TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

domingo, 1 de agosto de 2010

Capítulo 49

*MARCOS*

A la una y media acabamos de trabajar, si se le podía llamar así a lo que habíamos hecho en toda la mañana, y nos fuimos a comer.

No dejaba de pensar en mi encuentro con mi novia, pero tampoco me quitaba de la cabeza lo que había visto junto a su cama, pues no terminaba de creerme la historia que me había contado, pero debía confiar en ella, aunque la había visto muy nerviosa…

Por otra parte, al principio ni siquiera me quería dejar entrar en su piso y parecía estar contando una mentira tras otra. ¿Me estaría ocultando algo? Nunca había desconfiado de nadie, y menos de ella, pero algo en mi interior me decía que las cosas no iban tan bien como yo creía, al menos como quería creer…

*AARÓN*

No tenía ni una mínima idea de qué era lo que quería decirme la que hasta hacía poco era mi novia, pero debía ser algo grave, pues le estaba costando empezar a hablar y cada vez estaba más nerviosa.

- Anabel, tranquila. Dime lo que sea, no puede ser tan malo, ¿no?

Clavó sus ojos azules en los míos y supe que me equivocaba. Era peor de lo que me imaginaba. Le rodeé los hombros con un brazo y con la otra mano giré su rostro hacia el mío, pues volvía a mirar hacia el suelo.

- Cuéntame qué te preocupa, no tengas miedo…
- Cierto, es algo que me preocupa, pero es porque he hecho algo muy malo. Y lo que temo no es contarlo, sino tu reacción. Me odiarás.

Esperé en silencio a que comenzara.

- Fue hace unos meses. Habías salido con tus amigos al parque y yo quedé con Fran en su casa…
- Ya me habías contado lo de Fran, no sé qué problema hay ahora. –dije cada vez más desconcertado.
- Simplemente te estoy intentando poner en situación, lo que quiero contarte es mucho peor.

Volvió a callar unos segundos antes de continuar hablando.

- Salí del piso de Fran y cogí mi coche. Según iba conduciendo iba en mi mundo sin enterarme muy bien de por dónde iba y cuando me fijé e intenté frenar…

Rompió a llorar y mi brazo se soltó de sus hombros y cayó casi sin vida. Ya no era dueño de mi cuerpo, no había ninguna reacción en mí. Estaba paralizado sin saber qué hacer o decir. Anabel no había terminado de contar la historia, pero no era necesario, parecía que estaba en aquella carretera de nuevo y veía el coche acercándose a mí. Sí, conocía ese coche, había montado varias veces en él, incluso lo había conducido en alguna ocasión.

Recordé el fuerte golpe que me dejó inconsciente como si lo estuviera recibiendo en ese momento. Todo era tan claro… Horas en coma, días y días de dolor, el cuerpo cubierto de heridas, una pierna escayolada, pérdida de bastante sangre… Todo me lo había provocado Anabel, y lo pero era que, tras dejarme tumbado sobre el frío asfalto, se había ido…

- No podía quedarme. –dijo, aún llorando – Tus amigos sabrían de dónde salía, seguro, y… -me miró – Lo siento, Aarón.

Mi cuerpo seguía totalmente inmóvil, mi mirada se perdía en la nada, lo veía todo borroso y la voz de Anabel llegaba distorsionada a mis oídos.

No sabría decir de dónde saqué las fuerzas para, sin mirarla, poder hablar.

- Márchate.

Mi voz fue un simple susurro que pronto se perdió y volvió a reinar el silencio. Anabel me miró y algo que vio en mi rostro hizo que no dijera nada y se marchara.