TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

martes, 2 de febrero de 2010

Capítulo 3

Pasamos la tarde sentados en nuestro banco y nos contamos todo lo que habíamos hecho desde que acabó el verano. Le hablé de Adela y me sorprendí sonriendo. Le estaba verdaderamente agradecida.
Cuando estaba con Aarón olvidaba lo mal que lo pasaba normalmente. Sentía que ésa no era mi vida, que yo había nacido para estar triste y no para ser tan feliz, pero me gustaba esa sensación, quería sonreír más a menudo.
En Navidad nevó e hicimos un muñeco de nieve en el parque y nos tumbamos en la hierba helada. Hacía tiempo que no me reía tanto.

Un día, mientras estábamos hablando y pasándonoslo bien, entraron en el parque los amigos de Aarón. Ni siquiera se molestaron en acercarse, solamente le saludaron con la mano y se fueron a jugar al baloncesto. A mí ni me miraron, pero me daba igual. Desde que conocía a Aarón les había visto pocas veces y nunca había hablado con ellos.

Llegó el día de Nochevieja y le pedí permiso a mi madre para salir después de cenar. No dudó ni un momento antes de decirme que sí, supongo que se alegraba de que la hablara y haría todo lo posible por complacerme, seguramente con la esperanza de que me dirigiera a ella más a menudo.
Cenamos todos juntos: mi abuela, mi madre, su nuevo novio, mi hermana y yo.
Salí nada más tomarme el postre. Había quedado con Aarón a las doce menos cuarto en el parque para oír las campanadas desde allí y entrar juntos en el nuevo año.
Cuando al fin dieron las doce nos comimos las gominolas que habíamos comprado por la tarde. Tragué la última medio ahogándome y le miré. Me estaba mirando como nunca lo había hecho. Y entonces me besó. Correspondí a ese beso tan esperado como si no nos fuéramos a volver a ver nunca más. Cuando nos separamos me miró a los ojos y me dijo lo que sentía por mí. Le dije que yo sentía lo mismo, que desde la primera vez que le había visto me había gustado y que con sus abrazos, sus caricias y su forma de ser me había enamorado.
Pasamos toda la noche juntos, sentados en el banco en el que habíamos pasado todos esos años; el banco de nuestro primer beso, el banco que nos vio crecer y enamorarnos y que fue testigo del inicio de una nueva relación entre nosotros.

Aquella noche nos costó mucho separarnos, pero fue más duro aún cuando se acabaron las vacaciones y yo tuve que volver a Sevilla, a la soledad que me acompañaba día tras día. Al menos tenía a Adela.
Me alegré mucho de volver a verla. Me recibió con la comida hecha, tan rica como siempre.
Estaba cansada, por lo que pronto fui a mi casa a dormir. Tenía muchas cosas en las que pensar, muchos momentos que recordar, pero me venció el sueño.

Mi relación con Aarón siguió y deseaba que llegaran las vacaciones para volver a verle, aunque cada vez me costaba más ir a Madrid, pero no por él, sino por mi madre. Odiaba estar con ella y tener que aparentar que todo estaba bien. Entonces tomé una decisión.
Habían pasado dos años desde que se fuera mi padre. Era el día en que cumplía dieciséis años y no iba a volver a Madrid en Navidad. No podía más.


*Dos meses atrás… Agosto*
- Natalia, cariño, ¿podemos hablar?
- Yo no tengo nada que hablar contigo –dije, soltando la mano de mi madre de mi brazo.
- No puedes estar eternamente evitándome.
- Claro que puedo. Tengo mucha práctica y ya me sale solo. Además, no vivirás eternamente.
- Pero ¿Por qué estás así conmigo? ¿Qué te he hecho?
Me paré en seco en medio del pasillo, sin poder creerme lo que estaba oyendo. Se notaba que yo fingía bien y ella no sabía nada. Me di la vuelta y entonces no pude más, exploté.
- ¿Que qué me has hecho? Me has arruinado la vida. Si me hubieras traído contigo como hiciste con Verónica no habría tenido que vivir así. No habría llorado noche tras noche hasta caer dormida, cansada de derramar lágrimas. No habría sentido tanta soledad como para odiar la vida y querer marcharme a la que llaman “mejor vida”, porque aunque sea una mierda será mejor que la que tengo. No sé si lo sabes, pero no venía por ti, venía por Verónica y por un chico que he conocido, que me quiere más de lo que tú podrás querer en tu vida. Sólo te miras tu propio culo y el de tu novio, ese que te pone los cuernos con la vecina cuando tú estás trabajando. Te aseguro que no me vas a volver a fastidiar más.
Cogí mis cosas y me marché, dando un portazo.

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