se marchó.

*NATALIA*
- Tengo que irme, hay una persona esperándome en Barcelona. Bueno, eso creo…
- ¿Eso crees? ¿Tan mal os va? –me burlé.
- Si he venido aquí es porque ella no estaba, y me aburría yo solo.
- ¿Y dónde estaba tu novia?
- En Madrid, me parece. Lleva un par de días allí.
Al oír el nombre de la ciudad en la que vivía, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sólo deseaba que aquella mujer hubiera estado en la otra punta de la capital… Madrid era demasiado grande para haber coincidido con ella.
- Me marcho ya. Volverás a tener noticias mías, te lo aseguro.
Ni siquiera me molesté en contestarle. Salió y escuché la puerta cerrarse a mi espalda.
Me había controlado en su presencia, pero no podía soportarlo más. La rabia se acumulaba en mi cuerpo y empezó a hacerse notar, asomándose en forma de lágrimas.
Aquella pequeñas perlas de agua salada recorrían mi rostro sin que yo hiciera nada por impedírselo. Me apetecía destrozar todos los muebles que poblaban la casa en la que había vivido mis peores momentos, pero lo único que hice fue darle una patada a la puerta, haciéndome daño, algo que no me importó.
A las cinco y media sonó el timbre. Deseé con todas mis fuerzas que no fuese mi padre, que se hubieran equivocado de piso.
Siguieron llamando y me levanté de la silla en la que me había sentado por el dolor que pronto había acudido a mi pie.
Antes de abrir no observé por la mirilla, por lo que la sorpresa fue mayor…
Nos contemplamos durante un minuto más o menos, sin pronunciar palabra.
Yo debía de tener un aspecto horrible, con los ojos hinchados de llorar, el pelo alborotado, y un pie en el aire, sin apoyarlo en el suelo. Marcos, por el contrario, estaba más que guapo con una gran sonrisa en su rostro y las gafas de sol en la cabeza, apartándole sus cabellos rubios de los ojos, unos ojos que no apartaba de mí.
Antes de que me diese cuenta nos estábamos abrazando y entonces me dio un beso en los labios, que yo le devolví, pero se separó de mí, arrepentido.
- Lo siento, ha sido la emoción… -dijo, comenzando a ponerse más rojo que mis propios ojos.
- No te preocupes, Marcos –me acerqué a él y volví a abrazarle.
- Estaba muy preocupado… -confesó.
Sonreí ampliamente, pero él no lo vio.
- ¿Por qué te viniste así, sin avisar? ¿Por qué tienes el móvil apagado? ¿Por qué tienes los ojos hinchados? ¿Has llorado?
- Cuántas preguntas… -dije, agarrándole de la mano y llevándolo al sofá conmigo.
- ¿Qué te pasa en el pie?
- ¿No deberías dejarme responder antes de seguir preguntándome?
- Tienes razón. Te escucho. –dijo, sin soltar mis manos.

Capítulo 31

*AARÓN*
Nada. Ni rastro de ella, y su móvil, apagado.
Empezaba a pensar que no la encontraría nunca, que no volvería a ver su rostro.
Bajé del autobús en el que había estado montado la última hora y entré al parque a sentarme en un banco. Necesitaba descansar de las muletas. Mis brazos se cansaban y mi pierna derecha no iba a soportar mucho tiempo más el ser la única que apoyaba en el suelo.
“Dichosa escayola… No hace más que molestar. Si no la tuviera podría ir en coche y avanzaría más…”
No hacía más que lamentarme por haber discutido con Natalia. Si no me hubiera enfadado no me habría ido así del parque y probablemente mi pierna estaría bien.
También me arrepentía de haberme enfadado al día siguiente a la fiesta.
Pronto descarté esos momentos en mi memoria y me dejé llevar por otros recuerdos, más lejanos pero más intensos, por lo que seguían permaneciendo en mi mente.
Mis pensamientos me llevaron hacia una tarde de verano doce años atrás, cuando estaba a punto de cumplir ocho años. Era el primer día de las vacaciones de verano y mis amigos habían quedado en el parque por la tarde y me pidieron que fuera con ellos, pero mi madre no me lo permitía, quería que le ayudara en casa. Creí que ese día no podría salir, pero finalmente lo conseguí y conocí a Natalia. Aquella tarde estuve separado de mis amigos, pero apenas noté su ausencia al estar junto a aquella niña, que con su sonrisa y su mirada inocente llenó mi verano. Pronto se convirtió en una gran amiga de la que cada vez me costaba más separarme, hasta que me di cuenta de que me había enamorado de ella y se lo demostré con un beso para celebrar el comienzo de un nuevo año, y en el que estuvimos juntos y fuimos felices.
El siguiente año fue el que verdaderamente me marcó. En verano cumplí diecisiete y lo celebré junto a ella, pero esas navidades se me quitaron las ganas de celebrar nada, pues no volvió.
Los dos años siguientes permanecían borrosos en mi mente. Siempre me había resultado fácil olvidar lo que me hacía daño, y aquellos dos años habían sido especialmente duros para mí, pues desde que conocí a Natalia no me había separado de ella, aunque intentaba quedar con ella a diferentes horas que con mis amigos…
Mi memoria entonces llegó hasta el día en que vi que había vuelto. Mi cerebro paró en su rostro. Parecía una película a la que le había puesto el “pause”. Aquel día lo pasé mal, y ella también, lo que me dolió más aún, pues le había prometido que nunca le haría daño, y había roto mi promesa. Fue entonces cuando me di verdadera cuenta de que no había dejado de pensar en Natalia, y de que no quería a Anabel.
Dejé de viajar por mis recuerdos cuando sentí la lluvia sobre mí. Recogí enseguida las muletas y fui lo más rápido posible hacia el lugar techado más cercano, a esperar el próximo autobús para volver a casa.
Sólo deseaba el regreso de Natalia, volver a ver sus ojos marrones y su dulce sonrisa, la que hacía tiempo que no veía proyectada en mi dirección.

*MARCOS*
Desde que había vuelto a casa tras hablar con Anabel mi cerebro no había cesado su funcionamiento. ¿Dónde estaba Natalia?
Dos pensamientos eran los que se entremezclaban en mi interior. Por una parte pensaba en Natalia, en su desaparición, en que había podido verla antes de que se esfumara y en la intensidad de mis sentimientos hacia ella. Sentía más que nunca que estaba enamorado de ella y que necesitaba estar con ella, rozar sus labios con los míos…
La otra parte recordaba mi conversación con Anabel, el comienzo de mi plan para ponerla tan nerviosa y hacerla sufrir de tal manera que confesase directamente a Aarón. No podía seguir engañándolo más. ¿Él la quería? Mis dudas aumentaban a cada instante. Probablemente Natalia estaría de nuevo en primera posición en la carrera hacia Aarón, hacia su corazón…
Entonces en mi mente se formó una idea. ¿Podría ser que Natalia hubiera vuelto a Sevilla? ¿De quién sería la llamada que había recibido? Fuese quien fuses la persona que había marcado su número le había llevado hasta la capital andaluza, estaba seguro.
Cogí las llaves y salí a la calle. Mi coche estaba aparcado justo enfrente, como esperándome.
Monté y rápidamente estuve conduciendo hacia mi objetivo. Mi próxima parada era el piso de Natalia, el de Madrid, para preguntar su otra dirección.

jueves, 25 de febrero de 2010

Capítulo 30

*AARÓN*
Llevaba todo el día metido en el autobús, buscando desesperadamente a Natalia.
Había recorrido gran parte de Madrid, sin obtener resultados. Cada poco tiempo intentaba hablar con ella, pero su móvil seguía apagado.
Todos los autobuses terminaban su recorrido en la parada de enfrente de nuestro parque, por lo que, tras bajarme de uno y mientras esperaba al siguiente que me llevase a otro lugar, miraba dentro, con la esperanza de encontrarla allí.
“Natalia… ¿dónde estás? Te extraño más que nunca. Necesito verte…”

*NATALIA*
- Hola. –saludé de mala gana cuando le vi entrar.
- Te veo bien… Ya eres toda una mujer…
- Sí, claro… ¿Por qué has venido?
- ¿No te alegras de verme?
Aún recordaba todo lo que había llorado por culpa de aquel hombre. Mis intentos de olvidarlo habían sido en vano, y todo empeoraba con su regreso.
La llamada de mi padre había sido lo peor de los últimos cuatro años.
Me había llamado para decirme que iba a ir a Sevilla a visitarme, aunque no parecía una visita de cortesía. Supuse que pensaba que seguía viviendo allí, y no quise contradecirle contándole que me había marchado, no me apetecía que cualquier día se le ocurriera ir a Madrid a verme…
Me encontraba ante la persona a la que más odiaba en el mundo, de vuelta en la casa que años atrás me parecía una mansión de lo vacía que la veía, de lo sola que estaba.
- ¿Por qué has venido? –repetí.
- Para hablar un rato con mi hija. ¿Tan raro te parece?
- Teniendo en cuenta que nunca hemos hablado… Pues sí, un poco raro sí que es.
- He venido para saber qué has hecho estos cuatro años, si me obedeciste o no. –confesó al fin.
Sabía que no se preocupaba por mi salud o por mis estudios, sólo por conservar su reputación de buen padre ante mi madre, o eso pensaba él, ya que ignoraba que mi madre estaba al corriente de todo.
- Sí, obedecí. –gruñí –Seguí yendo a Madrid y continué con la rutina.
- He de confesarte algo… Pensé que no me contestarías la llamada, pero no porque estuvieses enfadada conmigo, sino porque pensé que ahora mismo ya estarías muerta. ¿De qué te alimentabas?
- Aunque te suene extraño, hay gente buena por el mundo que ayuda a los demás. Me cuidó la vecina, hasta que murió… -no pude evitar mostrarme triste.
- ¿QUÉ? ¿Se lo contaste a la vecina? –su voz pareció un rugido, y se puso rojo de rabia.
- No, no se lo conté. Por lo visto se dio cuenta ella sola de que no te habías ido de viaje de trabajo cuando vio que no volvías… Era bastante evidente, la verdad… -dije, aparentando cala, pero empezaba a asustarme.

Miró su reloj y mis ojos se deslizaron hacia el que reposaba encima del televisor antes de volver a su rostro. Las tres y cuarto.
Por la ventana asomaban los rayos de un sol que anhelaba, me volvía a sentir encerrada en aquel lugar. Ansiaba marcharme pronto de allí, pero con mi padre cerca no podía hacerlo.
Entonces sentí que esos rayos se tornaban verdes, aunque seguían siendo de un amarillo intenso, pero los sentí verdes, verde esperanza, cuando volvió a mirar el reloj y empezó a ponerse nervioso. ¿Se marcharía ya?

lunes, 22 de febrero de 2010

Capítulo 29

*ANABEL*
Necesitaba saber si Marcos sabía que yo había atropellado a Aarón, porque si no era por eso, desconocía las causas de su enfado conmigo. Además tenía que preguntarle si se lo había contado a alguien… Llevaba tiempo sin ver a Aarón, por lo que no había podido comprobar si sabía algo. ¿O era ésa la razón por la que no nos habíamos vuelto a ver?
Marqué el número de Marcos y esperé. Cuando estaba a punto de colgar, contestó.
- Marcos, me gustaría hablar contigo de un asunto.
- ¿Sigues teniendo el coche en el taller?
- Pues sí, ¿Por qué?
- Nada, nada, ¿a qué hora quedamos?
- ¿En media hora en el parque?
- Vale. Hasta luego.
Y me colgó enseguida.
Bajé a la parada de autobús y en veinte minutos llegué a nuestro punto de encuentro. A las once en punto apareció Marcos.
- No tengo mucho tiempo para regalártelo a ti. Tengo cosas más importantes que hacer. –dijo nada más llegar.
- Sólo te robaré unos pocos minutos.
- Vale, pero dime algo primero. ¿Cómo descubriste que los frenos del coche funcionaban mal?
- Tuve un accidente. Me choqué.
- Ah… Te chocaste. ¿Contra qué?
Empezaba a ponerme nerviosa. Aún no sabía si él conocía todos los detalles del atropello de mi novio, por lo que no iba a hablar de ese tema, no me apetecía meter la pata.
- Contra un árbol en medio de la calle.
- ¿Y qué hacías conduciendo hacia un árbol? ¿Te piensas que soy tonto o qué?
- No, Marcos, no pienso que seas tonto… Eres demasiado listo…
- ¿Dónde estaba cuando te llamó Edu para darte la noticia sobre Aarón?
- En mi casa. Acababa de guardar…digo…de llegar. –corregí antes de delatarme por completo.
- He estado con Aarón esta mañana. ¿A que no adivinas dónde me lo he encontrado? –dijo con una sonrisa de maldad. –Frente al portal de Natalia, que iba a visitarla… Qué raro, ¿no? A ella la va a ver a casa y a ti ni te llama… Por cierto, te perdiste una gran fiesta el sábado.
- Ya lo sé, me lo contó Verónica. Oye, Marcos, me tengo que ir a trabajar, ¿vale? Ya hablaremos. –dije mientras me alejaba de él.
- Claro… aún tenemos un tema pendiente… -le oí mientras salía, dejándole allí, de pie en medio del parque.

*VERÓNICA*
Mientras soportaba al profesor de matemáticas y dibujaba tonterías en el cuaderno, recordé las palabras de Anabel el pasado domingo.
Tras lo ocurrido mi idea había sido que ella estuviera siempre junto a Aarón, cuidándole y prestándole toda la atención posible, así él se daría cuenta de que Anabel estaba con él y Natalia no, pero tras conocer toda la historia mis planes ya no servían para nada.
Lo único que me interesaba en ese momento era que Aarón no se enterase, pues si alguien se lo contaba lo dejaría con Anabel, y Natalia tendría posibilidades. ¿O no? Había escuchado decir a Ruth que entre mi hermana y Marcos había habido algo, pero desconocía el interés de ella… ¿Querría algo con él?

*LYDIA*
Sabía perfectamente que la tal Natalia no trabajaba, pero desconocía dónde vivía, para hacerle una pequeña visita de cortesía, aunque por eso no había problema, estaba segura de que su hermana lo sabía.
A las dos y media, cuando Verónica salía del instituto, la llamé al móvil.
- ¿Verónica?