TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

sábado, 6 de febrero de 2010

Capítulo 23

*MARCOS*
No volví a salir de mi habitación en lo que quedaba de día. Aarón se había quedado a comer y no tenía ganas de verle mirándome por encima del hombro, creyéndose superior a mí, y no quería volver a discutir con él, o la cosa terminaría muy mal.
Había dejado el sujetador de Natalia encima de mi mesilla, y no dejaba de observarlo, intentando recordar la noche anterior. Mi memoria llegaba hasta el momento en el que estábamos bailando juntos, pero a partir de ahí todo estaba borroso…
“Maldito alcohol… Aunque, en realidad, gracias a él hubo algo entre Natalia y yo, algo que de otra forma no habría conseguido… Bueno, pero, ¿de qué sirve si no puedo recordarlo?”
Me tiré en la cama y por lo visto me dormí, ya que cuando me quise dar cuenta estaba amaneciendo. Me acerqué a la ventana para observar aquella maravilla. Recordé la primera vez que lo vi y sonreí.
Me vestí y salí de casa. Cogí el coche y fui a ver a Natalia.
Llamé una sola vez y enseguida me abrió. Estaba guapa hasta en pijama.
- ¿Te he despertado?
- No, estaba viendo el amanecer.
Entramos y fuimos a su habitación. Nos sentamos en su cama.
- Te traigo algo…
Se lo di y se sonrojó. Estaba verdaderamente hermosa cuando se sonrojaba.
- Gracias… -y enseguida se lo guardó. –no lo encontré cuando busqué mi ropa en tu habitación…
- Lo encontré debajo de la cama…
Estuvimos un rato en silencio, un silencio algo incómodo. Parecía que quería decir algo, pero le costaba.
- Marcos… -dijo al fin –siento haberme puesto así ayer. No te tenía que haber gritado… Si no hubiera bebido tanto no habría pasado nada. Yo sola me lo busqué.
- No te preocupes, la culpa fue mía, por hacerme ilusiones. Tenía que haberlo dejado correr.
- Pero…
- Es igual, no importa. Me tengo que ir. Ya nos veremos.
- ¿Tan pronto?
- Algunos trabajamos. –le sonreí -¿Cómo te crees que pagamos la casa?
- Claro… ¿Y en qué trabajas?
- En una tienda de ordenadores. Vendemos productos y además arreglamos equipos. Jonathan trabaja en el mismo lugar que yo… Por cierto, tus amigas también se tendrán que ir al curro dentro de un rato… Porque, aunque no lo parezca, ellas también trabajan, pero dio la casualidad de que las dieron las vacaciones a la vez.
- Sí, lo sé. ¿Y por qué sabes tanto de mis amigas?
- Íbamos juntos a clase. ¿No te lo han dicho?
- Sí, me lo han dicho, pero para saber lo de las vacaciones y todo eso…
Me reí. Su cara de susto me hizo pensar que creía que vigilaba a sus amigas.
- Nos llevamos bastante bien. A veces hablábamos, pero cuando empezamos a salir con las amigas de Anabel nos distanciamos un poco… Pero ahora queremos volver a tener contacto.
Miré el reloj. Si no me marchaba enseguida, llegaría tarde, pero estaba tan bien con ella…
- Anda, vete ya… -dijo, adivinando lo que me preocupaba. –Ya hablaremos en otro momento.
Y, antes de que pudiera decir o hacer algo, me dio un gran abrazo, que yo la devolví de buena gana.
- Venga, tortolitos, que ya es tarde. –dijo Sara, que estaba en medio del pasillo. –Marcos, ¿nos llevas en el coche?
- Claro, vamos. Adiós Natalia.
- Adiós a todos.

*NATALIA*
Me quedé sola, otra vez. El lugar de trabajo de Marcos, el de Ana y el de Sara estaban muy cerca, y se habían ido juntos.
Ana trabajaba en una guardería y estaba muy ilusionada, la encantaban los niños. Iba a ser una buena madre…
Sara era librera a unos metros de la guardería. La librería pertenecía a los padres de Eduardo, y él también trabajaba allí.
Era una casualidad que todos trabajasen tan cerca, lo que hacía que se llevasen mejor. Los únicos que faltaban eran Anabel y Aarón, y las amigas de ella.
Aarón no trabajaba, su madre tenía un gran negocio en el mundo de la moda y mucho dinero, y le pagaba todos sus caprichos. Anabel, por el contrario, estaba pluriempleada. Por las mañanas era cajera en un supermercado y por las tardes, a veces noches, trabajaba de camarera en un restaurante, ya que vivía sola y no tenía otro remedio para pagar el piso. Su madre vivía en Barcelona y a su padre no le conocía, al menos eso me habían contado Ana y Sara en nuestras tardes de cotilleos.
Conocía las vidas de todos ellos casi tan bien como la mía.
- Dios mío, esto no es vida… Creo que debería buscarme un trabajo, aunque no tenga problemas para pagar el piso, pero necesito hacer algo para entretenerme, no puedo seguir así.
Era consciente de que estaba hablando sola, pero me daba igual, no había nadie que pudiera tomarme por loca, ni siquiera había otro ser vivo en el piso.
- Deberíamos comprar un perro o algo…
El reloj marcaba las nueve, y la iglesia que había cerca comenzó a dar las campanadas.
Como seguía sin ocurrírseme qué hacer, desayuné, me vestí y decidí ir a hacer la compra, ya que no teníamos nada en la nevera.
- Menudo lunes me espera… -dije mientras salía de casa.

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