TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

viernes, 19 de marzo de 2010

Capítulo 36

*NATALIA*
No pude evitar que Aarón golpease a Marcos. Estaba en el suelo, sangrando por la boca y por la nariz.
- ¡Eres un bestia! ¿Por qué lo has hecho? –dije mientras me acercaba a Marcos.
- Aléjate de ella o la próxima vez te dejaré peor…
Me volví a acercar a él cuando Marcos se hubo levantado.
- No se va a alejare mí porque a ti te dé la gana, ¿entiendes? YO no quiero que se aleje de mí, aunque de ti no opino lo mismo.
- Pero Natalia, he venido porque estaba preocupado por ti… -me dijo con un tono bastante calmado.
- Te agradezco tu preocupación, Aarón, pero estoy bien, te puedes ir.
- No quiero irme. Quiero quedarme contigo.
- Pero yo no quiero que te quedes. Vete y no te vuelvas a acercar a mí, y a Marcos tampoco. –dije mientras cerraba la puerta.
Fui a buscar a Marcos, quien había encontrado el cuarto de baño y se estaba limpiando la sangre. Le abracé por la espalda y nos observamos a través del espejo.
- ¿Te ha hecho mucho daño?
- No te preocupes, Aarón nunca ha tenido mucha fuerza…
- ¡Pero si te ha tirado al suelo!
- Ha sido porque no lo he visto venir, pero si hubiera sido yo le habría dejado sin nariz…
- No, si hubieras sido tú no le habrías golpeado…
- No sé qué decirte…
- El labio sí que lo tienes bastante mal.
- Parece que es mucho porque se ha hinchado, pero no es para tanto. Ni siquiera necesito puntos. Sólo es una herida.
- Te quedará cicatriz…
- No me importa. Estoy lleno de cicatrices. Pero no te podré besar. No porque no quiera, sino porque escuece un poco. –me sonrió levemente.
- Siempre puedes tapar la cicatriz con un tatuaje nuevo… -me reí. –Y no sonrías, que se te abre más la herida. –le besé en la mejilla.
- Creo que Aarón sigue enamorado de ti.
- Me da igual.

jueves, 18 de marzo de 2010

Capítulo 35

*NATALIA*
Estaba a solas con Marcos en mi antiguo piso, sentados en el sofá y mirándonos. Nos estábamos diciendo miles de cosas sin necesidad de palabras. Cada vez estábamos más cerca el uno del otro y pronto nos estuvimos besando.
Esa vez no se separó de mí, y yo me pegué más a él.
Realmente aquel era nuestro primer beso sin estar bajo los efectos del alcohol, y no quise que acabara nunca. Disfrutaba de la compañía de Marcos y sentía que quería estar siempre junto a él. Entonces me di cuenta de que junto a Aarón había sentido lo mismo años atrás, y todo había acabado mal.
Nos separamos poco a poco y me sonrió. Yo no fui capaz al tener esas ideas en mi cabeza, pero mi expresión era neutral, tampoco reflejaba preocupación, y no se dio cuenta.
Cuando se estaba acercando de nuevo a mí, sonó el timbre.
- ¿Quién puede ser?
- Se habrán confundido… -dije lo que había pensado antes de encontrarme con él.
En ese momento sí utilicé la mirilla, no quería llevarme más sorpresas, algo que no funcionó.
- ¿Qué ocurre? –preguntó al ver la sorpresa, e incluso el susto, en mi rostro.




*VERÓNICA*
Estaba totalmente aburrida en casa y decidí ir a visitar a mis amigas.
Llegué enseguida, ya que no vivían lejos. Me abrió la puerta Cristina y en el salón estaban Ruth y Eduardo.
- ¿Y Lydia? –pregunté cuando ya me había sentado.
- Como le dijiste que no podía ir a ver a tu hermana, lleva toda la tarde buscando a Marcos por toda la ciudad. –me contestó Cristina.
- Como es tan pequeña… -me reí.
- Pues no creo que llegue a encontrarlo. –dijo Eduardo.
- ¿Por qué? –preguntó Ruth.
- Porque Marcos no está en Madrid.
Las tres le interrogamos con la mirada.

*MARCOS*
- Natalia, ¿qué ocurre? ¿Quién es?
Como seguía sin responderme me acerqué a la puerta y, tras apartarla con cuidado, miré por la mirilla. No necesité observar mucho tiempo para saber quién era.
Abrí y me quedé frente al visitante.
- ¿Qué haces tú aquí? –me preguntó.
- ¿Y a ti qué te importa? Tú no pintas nada aquí.
- He venido a ver si está aquí Natalia.
Abrí un poco más la puerta para que la viese.
- Ya has visto que sí está aquí, y está perfectamente. Lárgate.
- Así que para eso has venido aquí, ¿no Natalia? Habíais quedado para estar juntos… ¿Por qué tan lejos? ¿Por qué no avisaste a nadie? Tus amigas están preocupadas por ti…
- No hables de lo que no sabes, Aarón. Marcos ha venido por la misma razón que tú, a buscarme, así que deja de inventarte historias.
- ¿Y entonces para qué has venido aquí? –su voz fue subiendo de volumen.
- ¡Eh! Baja la voz. –le dije.
- ¡Tú cállate!
No me di cuenta de su enfado hasta que estuve tirado en el suelo, después de recibir un fuerte puñetazo.

domingo, 14 de marzo de 2010

Capítulo 34

*NATALIA*
Marcos esperaba a que empezase a contarle toda la historia, por lo que no lo retrasé más.
- Cuando entré en casa, después de irte tú, me llamó mi padre. Me dijo que iba a venir a verme, para hablar conmigo. Conoces toda la historia, ¿verdad?
Era imposible guardar un secreto viviendo con un par de cotillas. Estaba segura de que se lo habían contado.
- Sí, Aarón nos lo contó, no recuerdo cómo salió el tema.
¿Aarón? ¿Había sido Aarón quien había difundido mi historia? Me costaba creerlo, pero confiaba en Marcos.
- Vale, pues sólo le importaba saber si hice lo que me mandó.
- ¿Y por qué viniste a encontrarte con él? Creí que le odiabas…
- Y le odio, pero si venía y no me encontraba aquí iría a buscarme a Madrid, y si se entera de que ahora vivo allí… No me agrada la idea de que vaya a verme. Prefiero que desconozca mi nueva dirección. Y el móvil se apagó, no tiene batería.
- Comprendo… ¿Y por qué has llorado? ¿Te ha hecho algo ese…?
- No, Marcos, no me ha hecho nada, tranquilo. He llorado, sí, pero por la sensación de angustia y rabia que tenía en mi interior. Necesitaba soltarlo.
- ¿Y qué te pasa en el pie? –formuló la única pregunta que me quedaba por responder.
- Le he pegado una patada a la puerta cuando se ha marchado… -me reí.

*LYDIA*
Verónica me había dicho que no fuera a casa de su hermana. Tras preguntarle las razones por las que no debería ir, me confesó que había desaparecido. Nadie sabía nada de ella desde la noche anterior.
Realmente me alegré y deseé que no regresara nunca, pero aun así le pedí a Verónica su dirección, por si volvía.

*ANABEL*
A las seis de la tarde, como cada día, salí de trabajar. Cogí el primer autobús que pasó por allí y me fui a casa.
Nada más entrar, el silencio me anunció que mi madre no estaba.
No se me ocurría dónde podía haber ido, pero no me alarmé. Sabía cuidarse sola.
Dejé el bolso y la cazadora en el perchero de la entrada y fui al salón. Sobre la mesita de café encontré una nota, en la que reconocí la letra de mi madre.

“Anabel, me marcho.
Sé que te lo podía haber dicho esta mañana, o incluso ayer, pero no recordaba la hora de mi billete de tren y pensé que estaría en casa cuando llegase la hora.
Vuelvo a Barcelona con Juan.
Gracias por acogerme estos días, he sentido que estábamos unidas.
Volveré cuando tú me lo pidas.
Un beso,
Mamá.”

Rompí el papel y lo tiré a la basura. Volvía a estar sola, no tendría que llevar otra vez a mi madre de compras.
Me senté en el sofá y encendí el televisor. Lo único que me apetecía en aquel momento era relajarme y no pensar en nada. Intenté liberar mi mente de preocupaciones, pero no lo conseguí. No paraba de darle vueltas a lo de Marcos. Cada vez estaba más segura de que me estaba poniendo a prueba, lo sabía todo, y yo ya no podía más, necesitaba soltarlo. Se lo iba a contar a Aarón.

viernes, 12 de marzo de 2010

Capítulo 33

*AARÓN*
Aunque mi madre había insistido hasta aburrir no había conseguido que comiera nada. Mi estómago estaba totalmente cerrado, no admitiría nada aunque lo intentase.
Sólo pensaba en Natalia, anhelaba su mirada, su sonrisa, su voz…
- ¡Sevilla! –exclamé de pronto, y mi madre pegó un bote en la silla, del susto que le había dado.
- ¿Qué dices de Sevilla? ¿Estás tonto o qué?
- No, mamá, no estoy tonto. Me acabo de dar cuenta de que hace doce años que sé dónde puede estar Natalia cuando no está aquí.
- ¿Y qué? ¿Te piensas que vas a ir a Sevilla a buscarla? No, hijo, no lo pienso permitir. Esa chica te hizo daño y no se merece que te preocupes tanto por ella. No me extrañaría que quien tuvo la culpa de que entrases en coma fuese ella…
- ¿Pero qué estás diciendo? ¿Tú te estás escuchando? ¡Aquello fue un accidente!
- Sí, claro, un accidente… Por eso quien provocó ese accidente, como tú lo llamas, te dejó inconsciente en medio de la carretera, para que otro coche te pudiera aplastar cuando pasase por allí.
- ¿Y qué tiene que ver Natalia en todo esto?
- Ya puesta a hacer daño… ¿Qué importa un poquito más?
- Estás loca, mamá. Lo siento, pero no pienso quedarme aquí pensando que Natalia puede estar en Sevilla y sin hacer nada. Voy a ir a buscarla…
- ¿Y si no está allí?
- Pues seguiré como estoy ahora, pero al menos lo habré intentado. Pero si está allí se acabarán mis preocupaciones.
No permití que dijera nada más, aunque seguramente no tuviera esa intención. Me conocía demasiado bien como para saber que no me iba a convencer.

*SARA*
Volvió a sonar el timbre, pero ya no me ilusioné pensando que podía ser Natalia, no quería llevarme otra decepción. Si era ella, ya tendría tiempo de alegrarme cuando abriese la puerta.
No había ido a trabajar, Eduardo lo había comprendido cuando le había llamado.
Ana sí que se había marchado, no se podía arriesgar a que la despidieran.
Abrí la puerta al fin.
- Hola Sara. –dijo Aarón.
- Hola Aarón. Antes de que preguntes ya te contesto. No, no sabemos nada de ella.
- Venía a preguntar por la dirección de Natalia en Sevilla. Podría estar ahí, ¿no crees?
Pensé en Marcos, ya estaría allí, pero no quise decirle nada a Aarón, no quería meterme en sus asuntos.
- Bueno, ¿tienes la dirección o no? –preguntó, sacándome de mis pensamientos.
- Sí, espera.
Antes de darle la hoja a Marcos habíamos hecho otra copia con la dirección y entonces hice otra. Queríamos tener una en casa, para otra situación parecida, que esperábamos que no volviera a ocurrir.
Se lo di y enseguida se fue, sin despedirse apenas.
- La que se va a montar… -dije mientras veía la puerta del portal cerrarse.

jueves, 4 de marzo de 2010

Capítulo 32

*ANA*
Eran las cuatro de la tarde y nuestra amiga no aparecía. Seguíamos sin tener ninguna noticia de ella.
Estábamos sentadas en el salón, antes de irnos a trabajar, cuando llamaron al timbre.
Llegamos a la puerta a la velocidad de la luz, pero no era Natalia quien esperaba al otro lado.
- Hola Marcos –saludé sin ocultar mi decepción.
- Hola, ¿tenéis noticias?
- No sabemos nada… -contestó Sara mirando al suelo. -¿Y tú?
- Tampoco, pero creo que tengo una idea… -nuestros rostros se iluminaron- ¿Tenéis la dirección de su piso de Sevilla?
- Sí, lo apuntó en una hoja cuando llegó a vivir aquí, no sabemos por qué.
Mientras Sara buscaba la hoja, Marcos y yo permanecimos en la puerta.
- ¿Crees que puede estar allí? –pregunté.
- Cada vez estoy más seguro. No sé, algo me dice que mire allí.
Sara llegó con un trozo de papel amarillo en el que unas palabras de color negro habían sido olvidadas un mes y medio atrás y que ahora recuperábamos.
- Aquí está –le dio la hoja a Marcos.
- Gracias. Espero poder encontrarla allí, porque si no estaremos igual que antes.
- Vamos contigo –dije, y Sara asintió.
- No, quedaros aquí. Si vuelve deberíais estar esperándola. Además, tenéis que trabajar –sonrió.
- Vale, tienes razón. Cuando llegues allí llámanos, esté o no esté.
- Lo haré.
Y se marchó.

*NATALIA*
- Tengo que irme, hay una persona esperándome en Barcelona. Bueno, eso creo…
- ¿Eso crees? ¿Tan mal os va? –me burlé.
- Si he venido aquí es porque ella no estaba, y me aburría yo solo.
- ¿Y dónde estaba tu novia?
- En Madrid, me parece. Lleva un par de días allí.
Al oír el nombre de la ciudad en la que vivía, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sólo deseaba que aquella mujer hubiera estado en la otra punta de la capital… Madrid era demasiado grande para haber coincidido con ella.
- Me marcho ya. Volverás a tener noticias mías, te lo aseguro.
Ni siquiera me molesté en contestarle. Salió y escuché la puerta cerrarse a mi espalda.
Me había controlado en su presencia, pero no podía soportarlo más. La rabia se acumulaba en mi cuerpo y empezó a hacerse notar, asomándose en forma de lágrimas.
Aquella pequeñas perlas de agua salada recorrían mi rostro sin que yo hiciera nada por impedírselo. Me apetecía destrozar todos los muebles que poblaban la casa en la que había vivido mis peores momentos, pero lo único que hice fue darle una patada a la puerta, haciéndome daño, algo que no me importó.
A las cinco y media sonó el timbre. Deseé con todas mis fuerzas que no fuese mi padre, que se hubieran equivocado de piso.
Siguieron llamando y me levanté de la silla en la que me había sentado por el dolor que pronto había acudido a mi pie.
Antes de abrir no observé por la mirilla, por lo que la sorpresa fue mayor…
Nos contemplamos durante un minuto más o menos, sin pronunciar palabra.
Yo debía de tener un aspecto horrible, con los ojos hinchados de llorar, el pelo alborotado, y un pie en el aire, sin apoyarlo en el suelo. Marcos, por el contrario, estaba más que guapo con una gran sonrisa en su rostro y las gafas de sol en la cabeza, apartándole sus cabellos rubios de los ojos, unos ojos que no apartaba de mí.
Antes de que me diese cuenta nos estábamos abrazando y entonces me dio un beso en los labios, que yo le devolví, pero se separó de mí, arrepentido.
- Lo siento, ha sido la emoción… -dijo, comenzando a ponerse más rojo que mis propios ojos.
- No te preocupes, Marcos –me acerqué a él y volví a abrazarle.
- Estaba muy preocupado… -confesó.
Sonreí ampliamente, pero él no lo vio.
- ¿Por qué te viniste así, sin avisar? ¿Por qué tienes el móvil apagado? ¿Por qué tienes los ojos hinchados? ¿Has llorado?
- Cuántas preguntas… -dije, agarrándole de la mano y llevándolo al sofá conmigo.
- ¿Qué te pasa en el pie?
- ¿No deberías dejarme responder antes de seguir preguntándome?
- Tienes razón. Te escucho. –dijo, sin soltar mis manos.

Capítulo 31

*AARÓN*
Nada. Ni rastro de ella, y su móvil, apagado.
Empezaba a pensar que no la encontraría nunca, que no volvería a ver su rostro.
Bajé del autobús en el que había estado montado la última hora y entré al parque a sentarme en un banco. Necesitaba descansar de las muletas. Mis brazos se cansaban y mi pierna derecha no iba a soportar mucho tiempo más el ser la única que apoyaba en el suelo.
“Dichosa escayola… No hace más que molestar. Si no la tuviera podría ir en coche y avanzaría más…”
No hacía más que lamentarme por haber discutido con Natalia. Si no me hubiera enfadado no me habría ido así del parque y probablemente mi pierna estaría bien.
También me arrepentía de haberme enfadado al día siguiente a la fiesta.
Pronto descarté esos momentos en mi memoria y me dejé llevar por otros recuerdos, más lejanos pero más intensos, por lo que seguían permaneciendo en mi mente.
Mis pensamientos me llevaron hacia una tarde de verano doce años atrás, cuando estaba a punto de cumplir ocho años. Era el primer día de las vacaciones de verano y mis amigos habían quedado en el parque por la tarde y me pidieron que fuera con ellos, pero mi madre no me lo permitía, quería que le ayudara en casa. Creí que ese día no podría salir, pero finalmente lo conseguí y conocí a Natalia. Aquella tarde estuve separado de mis amigos, pero apenas noté su ausencia al estar junto a aquella niña, que con su sonrisa y su mirada inocente llenó mi verano. Pronto se convirtió en una gran amiga de la que cada vez me costaba más separarme, hasta que me di cuenta de que me había enamorado de ella y se lo demostré con un beso para celebrar el comienzo de un nuevo año, y en el que estuvimos juntos y fuimos felices.
El siguiente año fue el que verdaderamente me marcó. En verano cumplí diecisiete y lo celebré junto a ella, pero esas navidades se me quitaron las ganas de celebrar nada, pues no volvió.
Los dos años siguientes permanecían borrosos en mi mente. Siempre me había resultado fácil olvidar lo que me hacía daño, y aquellos dos años habían sido especialmente duros para mí, pues desde que conocí a Natalia no me había separado de ella, aunque intentaba quedar con ella a diferentes horas que con mis amigos…
Mi memoria entonces llegó hasta el día en que vi que había vuelto. Mi cerebro paró en su rostro. Parecía una película a la que le había puesto el “pause”. Aquel día lo pasé mal, y ella también, lo que me dolió más aún, pues le había prometido que nunca le haría daño, y había roto mi promesa. Fue entonces cuando me di verdadera cuenta de que no había dejado de pensar en Natalia, y de que no quería a Anabel.
Dejé de viajar por mis recuerdos cuando sentí la lluvia sobre mí. Recogí enseguida las muletas y fui lo más rápido posible hacia el lugar techado más cercano, a esperar el próximo autobús para volver a casa.
Sólo deseaba el regreso de Natalia, volver a ver sus ojos marrones y su dulce sonrisa, la que hacía tiempo que no veía proyectada en mi dirección.

*MARCOS*
Desde que había vuelto a casa tras hablar con Anabel mi cerebro no había cesado su funcionamiento. ¿Dónde estaba Natalia?
Dos pensamientos eran los que se entremezclaban en mi interior. Por una parte pensaba en Natalia, en su desaparición, en que había podido verla antes de que se esfumara y en la intensidad de mis sentimientos hacia ella. Sentía más que nunca que estaba enamorado de ella y que necesitaba estar con ella, rozar sus labios con los míos…
La otra parte recordaba mi conversación con Anabel, el comienzo de mi plan para ponerla tan nerviosa y hacerla sufrir de tal manera que confesase directamente a Aarón. No podía seguir engañándolo más. ¿Él la quería? Mis dudas aumentaban a cada instante. Probablemente Natalia estaría de nuevo en primera posición en la carrera hacia Aarón, hacia su corazón…
Entonces en mi mente se formó una idea. ¿Podría ser que Natalia hubiera vuelto a Sevilla? ¿De quién sería la llamada que había recibido? Fuese quien fuses la persona que había marcado su número le había llevado hasta la capital andaluza, estaba seguro.
Cogí las llaves y salí a la calle. Mi coche estaba aparcado justo enfrente, como esperándome.
Monté y rápidamente estuve conduciendo hacia mi objetivo. Mi próxima parada era el piso de Natalia, el de Madrid, para preguntar su otra dirección.