TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

lunes, 20 de diciembre de 2010

ÚLTIMO CAPÍTULO (56)

*VERÓNICA*

La boda se había celebrado con muy poca gente, pero con muchos adornos y mucha elegancia, pues la novia quería una ceremonia por todo lo alto.

Eché en falta a mi hermana, pero no mencioné su nombre. En realidad me alegraba de no verla allí. Supuse que no la habrían llamado, o que, si lo habían hecho, se había negado a asistir. Yo debería haber hecho lo mismo.

Pasada una semana de mi llegada a Barcelona, dos días después de la boda, recibí una llamada de mi madre. Me dijo que había decidido seguir el ejemplo de mi padre, y que se iba a casar con su novio. Me alegré por ella, pero esa alegría duró poco, pues me dijo que su futuro esposo no quería que yo volviera, y que debía quedarme a vivir con mi padre. Supliqué, pero no sirvió de nada. Ya lo habían planeado antes montarme yo en el avión, por esa razón la madre de Anabel me había dicho que viviríamos juntas…

No volvería a ver a Aarón, ni a mis amigas, no podría volver a reírme con Lydia, ni hacer nuevos planes contra mi hermana… Parecía un castigo por cómo me había portado.

Sólo me quedaba soportarlo, no tenía otra opción…


*NATALIA*

Nada más llegar a casa había pasado por mi habitación para comenzar a llevar a cabo lo que se me había ocurrido por el camino de vuelta.

El siguiente paso fue reunir a mis amigas, a Jonathan y a Eduardo en el salón para hablar con ellos. Aunque ya conocían la mayoría de las situaciones por las que había pasado, se lo conté todo. Les hablé de las últimas conversaciones que había tenido con Marcos y Aarón y vi la tristeza y la preocupación en sus rostros, pero no me derrumbé, tenía nuevas fuerzas.

Había tomado una decisión y no había vuelta atrás. Sentí que siempre me había guiado por decisiones repentinas, como la de no volver a Madrid en vacaciones o la de irme a vivir allí, y pocas veces había salido bien, pero esa vez era definitivo, no iba a cambiar de opinión.

Contemplé a mis dos compañeras de piso. Les estaba muy agradecida por haberme acogido y haberme tratado con tanto cariño enseguida, además habían conseguido que me sintiera mejor después de la muerte de Adela. Habíamos pasado muchos momentos juntas en pocos meses y era como si las conociera de toda la vida. Jamás tendría unas amigas como ellas, no me sentiría así nunca más.

Después miré a los dos chicos, recordando únicamente los buenos momentos que habíamos pasado juntos en los últimos meses y dejando atrás el rencor. Les había conocido tal y como eran, y les había cogido mucho cariño. Recordamos divertidos la época en la que nos odiábamos mutuamente y aseguramos que aquello había quedado en el pasado, aquellos sentimientos habían muerto.

Le dije a cada uno de ellos lo que significaban para mí y ellos me correspondieron con palabras de afecto y gestos de amistad. Cuando terminamos de hablar me abrazaron uno a uno y después todos a la vez, formando una verdadera piña entre todos. Fue el momento en el que más se sintió nuestra amistad, el grupo que habíamos ido formando con el tiempo y la paciencia.

Tras las despedidas pasé de nuevo por mi habitación y salí del piso. Media hora después el taxi en el que iba montada llegó a su destino. Era mi última parada en aquella ciudad antes de alcanzar mi verdadero objetivo. Cogí todas mis cosas y entré en aquel edificio. Poco después sentí que me movía… Mis raíces me reclamaban, nunca debí abandonarlas…

Mi historia comenzó en Sevilla y en Sevilla debía terminar…

sábado, 18 de diciembre de 2010

Capítulo 55

*AARÓN*

Había estado paseando cerca del parque y había visto a Natalia, por lo que había entrado a hablar con ella, lo que llevaba deseando hacer más de una semana. Me había acercado y sentado junto a ella.

- No tienes muy buen aspecto… -susurró.
- Tú tampoco.

Su rostro mostraba verdadera tristeza y sus ojos estaban hinchados y rojos. Estaba claro que había llorado. Además, tenía unas enormes ojeras y estaba más pálida de lo normal. Quise consolarla, pero no pude, no encontré las fuerzas necesarias para hacerlo. Estaba muy dolido con ella.

- Natalia, he estado pensando y…
- ¿Y?
- … ha pasado mucho tiempo desde que estuvimos juntos y han ocurrido muchas cosas desde tu regreso. Algunas buenas, cierto, pero la mayoría malas. No tuvimos un buen reencuentro…

Mi voz iba perdiendo fuerza según iba hablando, pero quería terminar de decirle todo lo que llevaba días pensando.

- Me es imposible olvidar todo lo que hemos pasado juntos, -confesé –pero tampoco puedo olvidar el daño que nos hemos hecho. Creí que podríamos volver a intentarlo, pero seguiste junto a Marcos y perdí la poca esperanza que me quedaba. Lo siento, Natalia, es demasiado tarde…


*NATALIA*

Le escuché en silencio mientras observaba la hierba bajo mis pies. Cuando pronunció la última palabra no se oyó ni un solo sonido más. No me atreví a mirarle, no quería que me viese llorar, lo que estaba a punto de ocurrir, pero sentí que acercaba una mano hacia mi rostro, aunque esa mano no llegó a tocarme.

- Es mejor que todo siga como estaba… -dijo.

Se levantó del banco y volvió a hacer intención de acariciarme, de consolarme tal vez, pero no lo hizo. Oí sus pisadas entrando en el camino de tierra y alejarse de mí.

Me quedé sentada, empapando la hierba con nuevas lágrimas y sintiéndome peor a cada instante que pasaba.

Los había tenido a los dos, me habían entregado su cariño y yo los había apartado de mí. Ellos me habían librado de la soledad en varias ocasiones, pero la volvía a tener tras de mí, persiguiéndome.

Unos minutos después me levanté y volví a casa.



ESTE ES EL PENÚLTIMO CAPÍTULO. YA SÓLO QUEDA UNO

martes, 7 de diciembre de 2010

Capítulo 54

*VERÓNICA*

Había discutido durante dos días con mi madre sobre la boda de mi padre. Me negaba a ir pero, antes de que me hubiese dado cuenta, me encontraba en un avión volando hacia Barcelona.

Salimos de Madrid antes de las cuatro de la tarde, y a las cinco y media, más o menos, salía del aeropuerto al lado de mi padre. Montamos en su coche y media hora después llegamos a su casa. Cogió mi maleta, entró con ella, y yo le seguí.

Dentro se encontraba la que supuse sería su futura esposa, quien me sonrió cuando entré en el salón.

- Verónica, querida. –se acercó y me abrazó –Tenía muchas ganas de conocerte.
- Sí, yo también. –mentí medio ahogándome por la fuerza de su abrazo y me separé de ella.
- ¿Qué tal el viaje?
- Bien… Un poco aburrido, pero bien.

Se rió, aunque yo no entendí el chiste. Supuse que sólo quería quedar bien conmigo.

- Bueno, ¿y qué te parece que me case con tu padre? –preguntó todavía con su estúpida sonrisa.
- Haced lo que os dé la gana. –murmuré, para después decir más alto –Muy bien…
- Ven, quiero que conozcas a alguien.

Me agarró del brazo y subimos las escaleras. Recorrimos un largo pasillo y nos detuvimos delante de la penúltima puerta, donde llamó con los nudillos. Intentó abrir pero la puerta no se movió.

- Hija, abre, que te voy a presentar a tu futura hermanastra.
- ¿Tienes una hija? –pregunté –No sabía nada.
- Pues ya lo sabes. Espero que os llevéis bien y seáis amigas, ahora que vais a vivir juntas.

No le di verdadera importancia a sus palabras y no repliqué, pues pensé que se referiría a los siguientes días hasta la boda. Lo único que me gustaba de todo aquello era que no iría a clase durante un tiempo.

Pocos minutos después se oía la llave girar en la cerradura del interior de aquella habitación. La novia de mi padre, cuyo nombre había olvidado, entró a gran velocidad sin ni siquiera soltarme el brazo, por lo que fui arrastrada tras ella.

El dormitorio estaba a oscuras, la persiana sólo estaba abierta una pequeña rendija por la que intentaban pasar los rayos del Sol. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, observé a mi alrededor, buscando a la persona que había abierto la puerta. Lo único que conseguí ver fue un bulto encima de lo que parecía la cama. Entonces sentí que la presión de mi brazo desparecía y poco después se abría la persiana, cegándome momentáneamente.

- ¿Qué haces tú aquí? –oí que preguntaba una voz que creía conocer.

Abrí los ojos y miré de nuevo a la cama.

- ¿Anabel?
- ¿Os conocéis? –preguntó su madre.
- ¿Esta es mi futura hermanastra?
- Sí, Anabel, Verónica es la hija de Juan

Nos miró a una y a otra y se marchó, cerrando la puerta tras salir.

- ¿Mi padre se va a casar con tu madre?
- Eso parece… -contestó sin ánimos.
- Pues llevan cuatro años juntos… ¿Cómo es posible que no enteremos ahora?
- No lo sé. Vamos a ser hermanas…
- También vas a ser hermana de Natalia. –me reí.
- No sé qué es lo que te hace tanta gracia, Verónica. Prefiero mil veces ser hermana de Natalia que tuya…
- ¿Se puede saber qué te pasa? –pregunté alzando la voz.
- A mí no me hables así, y menos en mi propia casa. Demasiadas salidas de tono te he permitido ya.
- Hubieras estado sola si no hubiera sido por mí, te lo recuerdo.
- Pues debería haberme quedado sola antes que ir contigo. Me manipulaste demasiado, pero ya me he cansado.
- ¿A qué viene esto ahora?
- A que me he hartado de tus tonterías y no te voy a consentir nada. Además, voy a volver a vivir aquí, mi madre está de acuerdo.
- Bien por ti, tus amigas se quedan allí, así que estarás sola.
- Ellas no dejarán que las controles, al menos Cris y Ruth, porque lo de Lydia ya no tiene solución… Ha llegado demasiado lejos.
- Lydia es la única que sabe lo que quiere, y tiene claro quién sobra.
- Supongo que esa es tu hermana, ¿no?
- Sí, no debería haber regresado, lo único que ha hecho ha sido ponerlo todo patas arriba.

Fue a contestarme, pero entonces se oyó que me llamaba mi padre y me fui, dejándola con la palabra en la boca. Aquella conversación se había terminado, pero sólo por aquel momento, ya que pasaríamos muchos días juntas.


*NATALIA*

Pasé una semana entera sin salir de mi habitación, llorando sin parar. No podía evitar pensar en Marcos y en que lo había perdido para siempre. Sin embargo, también pensaba en Aarón, lo que hacía que llorase aún más, al recordar que, aunque nos habíamos despedido con un beso, estaba enfadado y decepcionado conmigo.

Marcos había dejado claras sus intenciones, y seguramente no le volvería a ver, pero desconocía qué ocurriría con Aarón.

Tras esa semana decidí salir de casa para respirar un poco de aire fresco. Caminé durante unos minutos y llegué al parque. Me asomé desde la entrada y me pareció ver a un chico y una chica sentados en el banco que tan bien conocía. Estaban abrazados y ella le acariciaba el pelo a él.

Parpadeé un instante y la imagen desapareció. Mi recuerdo se había esfumado. Pasé al interior y me senté. Un rato después escuché unos pasos cerca de mí. Miré y era Aarón, con una ceja tapada y un moratón bajo un ojo. Sin decir nada se sentó junto a mí.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Capítulo 53

*ANABEL*

Hacía un par de días que había recibido una llamada de mi madre, pidiéndome que fuera a Barcelona. Me había extrañado esa petición, pero había aceptado. Ella aseguraba que me llevaría una sorpresa, pero lo que no sabía era si sería agradable o no.

Cuando volví a mi piso, después de visitar a Natalia, metí algo de ropa en una pequeña maleta, ya que no sabía cuánto tiempo tendría que quedarme. Cogí mi coche y puse rumbo al noreste. Probablemente nadie me echaría de menos, pues en el supermercado me habían despedido y del restaurante me había marchado yo.

En el camino hice varias paradas para descansar, tomar el aire y comer algo. Era de noche cuando alcancé mi destino: mi casa. Nada más entrar me tumbé en mi antigua cama, sin ni siquiera cambiarme de ropa.

A la mañana siguiente contemplé con atención la habitación y descubrí que no había cambiado nada en el tiempo que había estado en Madrid, todo seguía como lo recordaba y parecía que había sido limpiada para mi regreso. Aquel gesto por parte de mi madre hizo que volviera a sentirme en casa.

Salí del cuarto y encontré en el salón, frente a la televisión, a Juan, quien me miró y me saludó con una cabezada justo antes de volver a centrarse en el aparato.

Busqué a mi madre pero no estaba en casa.


*MARCOS*

Después de mi paseo por la ciudad, había llegado a casa y me había encerrado en mi dormitorio.

Ya era por la mañana cuando volví a salir, arrastrando conmigo varias horas de insomnio. Ni siquiera me molesté en saludar a mis amigos, sino que salí directamente, movido por la fuerza de mi necesidad de hablar con Natalia.

Nada más llamar me abrió ella misma. Parecía que me esperaba, y seguramente fuera así. Pasamos a su habitación y se sentó en una silla que había junto al escritorio en el que solía leer. Yo, sin embargo, me quedé de pie.

- Sabía que vendrías…
- Pero no querías que lo hiciera, ¿verdad?
- Al contrario, cuanto antes mejor, ¿no?
- Supongo que eso quiere decir que sabes lo que me han dicho.
- No lo sabía exactamente, -reconoció –pero suponía que Verónica no se iba a callar. Se lo contó a Lydia, ¿no?
- Sí, y ella no tardó nada en buscarme…

Me callé y la miré. Ella no había levantado la vista de la alfombra y hablaba cada vez más bajo. Se la veía muy frágil y mi enfado se estaba suavizando, pero me di cuenta de que probablemente era eso lo que pretendía, dar lástima.

- Fui a visitar a Aarón ayer, nada más enterarme.

Levantó rápidamente la mirada con sorpresa. Estaba claro que temía por lo que le pudiera haber pasado.

- ¿Tan malo crees que soy? Tu mirada lo ha dicho todo…
- No creo que fueras a contarle un chiste.
- No, y tampoco vengo a contarte ninguno a ti.
- Marcos…
- No, déjame hablar a mí. –respiré hondo –Te quiero, ¿sabes? Me di cuenta tarde, pero es así. Creí que había conseguido que Aarón formase parte de tu pasado, pensé que estábamos suficientemente bien como para que no pensases en él… Y más sabiendo las veces que te ha gritado y te ha fallado en los pocos meses que han pasado. No me esperaba esto.
- Lo siento. Lo he intentado, pero son muchos años de conocer a Aarón y pasar el máximo tiempo posible con él, no puedo olvidar aquellos momentos tan fácilmente. Fui sincera contigo desde el principio.
- Ya lo sé. Sé lo que sentíais y que aún lo recordáis y lo sentís… Pero creí que antes de engañarme me dejarías para irte con él.
- Fue de repente, todo ocurrió muy rápido…
- ¿Y por qué no me dijiste nada cuando vine a verte? Te liaste también conmigo en vez de decírmelo, y además me contaste una mentira tras otra.
- Ya lo sé, pero…
- Natalia, ¿me quieres?

Me miró con ojos llorosos y asintió.

- Pero también le quieres a él… -volvió a asentir.
- Lo siento. –susurró.
- Más lo siento yo. Era imposible que esto funcionase. Te deseo lo mejor, Natalia, pero no quiero volver a saber nada ni de ti ni de Aarón nunca más, podríamos acabar muy mal. Es mejor así.

Sus ojos estaban tan llenos de lágrimas que éstas comenzaron a caer por su rostro, perdiéndose en su boca y su cuello.

Me giré y salí de la habitación sin mirar ni una sola vez atrás. Caminé hacia la puerta de salida sin detenerme, ya que, si lo hacía, seguramente me arrepentiría de mis últimas palabras hacia Natalia.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Capítulo 52

*VERÓNICA*

Lydia me había llamado para contarme que Marcos conocía la nueva información y yo me había entusiasmado más que si me hubiera tocado la lotería. Me contó con todo detalle su reacción y me alegré. No tenía ninguna razón para querer que Marcos lo pasara mal, pero probablemente pronto acabaría la relación entre mi hermana y él, y ella volvería a estar mal, que era lo que más me importaba.

A las dos y media volví al instituto, pues me había dejado las cosas allí, ya que tenía intención de volver, aunque no lo había hecho por ir a hablar con mis amigas. Lo recogí todo y puse rumbo hacia mi casa.

Entré y mi madre estaba hablando por teléfono. Dejé la mochila en el salón y, cuando volví a la cocina, ya había colgado.

- Era tu padre.
- Pues vale… ¿Y qué quería? –pregunté sin mucho interés.
- Se va a casar con la mujer esa con la que vive.
- Me alegro mucho, -mentí – que sean muy felices.
- Quiere que vayas a la boda.

Me giré y la miré.

- Lo siento, pero no.


*SARA*

Comimos Eduardo, Ana y yo solos, aunque Jonathan estaba con nosotros, pero él había comido antes. Nos contó lo que había ocurrido y todos nos sorprendimos, no nos lo podíamos creer.

Cuando salíamos del restaurante, a Jony le sonó el móvil. Cruzó unas pocas palabras con quien le había llamado y colgó, guardando silencio.

- Era Aarón. –dijo.
- ¿Y qué quería? –preguntó Eduardo.
- Marcos ha ido a su casa y le ha partido la cara, casi literalmente.
- ¿Le ha pegado? –pregunté y asintió.
- Pues si ya ha ido a casa de Aarón debe faltar poco para que vaya a ver a Natalia… -intervino Ana.
- Si no ha ido ya… -concluí.


*MARCOS*

Tras salir de casa de Aarón, cogí el coche y comencé a dar vueltas sin destino fijo. Lo único que quería era dejar de pensar y dejar de torturarme.

No podía creer que Natalia me hubiera engañado, jamás hubiera creído posible que ella fuera así. Pero había ocurrido. Lo había hecho y yo no tenía claro qué debía hacer. ¿Perdonarla? ¿Dejarla?

En ese momento lo único que sabía era que debía hablar con ella, aunque desconocía cómo podía acabar aquella conversación. Probablemente no muy bien…

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Capítulo 51

*NATALIA*

Tras pensar durante mucho tiempo, finalmente me vestí. Estaba a punto de marcharme, con la intención de que el aire me despejara un poco, cuando llamaron al timbre.

Abrí sin descolgar el telefonillo, pero me asomé a la mirilla para ver quién subía las escaleras. Antes de abrir la puerta del piso, lo medité unos instantes, pero decidí dejarle pasar, pues suponía que tenciones no eran malas

- Hola Natalia.
- Hola. Pasa.

Entré en el comedor y ella me siguió.

- ¿Te encuentras bien? –me preguntó al ver mi expresión.
- No mucho, la verdad. ¿A qué se debe esta… visita?
- Tu hermana sabe lo que ha pasado aquí esta mañana.

Aquello me llegó como si se tratase de un dardo que se me hubiera clavado. Me senté junto a Anabel y la miré.

- ¿Y qué es lo que quieres tú?
- Venía a contarte algo que creí que podría interesarte, pero veo que no es buen momento. –dijo levantándose.
- No, por favor, dímelo. Lo siento, es que no estoy muy bien…
- Quería advertirte sobre tu hermana, Natalia. En cuanto se ha enterado de lo que has hecho ha ido a contármelo.
- ¿A ti? Pero…
- De eso quería hablarte. Tu hermana y yo somos… amigas, por así decirlo. Al menos lo éramos. Cuando vine a vivir a Madrid ella me aceptó enseguida, y después hizo lo mismo con mis amigas.

Recordé en ese momento lo que había hablado con Lydia unos días antes de Navidad.

**

- Eres una de las amigas de Anabel…
- ¿Sólo de Anabel?

**

Todo encajaba… Anabel, Lydia, Ruth y Cristina eran amigas de Verónica.

- Me contó que estaba loca por un chico que no le hacía caso porque era el novio de su hermana y me pidió que me acercara a él. Cuando se enteró de que no ibas a volver vio su oportunidad, pero tuve que ser yo quien se debía ligar a ese chico, pues a ella la seguía ignorando. –continuó.
- Aarón, ¿no?
- Sí, Aarón. Lo que Verónica quería era que, si no podía estar ella con Aarón, tú tampoco debías estar con él. Prácticamente estaba a sus órdenes y movía mis hilos a su antojo.
- ¿Y tú se lo permitías?
- Me robó a mis amigas y no quería quedarme sola. –se ruborizó –No debí consentírselo… Yo no quería a Aarón, pero ella prefería que estuviera conmigo antes de que estuviera contigo… Hoy se creía que yo seguía con él, por eso ha ido a contármelo enseguida, y no me extrañaría que ahora se lo estuviera contando a alguien más… Por ejemplo, a Lydia.
- ¿A Lydia? Ella se lo contará a Marcos…
- Siento decírtelo así, pero tú te lo has buscado. Al hacer lo que has hecho te arriesgabas a perder a Marcos.
- Y a Aarón…

Me sonrió.

- No creo. Puede que Aarón esté enfadado contigo, es normal, porque creía que tenía nuevas posibilidades contigo y luego ha visto lo que ha visto y… Pero lleva años enamorado de ti, eso no lo va a cambiar nada ni nadie.
- ¿Y crees que Marcos no me quiere? –pregunté con tristeza –Porque parece que piensas que es más fácil que pierda a Marcos que a Aarón, como si mi novio no me quisiera…
- Claro que te quiere, pero no es lo mismo. Creciste junto a Aarón y siempre os habéis querido, aunque tardaseis en daros cuenta. Yo llegué más tarde, y he oído distintas versiones, pero todas coinciden en ello. Nadie puede hacer nada al respecto.
- Pero Marcos es mi novio…
- Sí, un novio que empezó a hablarte hace unos pocos meses, pero siempre te había despreciado incluso sin conocerte. No niego que te quiera, pero si se entera de lo de esta mañana no va a reaccionar como Aarón. Además, él sabe mejor que nadie lo que hay entre Aarón y tú y lo va a tener que asumir pronto.
- ¿Por qué me dices todo esto? ¿Desde cuándo te importa lo que me pase a mí? No es que no te agradezca tus palabras, pero me resulta raro.

Se giró hacia mí y me miró fijamente. Su sonrisa se había ampliado. Era una sonrisa cálida y amistosa. Realmente Anabel era muy guapa, aunque yo nunca lo hubiera querido ver por su relación con Aarón.

- No tengo nada contra ti, Natalia. Además, me he cansado de las tonterías de tu hermana, ahora voy a hacer lo que yo quiera.
- Eso es lo que deberías haber hecho desde el principio…
- Eso pienso yo. –miró la hora –Me marcho, tengo cosas que hacer.

Nos despedimos y se fue. Ya no me apetecía salir a dar una vuelta, lo único que quería era reflexionar sobre lo que habíamos hablado. Seguramente Anabel tenía razón. Marcos era muy diferente a Aarón, era imposible que reaccionase igual. Nuestra relación se terminaría en cuanto él se enterase de todo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Capítulo 50

*LYDIA*

Tras pasar por la librería y hablar con Eduardo y Sara para preguntarles dónde solía comer Marcos, me encaminé hacia allí. Era un restaurante que se encontraba a un par de calles de donde ellos trabajaban, por lo que no tardé ni cinco minutos.

Antes de entrar miré por el amplio cristal de la puerta del local, y le vi al fondo, riéndose con Jonathan. Entré y paré junto a ellos, que dejaron de hablar y me miraron.

- ¿Qué haces aquí?
- ¿Puedo sentarme?

Marcos iba a decir algo, pero Jonathan se lo impidió con un gesto y adelantándose a sus palabras.

- Claro, mujer, siéntate. ¿Quieres algo?
- No, gracias, sólo he venido a contarle una cosa a Marcos…
- Habla rápido y vete pronto. –replicó el aludido.
- He recibido la visita de Verónica y me ha contado que te ha visto salir del piso de Natalia y, un rato después, a Aarón. Por lo visto estaba con él cuando llegaste tú. –dije sin dar rodeos.

Ni siquiera Jonathan, la persona más alegre que conocía, dijo nada. Los dos continuaban mirándome como si esperaran algo de mí, pero yo sabía que no eran necesarias más palabras en aquel momento.

La reacción de Marcos no me sorprendió, en realidad me lo esperaba. Se levantó de la silla y salió enseguida del restaurante, con una cara que no expresaba ningún sentimiento agradable.

Jonathan le siguió con la mirada hasta que desapareció.

- ¿Por qué lo has hecho?
- Ya sabes lo que dicen, Jony, en el amor y en la guerra todo vale.
- ¿En este caso de qué se trata?
- Un poco de las dos cosas. –me reí.


*ANA*

Salí de la guardería a la hora de comer y con intención de ir a buscar a Sara y Eduardo para reunirnos con Marcos y Jonathan en el restaurante. Iba caminando por la calle cuando este último me paró.

- Se ha montado una buena… -me dijo.
- ¿Qué ha pasado?
- En resumen, Natalia se ha acostado con Aarón, luego con Marcos, Verónica se ha enterado, se lo ha dicho a Lydia y ella no ha tardado nada en buscar a Marcos para contárselo.
- ¿Y Marcos dónde está?
- Pues no lo sé. Se fue muy enfadado del restaurante y no sé dónde ha ido. Hay dos opciones…
- A por Aarón o a por Natalia… -susurré.
- Exacto.


*AARÓN*

Habían pasado unos quince minutos y aún seguía en el mismo lugar, en la misma posición y sintiéndome de igual manera. No podía creerme lo que había ocurrido, aquello no podía ser real…

Conseguí fijar la mirada tras pasar un rato con ella perdida, mirando a la nada. No tenía claro qué hora era exactamente, pero el timbre sonó. Apenas me había dado cuenta de ello y ya se había abierto la puerta, por lo que supuse que mi madre habría llegado, aunque no me había enterado de cuándo.

Sentí que alguien entraba en el salón y levanté la cabeza. Era Marcos y venía hacia mí con cara de pocos amigos.

- No me apetece hablar con nadie, y menos contigo.
- Pues a mí sí me apetece hablar.

Me agarró de la camiseta y me levantó del sofá. En cualquier otro momento me habría defendido de buena gana, pero aún estaba en estado de “shock”. Tampoco pude devolverle el puñetazo que me volvió a sentar.

- ¿No tienes nada que decirme, Aarón?
- No soy yo quien te ha puesto los cuernos.
- Entonces lo admites, ¿no?
- ¿Acaso lo dudabas? Si tuvieras alguna duda habrías preguntado primero en vez de atacarme.
- Bueno, de todas maneras te debía un puñetazo…
- ¿Y todo esto por qué me lo cuentas a mí? Creo que tu mayor problema es que tu novia te ha engañado conmigo, vete a hablar con ella.
- Métete en tus asuntos, Aarón. Natalia volvió por ti y tú la rechazaste, así que ahora no vengas cambiando de opinión.

Antes de que me pudiese dar cuenta recibí otro puñetazo, más fuerte que el anterior, y Marcos se marchó.

El portazo hizo que mi madre apareciese en el salón y me viera tirado en el sofá con la cara llena de sangre, la mayoría proveniente de una ceja partida, además de la que me salía de la nariz. Además sentía hinchados el pómulo y el párpado que habían recibido los golpes. Entre la sensación que me invadía desde la marcha de Anabel y la pérdida de sangre que me había ocasionado Marcos me sentía totalmente desorientado y no me enteré de que mi madre había parado la hemorragia y me había tapado la herida de la ceja.

domingo, 1 de agosto de 2010

Capítulo 49

*MARCOS*

A la una y media acabamos de trabajar, si se le podía llamar así a lo que habíamos hecho en toda la mañana, y nos fuimos a comer.

No dejaba de pensar en mi encuentro con mi novia, pero tampoco me quitaba de la cabeza lo que había visto junto a su cama, pues no terminaba de creerme la historia que me había contado, pero debía confiar en ella, aunque la había visto muy nerviosa…

Por otra parte, al principio ni siquiera me quería dejar entrar en su piso y parecía estar contando una mentira tras otra. ¿Me estaría ocultando algo? Nunca había desconfiado de nadie, y menos de ella, pero algo en mi interior me decía que las cosas no iban tan bien como yo creía, al menos como quería creer…

*AARÓN*

No tenía ni una mínima idea de qué era lo que quería decirme la que hasta hacía poco era mi novia, pero debía ser algo grave, pues le estaba costando empezar a hablar y cada vez estaba más nerviosa.

- Anabel, tranquila. Dime lo que sea, no puede ser tan malo, ¿no?

Clavó sus ojos azules en los míos y supe que me equivocaba. Era peor de lo que me imaginaba. Le rodeé los hombros con un brazo y con la otra mano giré su rostro hacia el mío, pues volvía a mirar hacia el suelo.

- Cuéntame qué te preocupa, no tengas miedo…
- Cierto, es algo que me preocupa, pero es porque he hecho algo muy malo. Y lo que temo no es contarlo, sino tu reacción. Me odiarás.

Esperé en silencio a que comenzara.

- Fue hace unos meses. Habías salido con tus amigos al parque y yo quedé con Fran en su casa…
- Ya me habías contado lo de Fran, no sé qué problema hay ahora. –dije cada vez más desconcertado.
- Simplemente te estoy intentando poner en situación, lo que quiero contarte es mucho peor.

Volvió a callar unos segundos antes de continuar hablando.

- Salí del piso de Fran y cogí mi coche. Según iba conduciendo iba en mi mundo sin enterarme muy bien de por dónde iba y cuando me fijé e intenté frenar…

Rompió a llorar y mi brazo se soltó de sus hombros y cayó casi sin vida. Ya no era dueño de mi cuerpo, no había ninguna reacción en mí. Estaba paralizado sin saber qué hacer o decir. Anabel no había terminado de contar la historia, pero no era necesario, parecía que estaba en aquella carretera de nuevo y veía el coche acercándose a mí. Sí, conocía ese coche, había montado varias veces en él, incluso lo había conducido en alguna ocasión.

Recordé el fuerte golpe que me dejó inconsciente como si lo estuviera recibiendo en ese momento. Todo era tan claro… Horas en coma, días y días de dolor, el cuerpo cubierto de heridas, una pierna escayolada, pérdida de bastante sangre… Todo me lo había provocado Anabel, y lo pero era que, tras dejarme tumbado sobre el frío asfalto, se había ido…

- No podía quedarme. –dijo, aún llorando – Tus amigos sabrían de dónde salía, seguro, y… -me miró – Lo siento, Aarón.

Mi cuerpo seguía totalmente inmóvil, mi mirada se perdía en la nada, lo veía todo borroso y la voz de Anabel llegaba distorsionada a mis oídos.

No sabría decir de dónde saqué las fuerzas para, sin mirarla, poder hablar.

- Márchate.

Mi voz fue un simple susurro que pronto se perdió y volvió a reinar el silencio. Anabel me miró y algo que vio en mi rostro hizo que no dijera nada y se marchara.

martes, 1 de junio de 2010

Capítulo 48

*ANABEL*

Sólo había llamado una vez antes de que Aarón abriese. Cuando le vi ante mí supe por qué no me había costado nada fingir que le quería. Rodeándole la cintura tenía una toalla que le tapaba hasta las rodillas, el resto del cuerpo quedaba a la vista, mostrando su figura atlética bajo su melena mojada.

- Eh… Hola Aarón…
- ¿Vas a pasar o quieres que me congele? –levantó una ceja mirándome divertido.
- Sí, claro.

Pasé al amplio salón mientras él se vestía en su dormitorio. Volvió enseguida vestido con una camiseta y unos vaqueros que no le quedaban nada mal. Se sentó junto a mí y me sonrió.

- Bueno, ¿y a qué has venido?
- Me he enterado de lo que ha pasado entre Natalia y tú. –le guiñé un ojo.
- ¿Cómo? No creo que te lo haya contado ella… Y somos los únicos que lo sabemos. Bueno, según parece no.

Fui consciente de que me había equivocado, no debería haber dicho nada. En realidad yo no debería saber aquello.

- Me lo ha dicho Verónica… -susurré avergonzada- Ha visto salir a Marcos del piso de su hermana y poco después a ti…
- Pues Verónica puede hacer un mal uso de esa información.
- ¿No te gustaría que Marcos se enterase y dejara a Natalia? Podríais estar juntos.

Me miró fijamente y me di cuenta de que estaba pensando en mis palabras.

- Natalia quiere a Marcos, no hay que ser muy listo para darse cuenta de ello.
- Mucho no le querrá si se ha liado contigo. Aarón, también te quiere a ti, siempre ha sido así, el tiempo no ha podido contra eso.
- Pero cuando yo la hacía daño, Marcos era quien la consolaba, quien le curaba las heridas que yo provocaba….

Permanecimos unos minutos en silencio, sin saber qué más añadir a aquella conversación. Como vi que él no tenía intención de hablar, lo hice yo.

- Aarón… En realidad venía a contarte algo…

Las dos esmeraldas de su rostro se posaron en mí con interés.

*EDUARDO*

Sara y yo llevábamos toda la mañana trabajando sin cesar. Parecía que a todo el mundo le había dado por comprar libros y material escolar aquel día. No habíamos parado de mostrar cuadernos, bajar libros de las estanterías, envolver regalos…

Llegada la una y media, la última persona que había en la librería con nosotros se marchó. Faltaba media hora para que cerráramos, pero probablemente nadie más aparecería. Nos sentamos en un par de sillas a descansar un poco.

- ¿Sabes que Aarón y Anabel ya no están juntos? –le pregunté.
- Sí, en Navidad vi a Anabel con su nuevo novio.
- Y supones lo que quiere Aarón ahora, ¿no?
- Ahora irá a por Natalia, ¿verdad? Pues ella está muy bien con Marcos, dile de mi parte que no se meta.
- Sara, ¿de verdad crees que si Aarón le dice un par de cosas a Natalia e intenta seducirla ella no va a caer?
- Sé que caería, porque sé que está loca por él, por eso quiero que no se acerque a ella. Aunque pensándolo bien…
- ¿Qué?
- Si yo fuera Aarón pasaría de ella, se lo ha buscado. Pero no sé qué es lo que siente por Marcos… Si Aarón va a por Natalia, ella le va a seguir el juego, y se va a meter en un buen lío si enreda con los dos.
- ¿Sabes lo que pienso? Que Natalia no sabe lo que quiere, y debería aclararse ya.
- Está claro que quiere a Aarón, pero con lo bien que se ha portado Marcos con ella… también le quiere a él.

Oí la puerta abrirse y miré.

- Pues me parece que alguien la va a ayudar a aclararse…

martes, 25 de mayo de 2010

Capítulo 47

*AARÓN*

Tras quince minutos conduciendo había llegado a casa. Nada más entrar mis zapatos habían volado cada uno en una dirección. Entré en mi habitación, me desvestí y me metí en la ducha. Abrí el grifo del agua fría y me puse debajo del chorro, que caía con fuerza sobre mí.

Aún podía sentir las caricias de Natalia sobre mi piel y sus labios rozando los míos… Años y años soñando con su cuerpo y al fin se había hecho realidad, pero mi felicidad se había esfumado en cuanto Marcos entró en la habitación. No me importaba haber tenido que esconderme en el armario, incluso me parecía interesante llevar lo mío con Natalia en secreto pero… Era como si siguiera contemplando aquella escena desde el interior del mueble de madera. Recordaba cada beso, cada roce… Por mi garganta surgió un grito que podía parecer incluso un rugido, de la rabia que contenía.

Seguí bajo el agua unos diez minutos más y, cuando me conseguí tranquilizar, salí. Volví a mi cuarto y me miré en el espejo de cuerpo entero que había junto a la cama. En mi cuerpo se notaba el tiempo que le había dedicado siempre al deporte, dando forma a mis músculos y fortaleciéndome. Mis nudillos estaban tirantes por la fuerza con la que cerraba los puños, y mi mandíbula los acompañaba tensándose. El pelo, mojado, volvía a caer sobre mis hombros como años atrás y se notaba que hacía unos días que no me afeitaba. Lo único que le quitaba agresividad a mi apariencia, con la toalla atada a la cintura, era la tristeza de mis ojos verdes…

*ANABEL*

Verónica se había marchado de vuelta al instituto, al menos eso me había dicho, y yo permanecía sentada en el único sillón de mi salón, sin nada interesante que hacer.

En esos momentos debería estar trabajando, pero me habían despedido, por eso había podido atender a la hermana de Natalia.

Contemplé un momento la televisión apagada y me levanté. Cogí las llaves del coche, una cazadora, el bolso y salí de casa.
Después de cinco minutos en el coche, llegué a mi objetivo.

*LYDIA*

- Verónica, ¿qué haces aquí? Creí que estarías en clase.

Me encontraba sola en casa, pues Cristina y Ruth habían ido a comprar, hasta que el timbre había sonado.

- Sí, debería estar en clase, pero no me apetecía demasiado. –se rió- ¿Puedo pasar?
- Por supuesto, pasa.

Pasamos a la cocina, donde momentos antes me encontraba haciendo la comida, y se sentó en una silla.

- Bueno, dime, ¿a qué has venido?
- Tengo algo muy interesante que contarte, Lydia.

Me giré intrigada.

- ¿De qué se trata?

Jugó con una de las naranjas del frutero que reposaba sobre la pequeña mesa de metal antes de empezar a relatarme su historia.

- Vengo de casa de mi hermana. No de su interior, sino de la acera de enfrente…
- ¿Y eso que tiene que ver conmigo?
- Pues mucho, o eso creo.

Definitivamente abandoné la cazuela en la que se estaba cociendo la comida, no sin antes apagarlo para no preparar un desastre desentendiéndome de ella. Tras esto, me senté junto a Verónica.

- ¿Por qué no me lo dices ya y te dejas de historias?
- No seas impaciente… Lo bueno se hace esperar.
- Parece que la información que posees es muy valiosa.
- ¿Quieres que Marcos vuelva aquí? Es decir, ¿junto a ti?
- Sabes que sí, Verónica.
- Está bien… Tú no quieres a Marcos, lo sé, lo único que te interesa es… pasártelo bien con él, pero la verdad es que me importa bastante poco.
- ¿Adónde quieres llegar con todo esto? Déjate de rodeos.
- Marcos está con mi hermana y sé que quieres que eso acabe. –calló un momento- Mientras paseaba cerca del piso de Natalia, he visto salir a su novio más contento que unas castañuelas…
- No creo que acabasen de ver la televisión… ¿Por qué me cuentas todo esto?
- … y momentos después salía Aarón del mismo portal.

Pasé unos minutos buscando las distintas interpretaciones que podía tener esa frase, y sólo se me ocurrió una.

- ¿Crees que…?
- Sí, creo que mi hermana estaba con Aarón divirtiéndose y después se ha divertido con su novio. Lo que no sé es dónde se habrá metido Aarón mientras tanto, porque no creo que se haya mostrado ante Marcos…
- Ya, yo pienso igual. –me reí- Gracias por contármelo, esto cambia mucho las cosas.
- De nada, para eso estamos, amiga.

Nos despedimos con dos besos y volví a quedarme sola, pero la sensación de ese momento era muy diferente a la que sentía antes de la visita de Verónica.