TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

jueves, 25 de febrero de 2010

Capítulo 30

*AARÓN*
Llevaba todo el día metido en el autobús, buscando desesperadamente a Natalia.
Había recorrido gran parte de Madrid, sin obtener resultados. Cada poco tiempo intentaba hablar con ella, pero su móvil seguía apagado.
Todos los autobuses terminaban su recorrido en la parada de enfrente de nuestro parque, por lo que, tras bajarme de uno y mientras esperaba al siguiente que me llevase a otro lugar, miraba dentro, con la esperanza de encontrarla allí.
“Natalia… ¿dónde estás? Te extraño más que nunca. Necesito verte…”

*NATALIA*
- Hola. –saludé de mala gana cuando le vi entrar.
- Te veo bien… Ya eres toda una mujer…
- Sí, claro… ¿Por qué has venido?
- ¿No te alegras de verme?
Aún recordaba todo lo que había llorado por culpa de aquel hombre. Mis intentos de olvidarlo habían sido en vano, y todo empeoraba con su regreso.
La llamada de mi padre había sido lo peor de los últimos cuatro años.
Me había llamado para decirme que iba a ir a Sevilla a visitarme, aunque no parecía una visita de cortesía. Supuse que pensaba que seguía viviendo allí, y no quise contradecirle contándole que me había marchado, no me apetecía que cualquier día se le ocurriera ir a Madrid a verme…
Me encontraba ante la persona a la que más odiaba en el mundo, de vuelta en la casa que años atrás me parecía una mansión de lo vacía que la veía, de lo sola que estaba.
- ¿Por qué has venido? –repetí.
- Para hablar un rato con mi hija. ¿Tan raro te parece?
- Teniendo en cuenta que nunca hemos hablado… Pues sí, un poco raro sí que es.
- He venido para saber qué has hecho estos cuatro años, si me obedeciste o no. –confesó al fin.
Sabía que no se preocupaba por mi salud o por mis estudios, sólo por conservar su reputación de buen padre ante mi madre, o eso pensaba él, ya que ignoraba que mi madre estaba al corriente de todo.
- Sí, obedecí. –gruñí –Seguí yendo a Madrid y continué con la rutina.
- He de confesarte algo… Pensé que no me contestarías la llamada, pero no porque estuvieses enfadada conmigo, sino porque pensé que ahora mismo ya estarías muerta. ¿De qué te alimentabas?
- Aunque te suene extraño, hay gente buena por el mundo que ayuda a los demás. Me cuidó la vecina, hasta que murió… -no pude evitar mostrarme triste.
- ¿QUÉ? ¿Se lo contaste a la vecina? –su voz pareció un rugido, y se puso rojo de rabia.
- No, no se lo conté. Por lo visto se dio cuenta ella sola de que no te habías ido de viaje de trabajo cuando vio que no volvías… Era bastante evidente, la verdad… -dije, aparentando cala, pero empezaba a asustarme.

Miró su reloj y mis ojos se deslizaron hacia el que reposaba encima del televisor antes de volver a su rostro. Las tres y cuarto.
Por la ventana asomaban los rayos de un sol que anhelaba, me volvía a sentir encerrada en aquel lugar. Ansiaba marcharme pronto de allí, pero con mi padre cerca no podía hacerlo.
Entonces sentí que esos rayos se tornaban verdes, aunque seguían siendo de un amarillo intenso, pero los sentí verdes, verde esperanza, cuando volvió a mirar el reloj y empezó a ponerse nervioso. ¿Se marcharía ya?

lunes, 22 de febrero de 2010

Capítulo 29

*ANABEL*
Necesitaba saber si Marcos sabía que yo había atropellado a Aarón, porque si no era por eso, desconocía las causas de su enfado conmigo. Además tenía que preguntarle si se lo había contado a alguien… Llevaba tiempo sin ver a Aarón, por lo que no había podido comprobar si sabía algo. ¿O era ésa la razón por la que no nos habíamos vuelto a ver?
Marqué el número de Marcos y esperé. Cuando estaba a punto de colgar, contestó.
- Marcos, me gustaría hablar contigo de un asunto.
- ¿Sigues teniendo el coche en el taller?
- Pues sí, ¿Por qué?
- Nada, nada, ¿a qué hora quedamos?
- ¿En media hora en el parque?
- Vale. Hasta luego.
Y me colgó enseguida.
Bajé a la parada de autobús y en veinte minutos llegué a nuestro punto de encuentro. A las once en punto apareció Marcos.
- No tengo mucho tiempo para regalártelo a ti. Tengo cosas más importantes que hacer. –dijo nada más llegar.
- Sólo te robaré unos pocos minutos.
- Vale, pero dime algo primero. ¿Cómo descubriste que los frenos del coche funcionaban mal?
- Tuve un accidente. Me choqué.
- Ah… Te chocaste. ¿Contra qué?
Empezaba a ponerme nerviosa. Aún no sabía si él conocía todos los detalles del atropello de mi novio, por lo que no iba a hablar de ese tema, no me apetecía meter la pata.
- Contra un árbol en medio de la calle.
- ¿Y qué hacías conduciendo hacia un árbol? ¿Te piensas que soy tonto o qué?
- No, Marcos, no pienso que seas tonto… Eres demasiado listo…
- ¿Dónde estaba cuando te llamó Edu para darte la noticia sobre Aarón?
- En mi casa. Acababa de guardar…digo…de llegar. –corregí antes de delatarme por completo.
- He estado con Aarón esta mañana. ¿A que no adivinas dónde me lo he encontrado? –dijo con una sonrisa de maldad. –Frente al portal de Natalia, que iba a visitarla… Qué raro, ¿no? A ella la va a ver a casa y a ti ni te llama… Por cierto, te perdiste una gran fiesta el sábado.
- Ya lo sé, me lo contó Verónica. Oye, Marcos, me tengo que ir a trabajar, ¿vale? Ya hablaremos. –dije mientras me alejaba de él.
- Claro… aún tenemos un tema pendiente… -le oí mientras salía, dejándole allí, de pie en medio del parque.

*VERÓNICA*
Mientras soportaba al profesor de matemáticas y dibujaba tonterías en el cuaderno, recordé las palabras de Anabel el pasado domingo.
Tras lo ocurrido mi idea había sido que ella estuviera siempre junto a Aarón, cuidándole y prestándole toda la atención posible, así él se daría cuenta de que Anabel estaba con él y Natalia no, pero tras conocer toda la historia mis planes ya no servían para nada.
Lo único que me interesaba en ese momento era que Aarón no se enterase, pues si alguien se lo contaba lo dejaría con Anabel, y Natalia tendría posibilidades. ¿O no? Había escuchado decir a Ruth que entre mi hermana y Marcos había habido algo, pero desconocía el interés de ella… ¿Querría algo con él?

*LYDIA*
Sabía perfectamente que la tal Natalia no trabajaba, pero desconocía dónde vivía, para hacerle una pequeña visita de cortesía, aunque por eso no había problema, estaba segura de que su hermana lo sabía.
A las dos y media, cuando Verónica salía del instituto, la llamé al móvil.
- ¿Verónica?

jueves, 18 de febrero de 2010

Capítulo 28

*AARÓN*
Llevaba todo el día sin salir de casa, tumbado en la cama y pensando en Natalia.
Quería hablar con ella, pero pensé que era tarde. Ya hablaríamos al día siguiente.
Encendí la radio y poco a poco me fui durmiendo.

A la mañana siguiente me desperté a las nueve. Me vestí rápidamente y salí de casa, sin desayunar y dejando a mi madre con la palabra en la boca.
Veinte minutos más tarde doblaba la esquina en la que comenzaba la calle de Natalia.
Casi al mismo tiempo, una figura aparecía por una callejuela en el extremo opuesto y caminaba hacia donde yo me encontraba. A medida que me acercaba fui reconociendo a Marcos.
Cuando llegamos al edificio de Natalia los dos paramos, quedando uno enfrente del otro.
- ¿Qué narices haces aquí? –le pregunté.
- Me parece que vengo a lo mismo que tú.
- ¿Y si te digo que mi objetivo es cargarme a la vecina de las chicas?
- Pues yo me apunto. Nunca me ha caído bien esa mujer. El único simpático es el perro…
Su comentario me hizo gracia, pero no me reí.
- Creo que uno de los dos debería marcharse y volver en otro momento… -comentó.
- Opino que somos lo suficientemente mayorcitos como para poder hablar los tres tranquilamente.
- Si tú lo dices…
Llamó al timbre, nos abrieron y entramos.
En la puerta se encontraban Ana y Sara. Se notaba que esperaban a alguien que no éramos nosotros.
- Hola chicas. ¿Está Natalia? –preguntó Marcos.
- Pensábamos que era ella quien venía.
- ¿No ha dormido aquí? –empezaba a preocuparme.
- No.
- Pero si yo la dejé anoche en el portal… -comentó Marcos, y le miré, pues ignoraba que había estado con ella el día anterior.
- Sí, y entró en casa, pero recibió una llamada al móvil y se marchó. –dijo Ana.
- Y no contesta nuestras llamadas… Nadie sabe dónde está. ¿Se te ocurre dónde puede haber ido? –le preguntó Sara a Marcos.
- Ahora mismo no se me ocurre. Lo siento. ¿Tú tienes alguna idea? –preguntó, dirigiéndose a mí.
Negué con la cabeza. No me salían las palabras.
- Pensé que estaría aquí, por eso he venido, igual que tú. –conseguí decir después de un rato.
Cogí el móvil y marqué el número de Natalia.
- Tiene el móvil apagado… -dije, totalmente desesperado.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Capítulo 27

*MARCOS*
Llegué a casa cuando ya era de noche. Entré silbando en el salón, pero pronto se evaporó mi felicidad.
- ¿Qué haces tú aquí? –pregunté.
- Yo también me alegro de verte, cariño. –dijo Lydia mientras se acercaba a mí y me daba un beso en los labios.
- Creía que te había dejado las cosas claras… -dije apartándome de ella, sin disimular mi enfado.
- Todo fue un malentendido… Además, todas las parejas discuten, es algo normal. Pero yo ya lo he olvidado todo, ¿vale?
- Claro, ya te habrás olvidado hasta de cómo se llamaba el capullo con el que me pusiste los cuernos, porque desde entonces ya habrán pasado muchos más por tu cama. Más todos los que hubiera habido antes…
- Pero cariño… Yo no quería…
- ¡No me llames cariño! ¡Y lárgate de mi casa ya!
Se giró y miró a mis amigos, quienes parecían clavados al sillón. Sólo les faltaban las palomitas para disfrutar del espectáculo.
- ¿Nos dejáis a solas, por favor? –les preguntó con una sonrisa que entendieron rápidamente. –Marcos y yo tenemos que arreglar un asunto…
- Mis amigos no se van a ninguna parte. No eres nadie para decirles lo que deben hacer, y menos en su propia casa… Lárgate, Lydia.
- ¿No te estarás enamorando de la mosquita muerta a la que Aarón dio puerta hace tiempo? Lo que me faltaba…
- A ti lo que yo piense o sienta no te importa. Te lo digo por tercera y última vez. Vete de mi casa.
Abrí la puerta para que se fuera. Se acercó y, cuando estaba a punto de salir, me miró.
- Te aseguro que acabarás volviendo a mí… -dijo, haciendo evidente la amenaza en sus palabras.
Salió a la calle y la observé de pies a cabeza antes de cerrar.
Su pelo castaño totalmente liso caía hasta sus hombros, sin formar ni una sola onda y, respecto a su cuerpo, no tenía que envidiar a ninguna modelo. Era espectacular y ella lo sabía, por eso jugaba con todos los chicos a su antojo. Nunca había estado con alguien más de un día, pero pensé que al estar conmigo cambiaría, me engañé por completo. Intentaba no pensar en el número de chicos con los que habría estado mientras estábamos juntos…
- ¡Marcos, que me ha llamado el jefe y mañana nos da el día libre! –gritó Jonathan desde el salón.
Volví con ello.
- Jony, querido, todos los martes los tenemos libres…
Nos reímos y fuimos a cenar fuera. No nos apetecía cocinar.
Aquella noche se me ocurrió algo para el día siguiente.

viernes, 12 de febrero de 2010

Capítulo 26

*NATALIA*
Recordaba que había bebido y me había sentado, cansada de bailar, y Marcos me había pedido que me acercara a él.
Entonces hubo un pequeño salto en mi memoria y vi claramente lo que ocurrió. Yo estaba sentada encima de Marcos y nos estábamos besando sin parar. Él me acariciaba y yo le había desabrochado la camisa, y luego fuimos a una habitación.
De repente la película que se estaba proyectando en mi cerebro, rescatando recuerdos de una borrachera que había acabado en la habitación de Marcos, se terminó. Volvía a ver con los ojos, no con la memoria.
Me separé de Marcos lentamente, y me miró extrañado.
- ¿Qué ocurre? –me preguntó. -¿He hecho algo que te haya molestado?
- No, no es culpa tuya, tranquilo. –me obligué a mirarle a los ojos. –Es que, al estar tan cerca de ti, he recordado lo que ocurrió en la fiesta.
- Por tu reacción me parece que no me equivoqué al suponer lo que había pasado…
- Estaba bastante claro, la verdad. Pero lo he visto como si lo estuviera viviendo ahora mismo, con todo detalle.
Me di cuenta de que no me molestaba recordar aquella noche. Al contrario, me alegraba de poder acordarme de lo cerca que había estado de Marcos.
- Creo que deberíamos irnos a casa o empezarán a preocuparse. Además, la noche comienza a caer sobre la ciudad… -dije sin mucha convicción.
- No creo que se preocupen mucho por mí, pero bueno, vamos.
Nos levantamos del banco y salimos del parque. Caminamos en silencio durante todo el trayecto y no dije nada cuando vi que Marcos no se separaba de mí para tomar el camino hacia su casa.
Llegamos al edificio en el que se encontraba mi piso y entramos en el portal.
- Gracias por acompañarme. –le sonreí.
- No tienes que agradecerme nada. Ha sido un placer.
- ¿Quieres pasar?
- Me gustaría, pero creo que tienes razón, debería irme a casa. No saben estar sin mí.
Nos reímos y vi que poco a poco se acercaba a mí. Yo no se lo impedí, por lo que enseguida estuvimos unidos en un cálido abrazo.
- No quiero irme, pero le dije a Edu que no tardaría y llevo mucho tiempo fuera de casa. –me susurró al oído. –Pero por mí me quedaría así mucho tiempo. Pegado a ti.
Noté el calor llegando a mis mejillas y suspiré. Nos separamos poca distancia y me dio dos besos en las comisuras de los labios, rozándome con la perilla y dejándome con las ganas de un beso de verdad entre nosotros.
Se separó totalmente de mí y me mostró una sonrisa encantadora justo antes de salir del portal.
Subí los seis escalones que separaban la calle de mi casa y cuando entré me encontré a Ana sonriendo y a Sara interrogándome sin necesidad de pronunciar palabra alguna.
- Estábamos preocupadas por ti. –dijo Ana, sin poder disimular que habían estado cotilleando detrás de la puerta.
- Sí, seguro…
- Bueno, ¿nos vas a contar qué hacías con Marcos? ¿Ahora vas a por él? –Sara empezaba un interrogatorio del que únicamente me libraría un milagro.
- Esa sonrisa algo querrá decir… -comentó Ana.
Cuando le iba a contestar mi móvil comenzó a sonar. Era un número desconocido.
- ¿Diga?
Mi sonrisa desapareció enseguida, sin dejar apenas rastro.

lunes, 8 de febrero de 2010

Capítulo 25

*MARCOS*
Las siete y media de la tarde. Jonathan y yo salimos de trabajar y esperamos a Ana, Sara y Eduardo. A las ocho salieron y nos montamos todos en el coche; todos menos Jonathan, que tenía el suyo e iba para otro lado.
Dejé primero a las chicas en casa. Natalia no estaba. Después dejé a Eduardo y guardé el coche en el garaje.
- ¿Dónde vas? –me preguntó Edu, viendo que no tenía intención de entrar en casa.
- Me voy a dar una vuelta. ¿Te vienes?
Le había preguntado sólo por cortesía, pero esperaba que su respuesta fuera negativa, ya que mi intención era buscar a Natalia.
- No, me quedo aquí, voy a comer algo y a descansar un rato.
- Vale tío, luego nos vemos.
Empecé a caminar sin rumbo, no sabía dónde buscarla. Entonces se me ocurrió mirar en el parque.

Sí, estaba allí. Me acerqué sin hacer ruido para darla una sorpresa.
- Hola guapa.
Se giró y, a darse cuenta de quién era, sonrió como nunca la había visto sonreír.
Esa sonrisa me hizo pensar que había merecido la pena buscarla y sus labios me dieron ganas de besarla, pero no lo hice, no quería que se volviera a enfadar conmigo.
- Siéntate conmigo. –me dijo, palmeando el sitio que había a su derecha.
Me senté y la miré. En realidad desde que había llegado no había dejado de mirarla…
- ¿Es casualidad que nos encontremos o me estabas buscando?
- ¿Qué te gustaría que te respondiese? –pregunté, mirándola a los ojos.
- Quisiera saber la verdad… Me gustaría que me dijeras que me estabas buscando, pero tampoco estaría mal que fuera una coincidencia. Cosas del destino…
¿Me estaba diciendo que pensaba que estábamos destinados a encontrarnos? ¿Y que la gustaría que la buscase? Me alegró pensar eso, y mi sonrisa lo dejó claro.
- En verdad te buscaba. Tenía ganas de hablar contigo.
- ¿Sobre qué?
- Sobre cualquier cosa. Sólo quería verte.
Se acercó a mí y me abrazó. Le pasé un brazo por la cintura y apoyó la cabeza en mi hombro.
- ¿Y esto? –pregunté, sorprendido y encantado a la vez.
- Pues… Es que tengo frío.
Yo sabía que no era ésa la razón, al menos ésa era mi esperanza. No dije nada, únicamente disfruté del momento. Las ganas de besarla aumentaban por momentos…

*JONATHAN*
Al salir del trabajo me había marchado con el coche en la dirección opuesta a los demás. Quería ir a casa de Cristina para hablar con ella y que volviera conmigo.
Llegué a su casa y me abrió Lydia, quien se desilusionó al ver que no era Marcos. Me dijo que Cristina estaba en su habitación y recorrí el pasillo en aquella dirección. La puerta estaba cerrada, algo raro en ella.
Llamé a la puerta y no obtuve respuesta, por lo que abrí sin volver a llamar. Lo que vi hizo que comprendiera la razón por la que Cristina me había dejado. Estaba sin camiseta besándose con una chica que tampoco iba muy tapada.
El motivo de nuestra ruptura no había sido que yo no le gustase, sino que no la gustaban los hombres…
Me marché sin que se dieran cuenta de que había estado ahí. No me despedí de nadie, fui directo a mi coche.
Empecé a dar vueltas con el coche sin saber adónde ir y llegué cerca de la verja del parque, desde donde vi un chico y una chica abrazados en un banco. Entonces me di cuenta de que los conocía. Eran Marcos y Natalia.
- Qué suerte tienes, tío… Aprovecha estos momentos y no la dejes escapar. Es una buena chica aunque Aarón no se dé cuenta… Ahora es más tuya que suya.
Y me marché a casa, a hacer compañía a Eduardo, quien supuse que estaría solo.

*NATALIA*
En realidad no tenía frío, pero no quería que supiera lo bien que me encontraba en aquel momento, tan cerca de él. Tal vez fuera una especie de experimento, quería comprobar qué sentía junto a él, y estaba disfrutando de la experiencia.
Mi cabeza estaba apoyada en su hombro, y su cabeza en la mía. Nuestros rostros estaban separados por escasos centímetros y sentía su respiración sobre mi piel.
Entonces recordé algo.

*EDUARDO*
Oí un coche aparcando en el garaje. Pensé que sería Marcos, sin acordarme de que el suyo ya estaba aparcado, y quien entró fue Jonathan.
- ¿No estabas con Cristina? –le pregunté cuando se sentó.
- ¿Tú cómo sabes que iba allí?
- Me lo ha dicho Marcos, que lo has comentado mientras trabajabais. ¿Qué ha ocurrido?
- He ido hasta su casa, he entrado en su habitación y se estaba liando con una.
- Creo que te has equivocado. Querrás decir con uno. –dije, marcando bien la o.
- Sé perfectamente lo que he dicho, Edu, no me he equivocado. Se estaba liando con una chica.
- ¿Estaría borracha?
- No, no lo estaba…
- ¿Y quién era la otra chica?
- No lo sé, no la he visto bien….

sábado, 6 de febrero de 2010

Capítulo 24

*ANABEL*
Mi madre había venido unos días de visita y se había quedado en mi casa, acaparándolo todo. Por fortuna su novio no la había acompañado. Llevaban juntos casi seis años, pero compartían piso desde hacía cuatro, que era cuando mi madre me había dejado de dar dinero. Hasta entonces yo era una niña mimada y consentida, pero al irse mi madre con él me había tenido que buscar la vida. Lo que antes tenía con sólo decírselo a ella, me lo tenía que pagar con el poco dinero que ganaba como niñera años atrás, pues a los catorce años no podía aspirar a mucho más. A los diecisiete habíamos discutido y me había echado de casa, por lo que me fui a Madrid a vivir, y es cuando conocí a Verónica y a Aarón.
Poco tiempo después, antes de empezar segundo de bachillerato, llegaron Lydia, Cristina y Ruth, amigas mías de Barcelona, donde vivía antes. De nuevo fuimos juntas a clase, y, aunque Verónica era dos años menos que nosotras, íbamos siempre con ella. Pronto mis amigas se fueron acercando más a Verónica y distanciándose de mí. Ella las comía el coco. Siempre me habían seguido a mí, pero desde entonces obedecían en todo a la hermana de Natalia, y, aunque lo negaban, iban todas a por mí… Por las tardes, mientras yo trabajaba, ellas salían juntas, y cuando podía salir con ellas, apenas me hacían caso. Al terminar el instituto su amistad se reforzó, y también salían por las mañanas, y yo, mientras tanto, trabajaba…
- ¿Anabel?
- Estoy aquí, mamá. En el salón.
Mi madre apareció por el pasillo y se quedó en la puerta, mirándome.
- ¿Hoy no trabajas? –me preguntó.
- No, hoy es mi día libre.
- Siempre has sido una vaga… Venga, vámonos de compras.
- Pero, mamá…
- ¡Ni pero ni pera! ¡He dicho que vamos de compras! Ah, y pagas tú…
- ¡Mamá! No tengo dinero casi ni para pagar el piso y el coche…
- Siempre te he dado todo lo que has querido y te he concedido todos tus caprichos. Voy a estar un par de días aquí, lo mínimo que podrías hacer sería llevar a tu madre de compras.
Y no me dejó opción de decir nada más. Cogió los abrigos y los bolsos y me tendió lo mío, esperándome.
Nos fuimos de compras y no volvimos hasta la una, con las manos llenas de bolsas de ropa. La verdad era que me lo había pasado muy bien. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan unida a mi madre.
- ¿Y cuándo dices que te vas?
- ¿Ya quieres que me vaya o qué?
- No, no es eso… Sólo es por hablar de algo.
- Ya, bueno… Pues me iré el jueves probablemente. No quiero dejar solo a Juan mucho tiempo…
- Eh… ¿Quién es Juan?
- ¡Pero bueno! Llevo toda la mañana hablándote de él. Ya veo lo que me escuchas… Juan es mi novio, el hombre con el que llevo viviendo cuatro años, tú le conociste hasta que te viniste el año pasado aquí.
- Ah, vale. No me acordaba de su nombre.
Juan era un hombre divorciado que, en sus múltiples viajes de trabajo a Barcelona, se había enamorado de mi madre hasta el punto de irse a vivir a Barcelona por ella. Seguramente mi madre me había contado dónde vivía antes, pero yo no lo recordaba, sólo sabía que no era de Barcelona.

*NATALIA*
Comí sola. Ana y Sara comían cerca del trabajo, para no tener que ir y volver todo el tiempo. Marcos no podía traerlas, pues también trabajaba por la tarde, así que comían juntos.
Por la tarde me puse a ver una película que echaban en la televisión y que ni siquiera sabía de qué iba, de lo que tampoco me enteré después de verla.
Cuando se acabó la película decidí ir a dar una vuelta.
Después de un rato paseando llegué al parque y entré. Me senté en un banco cualquiera y observé a los niños jugando. Tres niñas saltaban a la comba mientras tres niños dejaban de jugar al fútbol para mirarlas. De vez en cuando pasaba un grupo cerca de mí, jugando a pillarse.
Por otro lado una niña se columpiaba y un niño bajaba por el tobogán y, justo al lado, un niño y una niña hacían un castillo de arena.
Sonreí recordando mis tardes en el parque junto a Aarón, pero pronto esos recuerdos empezaron a mezclarse con imágenes de Marcos e imágenes de nosotros besándonos. ¿Estaba recordando la noche de la fiesta o sólo era mi imaginación, que inventaba momentos con Marcos para competir con los momentos con Aarón? Yo seguía enamorada de Aarón, no podía negarlo, pero él… No tenía claro qué sentía él por mí. Cuando había vuelto se había enfadado restregándome en la cara que tenía novia, y luego se enfadaba tras haberme visto con Marcos, recordándome lo que yo le había dicho, palabra por palabra, sin fallas ni una… “Quería volver al pasado, a la parte en la que estábamos juntos” Se acordaba completamente…
Por otra parte estaba Marcos, que tampoco tenía claro qué sentía por mí. Tal vez él lo tuviera claro, pero yo no. Además, yo comenzaba a mirarle con otros ojos, sentía algo al verle, pero ¿se puede estar enamorado de dos personas a la vez? ¿Era amor lo que sentía por Marcos?

Capítulo 23

*MARCOS*
No volví a salir de mi habitación en lo que quedaba de día. Aarón se había quedado a comer y no tenía ganas de verle mirándome por encima del hombro, creyéndose superior a mí, y no quería volver a discutir con él, o la cosa terminaría muy mal.
Había dejado el sujetador de Natalia encima de mi mesilla, y no dejaba de observarlo, intentando recordar la noche anterior. Mi memoria llegaba hasta el momento en el que estábamos bailando juntos, pero a partir de ahí todo estaba borroso…
“Maldito alcohol… Aunque, en realidad, gracias a él hubo algo entre Natalia y yo, algo que de otra forma no habría conseguido… Bueno, pero, ¿de qué sirve si no puedo recordarlo?”
Me tiré en la cama y por lo visto me dormí, ya que cuando me quise dar cuenta estaba amaneciendo. Me acerqué a la ventana para observar aquella maravilla. Recordé la primera vez que lo vi y sonreí.
Me vestí y salí de casa. Cogí el coche y fui a ver a Natalia.
Llamé una sola vez y enseguida me abrió. Estaba guapa hasta en pijama.
- ¿Te he despertado?
- No, estaba viendo el amanecer.
Entramos y fuimos a su habitación. Nos sentamos en su cama.
- Te traigo algo…
Se lo di y se sonrojó. Estaba verdaderamente hermosa cuando se sonrojaba.
- Gracias… -y enseguida se lo guardó. –no lo encontré cuando busqué mi ropa en tu habitación…
- Lo encontré debajo de la cama…
Estuvimos un rato en silencio, un silencio algo incómodo. Parecía que quería decir algo, pero le costaba.
- Marcos… -dijo al fin –siento haberme puesto así ayer. No te tenía que haber gritado… Si no hubiera bebido tanto no habría pasado nada. Yo sola me lo busqué.
- No te preocupes, la culpa fue mía, por hacerme ilusiones. Tenía que haberlo dejado correr.
- Pero…
- Es igual, no importa. Me tengo que ir. Ya nos veremos.
- ¿Tan pronto?
- Algunos trabajamos. –le sonreí -¿Cómo te crees que pagamos la casa?
- Claro… ¿Y en qué trabajas?
- En una tienda de ordenadores. Vendemos productos y además arreglamos equipos. Jonathan trabaja en el mismo lugar que yo… Por cierto, tus amigas también se tendrán que ir al curro dentro de un rato… Porque, aunque no lo parezca, ellas también trabajan, pero dio la casualidad de que las dieron las vacaciones a la vez.
- Sí, lo sé. ¿Y por qué sabes tanto de mis amigas?
- Íbamos juntos a clase. ¿No te lo han dicho?
- Sí, me lo han dicho, pero para saber lo de las vacaciones y todo eso…
Me reí. Su cara de susto me hizo pensar que creía que vigilaba a sus amigas.
- Nos llevamos bastante bien. A veces hablábamos, pero cuando empezamos a salir con las amigas de Anabel nos distanciamos un poco… Pero ahora queremos volver a tener contacto.
Miré el reloj. Si no me marchaba enseguida, llegaría tarde, pero estaba tan bien con ella…
- Anda, vete ya… -dijo, adivinando lo que me preocupaba. –Ya hablaremos en otro momento.
Y, antes de que pudiera decir o hacer algo, me dio un gran abrazo, que yo la devolví de buena gana.
- Venga, tortolitos, que ya es tarde. –dijo Sara, que estaba en medio del pasillo. –Marcos, ¿nos llevas en el coche?
- Claro, vamos. Adiós Natalia.
- Adiós a todos.

*NATALIA*
Me quedé sola, otra vez. El lugar de trabajo de Marcos, el de Ana y el de Sara estaban muy cerca, y se habían ido juntos.
Ana trabajaba en una guardería y estaba muy ilusionada, la encantaban los niños. Iba a ser una buena madre…
Sara era librera a unos metros de la guardería. La librería pertenecía a los padres de Eduardo, y él también trabajaba allí.
Era una casualidad que todos trabajasen tan cerca, lo que hacía que se llevasen mejor. Los únicos que faltaban eran Anabel y Aarón, y las amigas de ella.
Aarón no trabajaba, su madre tenía un gran negocio en el mundo de la moda y mucho dinero, y le pagaba todos sus caprichos. Anabel, por el contrario, estaba pluriempleada. Por las mañanas era cajera en un supermercado y por las tardes, a veces noches, trabajaba de camarera en un restaurante, ya que vivía sola y no tenía otro remedio para pagar el piso. Su madre vivía en Barcelona y a su padre no le conocía, al menos eso me habían contado Ana y Sara en nuestras tardes de cotilleos.
Conocía las vidas de todos ellos casi tan bien como la mía.
- Dios mío, esto no es vida… Creo que debería buscarme un trabajo, aunque no tenga problemas para pagar el piso, pero necesito hacer algo para entretenerme, no puedo seguir así.
Era consciente de que estaba hablando sola, pero me daba igual, no había nadie que pudiera tomarme por loca, ni siquiera había otro ser vivo en el piso.
- Deberíamos comprar un perro o algo…
El reloj marcaba las nueve, y la iglesia que había cerca comenzó a dar las campanadas.
Como seguía sin ocurrírseme qué hacer, desayuné, me vestí y decidí ir a hacer la compra, ya que no teníamos nada en la nevera.
- Menudo lunes me espera… -dije mientras salía de casa.

Capítulo 22

*NATALIA*
- ¿Natalia?
Abrí los ojos. Me había quedado dormida y Ana y Sara ya habían vuelto.
- Estoy aquí. –grité desde la cama.
Entraron y me mostraron lo que llevaban en una bolsa. Mi abrigo.
- Gracias, no quería tener que ir a buscarlo. ¿Y lo otro?
- No lo hemos encontrado, lo siento. –dijo Ana.
- En realidad no lo hemos buscado. No hemos entrado en la habitación de Marcos. –confesó Sara.
- Pues yo no pienso ir. Si lo encuentra que se lo quede.
- Claro, como recuerdo… -oí que decía Sara mientras se reía.

*ANABEL*
Se lo iba a decir todo a Verónica. Tenía que saber lo que había hecho.
- Quería habértelo contado antes, pero no tenía valor.
- ¿Qué le has hecho a Marcos?
- ¿A Marcos? Nada. Pero a su mejor amigo le he hecho mucho daño.
- ¿Su mejor amigo no es Aarón?
- Sí. No sé si recuerdas que te dije que lo único que sentía por él era preocupación…
- Sí, me acuerdo. ¿Y qué? Yo también me preocupé por lo que le había pasado. –me interrumpió, sin saber aún qué quería contarle.
- Lo sentía, sobre todo, porque lo que pasó fue culpa mía. –su cara era una interrogación- ¡A ver, Verónica, que quien le atropelló fui yo!
- ¿¡Qué!? ¿Cómo que…? Pero… ¿Y se lo has contado a Marcos?
- ¡No! ¿Cómo se lo voy a haber contado? Ni siquiera sé si es por eso por lo que está enfadado conmigo. Cuando fui a ver a Aarón al hospital le noté raro, me hacía demasiadas preguntas sobre mi coche… Creo que me reconoció al volante.
- Pero, ¿por qué te fuiste? Fue un accidente, ¿no? Podías haber bajado del coche y quedarte con él, y llamar a una ambulancia… ¿Sabes que puedes ir a la cárcel por atropello y fuga? Le podías haber matado, ¿no te das cuenta?
- Lo sé, lo sé. Es que acababa de salir de la casa de un chico al que ellos conocen, y puede que me vieran cuando salí.
- ¿Y qué? ¿Y ése es un motivo para abandonar a tu novio en medio de la carretera? ¿Quién es ese chico?
- ¡ese chico es con quien le llevo poniendo los cuernos a mi novio desde que empezamos a salir!
- ¿¡QUÉ!?
Mi móvil empezó a sonar. Descolgué sin mirar el número, una mala costumbre.
- ¿Diga? –aquella voz empezó a decir cosas que apenas entendí, pero supe quién era y dónde estaba- enseguida estoy allí.
La persona que me había llamado colgó sin darme tiempo ni de despedirme.
- Me tengo que ir, Verónica. Mi madre está aquí.
Me marché dejándola sin poder reaccionar, asimilando aún las últimas palabras de nuestra conversación.

martes, 2 de febrero de 2010

Capítulo 21

*VERÓNICA*
Me había levantado pronto, demasiado pronto para ser domingo, y no tenía nada que hacer. Llevaba toda la mañana dando vueltas por la casa y, de pronto, me acordé de algo.
Cogí el móvil y llamé a Anabel, que tardó en responder.
- ¿Diga?
- ¿Anabel? Soy Verónica.
- ¡Ah, dime! Es que ni siquiera he mirado el número…
- ¿Nos podemos ver?
- ¿Ahora? Vale, ¿en diez minutos te paso a recoger?
- Sí, vale. Hasta ahora.
Colgué.

Mientras esperaba que viniera a buscarme, recordé la conversación que habíamos tenido hacía casi tres semanas, cuando mi hermana aún estaba en el hospital.

*Dos semanas y media antes*
- ¡Vale, os lo voy a contar!
Guardaron silencio esperando oír mi historia, el motivo por el que no quería que Natalia y Aarón estuvieran juntos.
- Cuando me vine a vivir aquí echaba mucho de menos a mi hermana, y esperaba con impaciencia las vacaciones para estar con ella pero, a medida que pasaba el tiempo, me fui dando cuenta de las cosas. Cada vez que faltaban pocos días para que Natalia volviera aquí, mi madre y mi abuela no hablaban de otra cosa, sólo querían ver su niña mayor… Un tiempo después, cuando ya iba al colegio, conocí a un niño que me pareció muy simpático, y tenía el encanto propio de los niños mayores, esos en los que siempre nos hemos fijado justo por eso, por ser mayores. Intentaba acercarme a él y hablábamos algunas veces, pero yo notaba algo raro. Las siguientes vacaciones me di cuenta cuando le vi junto a mi hermana en el parque… Sí, ese niño que me gustaba era Aarón.
Paré de hablar un momento, mientras ellas asimilaban lo que yo acababa de contar, y continué.
- El día que Natalia discutió con mi madre y dijo que no volvería, me alegré. Pensé que, al no estar ella, mi madre me haría más caso, pero me equivoqué. Desde entonces no dejaba de lamentarse por la marcha de su hija mayor, sintiéndose culpable de toda su desdicha. Pero la ausencia de Natalia no se notó únicamente en mi casa. Aarón no dejaba de hablar de ella y yo no sabía qué hacer para sacársela de la cabeza. Nunca se fijó en mí, y nunca se dio cuenta de lo que sentía por él. Pero cuando llegaste tú, Anabel, tuve una idea. ¿Qué chico en su sano juicio se resistiría a una rubia como tú? Aunque sólo fuese para olvidarse de mi hermana, Aarón se dejó seducir por ti y, aunque siguiese sin fijarse en mí, si a Natalia se la ocurría volver, le vería contigo y se daría cuenta de que ya no tenía posibilidades con él. Y, mientras tú estés con él, ella no se acercará…

*Vuelta al presente*
Cuando el timbre sonó, dejé de recordar las explicaciones que les había dado a mis amigas.
Salí y Anabel y yo fuimos a dar una vuelta.
- ¿De qué querías hablar? –me preguntó.
- ¿Tú sabes algo de una fiesta que hubo ayer en casa de los amigos de Aarón?
- Primera noticia que tengo…
- ¿No te han dicho nada? Era una fiesta para celebrar que tu novio ya está bien.
- Pues no sabía nada. No me invitaron. Supongo que sería sólo entre sus amigos y él.
- ¿Desde cuándo mi hermana es uno de sus amigos? Porque ella fue a la fiesta. Hablamos por teléfono un rato antes, porque no sabía qué ponerse.
- ¿Que tu hermana estuvo allí? ¿Con Aarón?
- Con Aarón, Marcos, Jonathan, Eduardo, sus dos compañeras de piso y bastante más gente según me contó…
- ¿Y dices que la fiesta fue en casa de los amigos de Aarón?
- Sí, ¿no viven los tres juntos?
- Sí… Por eso no me han invitado… Marcos no lo ha permitido…
- ¿De qué hablas?

Capítulo 20

*NATALIA*
“¿Pero quién se cree que es para decirme lo que tengo que hacer? ¿Desde cuándo le importo tanto? ¿Desde que le atropelló su novia? Debe ser que sabe que era ella y le ha trastornado… Y luego soy yo quien se dio un golpe en la cabeza… Esto es de locos. Y encima, del cabreo que me tengo, me he olvidado el abrigo. Sí que puede llegar a hacer frío en noviembre… ¡Anda, un autobús! Mierda, el dinero está en el abrigo. Natalia, te toca ir andando a casa”.

Llegué a casa veinte minutos después y entré en la ducha. El agua caliente ayudó bastante a que dejara de temblar. Después me puse un pijama limpio y me metí en la cama.
“La una y cuarto de un domingo y estoy en la cama. No es la primera vez, pero hubiera sido mejor que me acabase de despertar. Sola. Espero que Ana y Sara me traigan el abrigo y el sujetador, no me apetece volver allí”.


*MARCOS*
“Entonces Aarón se ha enterado y, después de gritar a Natalia por haber vuelto ahora le echa en cara el haberse liado conmigo. ¿Cuál es el verdadero Aarón? ¿El que no quiere saber nada de Natalia o el que se molesta si la ve con otro? Ya no conozco ni a mi mejor amigo… Ahora que ella ha estado conmigo, aunque haya sido bajo los efectos del alcohol, es cuando se da cuenta de que la quiere…”
- No has sido consciente de la gran chica que estaba enamorada de ti hasta que la has visto conmigo, ¿no?
- Si ha estado contigo ha sido porque estaba borracha, que te quede claro. –me contestó, traspasándome con la mirada.
- Eso es lo que te estaba diciendo ella, pero no la has hecho caso. –dije tranquilamente, intentando calmarle.
- ¿Y quién te ha dado a ti vela en este entierro?
- No pienso cruzarme de brazos ante lo que estás haciendo, Aarón. Ella estaba muy enamorada de ti, pero supo que tenías novia, lo que tú le dejaste más que claro cuando te pusiste como un bestia, y ha intentado olvidarte…
- Sí, pero no lo ha conseguido, porque sigue enamorada de mí. ¿O te crees que porque se ha acostado contigo va a empezar a planear vuestra boda? Se arrepiente de lo ocurrido. Si hubiera estado sobria ni se habría acercado a ti…
Aunque me costase reconocerlo, tenía razón, pero no le iba a dejar ganar.
- ¿Que no se habría acercado a mí? Por eso ahora confía más en mí que en ti, ¿no? Y por eso no va a querer verte hasta que los cerdos vuelen. ¿Eso es que está enamoradísima de ti? Tal vez, pero has metido la pata hasta el fondo.
Mientras decía todo esto me había ido acercando a Aarón, desafiándole, enfrentándome cara a cara con él.
- Me estoy hartando de tanta tontería, Aarón. –continué, cuando estaba a medio metro escaso de él –y que te quede claro que no me voy a quedar quieto mientras tú juegas con ella, sólo te falta una margarita para decir “¿la quiero? ¿no la quiero?”. Pues en lo que tú te decides yo pienso ir a por ella, y no me voy a rendir fácilmente.
Y, esquivándole para no tocarle, y dejando a todos sin saber qué decir, me marché a mi habitación, donde, tras mover la cama para arreglarla un poco, encontré algo que no esperaba encontrar: un sujetador, que supuse que sería el de Natalia, ya que no me acordaba ni de eso.

Un rato después se marcharon las amigas de Natalia con su abrigo, que se lo había dejado olvidado en el salón.

Capítulo 19

*AARÓN*
“¿Por qué me molesta tanto lo que pasó anoche entre Marcos y ella? ¿Qué más me da a mí lo que hagan? Ella ya no está conmigo, es libre de hacer lo que quiera… ¿Entonces por qué quiero tirarle a Marcos las muletas a la cabeza? Porque a ella no podría… Nunca le haría daño. Y él… Él es mi mejor amigo…”
- ¿Te encuentras bien, Aarón?
- ¿Me ves con cara de estar bien? –le contesté bruscamente.
- Te noto enfadado, pero no sé con quién. ¿Sigues enfadado por la discusión que tuvimos en el parque?
- No, no es por eso. Estoy así por algo que ocurrió anoche.
- ¿No te gustó la fiesta que te organizaron tus amigos?
- La fiesta estuvo bien, pero no pude disfrutar mucho sabiendo que estabas con Marcos en su habitación…
Su rostro confuso pasó de repente a la rabia.
- Así que es eso, ¿no? ¿Y a ti qué te importa lo que yo haga y con quién lo haga? ¿Me estabas vigilando?
- No te estaba vigilando, sólo te observaba. Además, creo que no hubo ninguna persona que no se enterase cuando te cogió en brazos y te metió en su habitación.
- ¡Estaba borracha y no sabía lo que hacía! Pero… ¿por qué te estoy dando explicaciones?
- Porque te sientes culpable. –dije, con la esperanza de que fuera así.
- Sí, me siento culpable, pero no por ti, sino por mí. Tu opinión no me importa.
- ¿¡No te importa!? ¿Y dónde quedó eso de “quería volver al pasado, a la parte en la que estábamos juntos”?
- ¿Tengo que recordarte que tienes novia? ¿Y tengo que recordarte cómo te pusiste cuando te dije eso? No tengo que pedirte permiso para nada, ¿me entiendes? ¡Para nada! No voy a ponerme a pensar “no voy a hacer nada, a ver si le va a molestar a Aarón” cada vez que esté con un chico, porque entre tú y yo no hay nada. ¡Corre a comerle la boca a la rubia de bote que tienes por novia y a mí déjame en paz! –me gritó, y por si todavía quedaba alguien que no nos hubiese oído, dio un gran portazo al salir.
En verdad me merecía aquello. Ella tenía razón, no debería importarme, pero aun así me importaba. Ahora era ella quien estaba enfadada conmigo, y tardaría en perdonarme, si es que lo hacía alguna vez.
Me dirigí hacia la cocina, que estaba en absoluto silencio. Todos habían escuchado palabra por palabra mi enfrentamiento con Natalia.
Entré y allí estaban mis amigos y sus amigas, mirando hacia la puerta, esperándome.
Recorrí sus rostros uno a uno con la mirada y descubrí un sinfín de sentimientos. Ana me miraba con odio, Sara parecía no creerse todo aquello, Jonathan estaba confuso; Eduardo, sorprendido y a Marcos ni le miré, pero esperaba que al menos sintiese culpabilidad.
- Aarón, creo que hablo en nombre de todos al decir que la has cagado. –dijo Sara, y los demás asintieron.

Capítulo 18

*NATALIA*
*Dos horas antes… 10:00*
Me desperté. A mi lado se encontraba Marcos, durmiendo. Busqué mi ropa por el suelo y me la puse, a excepción del sujetador, ya que no lo encontré. Salí sin hacer ruido para no despertar a Marcos.
En el salón estaban Ana y Sara, desayunando con Jonathan y Eduardo.
- Buenos días –me dijeron, con sonrisas de burla en sus rostros.
Lo único que conseguí fue hacer un gesto con la cabeza.
- ¿Has dormido bien? –me preguntó alguien, pero el zumbido de mi cabeza no me dejó reconocer la voz.
- No lo sé…
- ¿Te acuerdas de algo?
- No, pero creo que sé qué ha pasado.
- ¿Dónde está Marquitos?
- En la cama, dormido. Y desnudo…
Oí cómo todas las risas se mezclaban…
- ¿Tienes hambre?
- Pues sí, la verdad…
- Ven, vamos a la cocina.
Desayuné y nos quedamos todos allí. Hasta que llegó Marcos…

*Vuelta a las 12:00*
- Me lo imagino… -había dicho Marcos.
“Yo también me lo he imaginado cuando le he visto durmiendo a mi lado. Pero cuando él se ha levantado estaba solo. ¿Cómo puede saber que era yo quien estaba con él? ¿Se acordará de algo?”
- Así que te lo imaginas… ¿pero recuerdas algo? –le preguntó Ana.
- Lo último que recuerdo es que estaba hablando con Natalia y que nos tomamos un par de copas juntos.
- Claro, un par de copas después de otros tantos pares que os habíais tomado cada uno por separado. Por eso hicisteis algo más que hablar…
- ¿Y Aarón? –preguntó Marcos.
- Se fue a casa. Él sólo se tomó una copa, pero de todas formas le llevó Edu, porque con el pie escayolado…
Me levanté y me fui al salón, lejos de las burlas y lejos de Marcos, pero esa distancia duró poco, pues me siguió.
Me giré y le miré a los ojos.
- ¿Qué quieres?
- Hablar contigo.
- No hay nada que hablar, Marcos.
- ¿No piensas hablar conmigo de lo que pasó anoche?
- ¿No te enteras o qué? Lo de anoche ocurrió porque estábamos borrachos. –dije, levantando demasiado la voz, lo que hizo que aumentara mi dolor de cabeza, y probablemente el suyo también.
- La que no se entera eres tú… -dijo de forma pausada- TÚ te acostaste conmigo porque estabas borracha, yo lo hubiera hecho aunque estuviera totalmente sobrio. Lo que pasa es que no te das cuenta… -dijo mientras se marchaba abatido.
Permanecí mirando el lugar por el que se había ido unos cinco minutos, hasta que sonó el timbre.
Nos habían dado permiso para movernos con libertad por la casa y, además, yo era quien más cerca estaba de la puerta, por lo que fui a abrir.
- Hola. –dije cuando vi quién era.
Cerró sus ojos del color de la esmeralda y suspiró antes de devolverme el saludo.
- Hola…
Me aparté de la puerta para que pudiera pasar y no la cerré hasta que Aarón y sus muletas estuvieron en el salón.
Pensé que iría a la cocina con sus amigos, pero cuando volví sobre mis pasos le vi parado, mirándome.
Me detuve a unos metros de él. La furia que emanaba de cada poro de su piel impidió que me acercase más, y lo mismo debió pensar Eduardo, quien había salido de la cocina para ver quién había llegado y enseguida volvió a entrar.

Capítulo 17

*SARA*
Marcos había llamado a Natalia y llevaban más de dos horas hablando, bebiendo y bailando.
La última vez que los había mirado volvían a estar sentados en el sillón de cuero donde antes estaba Marcos solo.
Los dos llevaban encima unas cuantas copas.
- ¿No crees que Natalia ha bebido demasiado? Me parece que ahora mismo no es consciente de lo que está haciendo. –me dijo Ana, algo preocupada.
No sabía a lo que se refería, por lo que los volví a mirar.
Apenas podía distinguir dónde empezaba la boca de Natalia y dónde terminaba la de Marcos, de lo juntas que estaban. Casi podía oír el tintineo de sus campanillas…
Ella estaba sentada encima de él, quien tenía la camisa totalmente desabrochada.
Ana y yo nos miramos y les volvimos a observar.
Mientras una mano de Marcos sujetaba a Natalia por la espalda para pegarla más a él, la otra mano ascendía pro su pierda subiéndola el vestido.
Entonces, sin dejar de besarla, la cogió en brazos, levantándose del sillón. Recorrió un pasillo y entraron en una habitación, cerrando la puerta tras de sí.

*NATALIA*
No parábamos de besarnos. Parecía que sus labios me llamaban, y yo respondía a esa llamada.
Me había cogido en brazos y ahora nos encontrábamos en una habitación. Continué besándole, pero abrí los ojos un momento. Al fondo de esa habitación había una gran cama, donde me encontré tumbada casi sin darme cuenta.
Le quité la camisa, que le había desabrochado anteriormente. Sus manos ascendieron por mi cuerpo hasta llegar a la cremallera del vestido, que me bajó en menos tiempo del que se necesita para un suspiro, dejándome enseguida en ropa interior.
Gracias a mi habilidad estuvo enseguida desnudo, y al poco tiempo yo también...

*MARCOS*
Me desperté. Estaba desnudo y me dolía la cabeza. La luz entraba por la ventana cegándome. Me hacía daño la sola idea de abrir los ojos, por lo que me levanté a tientas para bajar un poco la persiana. Consulté el reloj. Las doce.
Miré a la cama. Estaba vacía.
Me puse unos calzoncillos y un pantalón del chándal y salí.
Fui a la cocina, de la que venían voces. Al entrar vi a Jonathan, Eduardo, Ana, Sara y Natalia.
- ¡Buenos días, campeón! –gritó Jonathan.
- Calla, joder, que estoy de resacón… -dije en susurros, y miré a Natalia, que miraba al suelo.
- Estas chicas se quedaron anoche a dormir aquí, porque no estaban en condiciones de volver a casa, aunque tú eso ya lo sabes, ¿no?
- ¿Eh…?
- ¿No sabes en qué has empleado la noche? –preguntó Sara.
Miré a Natalia, que ahora me miraba a mí.
- Me lo imagino…

Capítulo 16

*NATALIA*
Eran las cinco de la tarde. La fiesta empezaba a las seis. Aún no sabía qué ponerme.
- Natalia, ¿estás ya lista? –me llamó Ana.
- No, no sé qué ponerme.
- Ponte algo atrevido, mujer. –dijo Sara.
- ¿Atrevido? ¿Por qué?
- A ver si ligas, que habrá muchos amigos de Aarón.
- Sara tienes razón… Así puede que te olvides de él.
- Vale, tenéis razón. ¿Qué me pongo?
Sara salió de la habitación y volvió unos segundos después con una minifalda negra y una camiseta roja con bastante escote.
- Toma, ponte esto. Los vas a volver locos a todos.



*MARCOS*
A las seis en punto sonó el timbre y fui corriendo a abrir. Para mi desilusión, y para la alegría de Jonathan, eran tres amigas de Aarón: una rubia espectacular, una morena de escándalo y una pelirroja explosiva, y la que más ropa llevaba parecía que en vez de falda llevaba un cinturón.
“Pero si estamos en noviembre… Al menos que se pongan un abrigo. Bueno, Jonathan parece estar disfrutando. ¿Será para poner celosa a Cristina y que vuelva con él?”
Lo miré y lo tuve claro. No, estaba disfrutando de verdad.

El timbre sonó unas cuantas veces más, hasta que llegó Aarón. Le habíamos dicho que viniera a jugar a algún videojuego, y cuando vio la que teníamos montada casi se puso a dar saltos. El único problema fueron las muletas.

Cuando ya teníamos la casa hasta arriba de gente y pensé que quienes faltaban no aparecerían llamaron de nuevo al timbre. Abrió la puerta Eduardo, pero yo no perdía detalle. Eran ellas. Miré el reloj. Las siete.
- Sentimos llegar tan tarde, pero Natalia no se decidía con la ropa. –dijo Ana mirándola de reojo- Y no recordábamos donde vivíais. Hacía tanto tiempo que no veníamos…
- Sí, es cierto. Podíais venir más a menudo. –dije yo, mientras ellas entraban.
Natalia me buscó con la mirada entre la gente. Yo no dejaba de contemplarla. Sus amigas y ella sí llevaban abrigo, a diferencia de las “chatis” de Jonathan.
Natalia se quitó el abrigo negro y casi me da algo. Debajo llevaba un vestido rojo que marcaba cada curva de su cuerpo. Además era corto y yo tenía calor, mucho calor…

*NATALIA*
Marcos no apartaba los ojos de mí y me di cuenta de que yo tampoco dejaba de mirarle. Estaba guapísimo con unos vaqueros ajustados que le quedaban genial y una camisa púrpura que llevaba entreabierta, pues hacía calor.
La música sonaba y todo el mundo bailaba. Busqué entre los bailarines una melena rubia que no era la del chico que me había invitado, pero no la encontré. Anabel no estaba allí. Me alegré y me relajé.
Mis amigas me agarraron y nos unimos a la gente que se movía al ritmo de la música.
Ignoraba por completo que unos ojos verdes me observaban constantemente.
Bailamos toda la tarde. Bailamos y bebimos.
A las diez ya no nos teníamos en pie del cansancio y nos sentamos en unas sillas que habían colocado lejos de la “pista de baile” para que pudiéramos descansar.
Marcos estaba en un sillón apartado, casi enfrente de donde nos encontrábamos nosotras. Me seguía mirando y vi que me hacía un gesto indicándome que me acercara a él. Atravesé el espacio que nos separaba y me senté junto a él.
- Estás preciosa.
- Gracias. –creo que me sonrojé- Tú también estás muy guapo.
Seguimos hablando y nos tomamos un par de copas más.
Bailamos hasta que el reloj marcó las doce.
- No te tendrás que marchar como Cenicienta, ¿no?
- No, me quedaré todo el tiempo que tú quieras…

Capítulo 15

*MARCOS*
“¿Comprobarlo por mí mismo? ¿También puedo buscar en los bolsillos de su pantalón?...”
- No, no hace falta, te creo. –y dejé de contemplar la alfombra, que de repente dejó de parecerme interesante- No vengo a pedirte nada, al menos nada material.
- Me estoy perdiendo. ¿Qué es lo que quieres?
“¿Que qué quiero? … Yo sí que me estoy perdiendo…”
- No sé si sabrás que le vamos a hacer una fiesta a Aarón para celebrar que ya no parece una momia, con tanto vendaje…
- No voy a ir, Marcos.
- ¿Por qué? Te estoy invitando.
- Ya, pero estará Aarón.
- Pero la fiesta es en mi casa. Mi casa y de Edu y Jony…
- No quiero encontrarme con él…
- ¡Pues entonces no salgas nunca más de casa! ¡Corres el riesgo de encontrártele por la calle, en la cola del supermercado…!
*NATALIA*
Se había enfadado. Salió de mi habitación y dio un portazo. Le oí caminar por el pasillo y cerrar la puerta que daba a la calle.
Entonces reaccioné. Salí corriendo y llegué a la calle. No estaba muy lejos.
- ¡Marcos, espera!
Paró de andar, pero ni siquiera se dio la vuelta. Me acerqué y me puse enfrente de él, mirándole a esos ojos color miel que empezaba a conocer cada vez mejor.
- ¿Qué quieres?
- ¿Cuándo es la fiesta? Es que tengo que ir pensando en qué ponerme…
Su cara se iluminó con una gran sonrisa y me dio un abrazo, el cual yo no le devolví porque me había pillado por sorpresa. Se separó, totalmente rojo, como debía estar yo cuando me separé después de darle el abrazo a Aarón.
- Es este sábado, en mi casa, como ya te he dicho. Tus amigas saben dónde es.
- Pues el sábado nos vemos. –prometí, despidiéndome con mi mejor sonrisa.
Marcos me acompañó unos metros y se metió en su coche.
“¡No tenía intención de marcharse! ¡Sabía que iba a salir detrás de él! Ya había pasado al lado de su coche…”
Supo que me había dado cuenta y le vi sonriendo según se marchaba. Yo también sonreí y entré en casa.
Estábamos a jueves, tenía dos días para prepararme…

*MARCOS*
Me levanté. Estaba hecho polvo después de haber salido la noche anterior.
Era sábado. Por la tarde empezaría la fiesta. Vería a Natalia.
- ¡Marcos, arriba! ¡Que hay mucho que preparar! –gritó Jonathan, entrando en mi habitación y tirándose encima de mí.
- Joder, Jony, ya estaba despierto. No hacía falta que me planchases…
- Es que estoy muy emocionado, tío. ¿Tú sabes la cantidad de chatis que van a venir a la fiesta? Aarón es un campeón, tiene miles de amigas, y todas están buenísimas.
- Ya, claro… amigas… Seguro que no se sabe los nombres ni de la mitad. Ellas se acercan a él porque está bueno y porque es popular, le dan su número y luego va Jonathan y coge todos los números. –se oyó a Eduardo desde el pasillo.
- Edu, ¿acabas de decir que Aarón está bueno? –dijo Jony, aparentando que el comentario sobre él le había dolido.
- Callaros ya y vamos a preparar la fiesta, que ya es tarde.
- Ahora no vengas con prisas, Marcos, que el que se ha levantado a la una eres tú.

Capítulo 14

*ANA*
Natalia había salido hacía mucho tiempo de la habitación, diciendo que iba al servicio.
- ¿Dónde habrá ido a mear?
- Ana, por favor, ¿de verdad te has creído que iba al servicio? Ésta se ha ido a ver a Aarón, seguro.
- ¿Vamos a ver si está allí?
- Bueno, como quieras, pero ya te digo que está allí.
Salimos de la habitación de Natalia, recorrimos el pasillo y llegamos a la de Aarón, quien ya estaba despierto. A su lado se encontraban únicamente Jonathan y Eduardo.
- ¿Y Natalia?
- Se fue hace unos veinte minutos. Nada más irse, salió Marcos. No sé si con ella o por otro lado…
- ¿Qué tal te encuentras?
- Apenas siento mi cuerpo. Parece que los calmantes que me han dado son potentes…
- Sí, pues ya verás cuando se te pase el efecto, chaval. Desearás que quien te ha dejado así hubiera rematado la faena.
- ¡Jonathan, no seas bestia! Le va a doler todo, sí, pero ha tenido mucha suerte. Dije, mientras él se reía.
- Era una broma, mujer…




*NATALIA*
Después de hacerme varias pruebas para comprobar el rendimiento de mi cerebro, decidieron que podía volver a casa. Sólo tenía un pequeño chichón por el golpe de la caída. Mi cabeza funcionaba perfectamente, al menos como antes del desmayo.
Aarón siguió en el hospital un tiempo más, ya que tenían que curarle las heridas y observar su evolución. Ana y Sara iban cada dos días a verle, mientras yo esperaba en casa. Cuando volvían me contaban cómo se encontraba.
Le dieron el alta dos semanas después que a mí. Ya apenas tenía vendajes, pero estaba lleno de heridas, que no tenían mal aspecto. Su pierna izquierda seguía escayolada, por lo que llevaba muletas, lo que hacía que sus amigos se burlaran de él, pues no las manejaba bien.

Oía a mis amigas hablar de celebrar la vuelta de Aarón a su casa. Comentaban algo de una fiesta, pero a mí no me dijeron nada, aunque yo no me sentía en condiciones de acudir a ninguna celebración, y menos sabiendo que Aarón estaría allí.

Un día, mientras estaba en mi habitación leyendo, sonó el timbre. No me molesté en ir a abrir la puerta, ya que Ana estaba en el salón. La oí hablar con alguien y cerrar. Pensé que quien había llamado se había marchado ya, pero entonces alguien golpeó mi puerta. Dejé el libro sobre el escritorio y fui a abrir, pues tenía puesto un candado para no ser molestada.
La persona que estaba al otro lado permanecía de espaldas a mi puerta, pero reconocería esa melena rubia aunque estuviese en la otra punta del mundo.
- Hola Marcos.
- Me gusta ese cuadro. ¿Lo has hecho tú?
Estaba observando un cuadro de un paisaje que había enfrente de mi habitación. Se giró y me sonrió.
- No, no lo he hecho yo. Cuando empecé a vivir aquí ya estaba. A mí también me gusta, es bonito. –dejé de mirar el bosque que se alzaba en la pared y le miré a él- ¿Quieres pasar?
Entramos en la habitación y cerré, esa vez sin candado. Me senté en la cama y le invité a acompañarme.
- Bueno, ¿y a qué se debe esta visita?
- ¿No puedo venir a verte sin un motivo concreto?
La incredulidad de mi cara hizo que nos riéramos.
- Vale, está bien, me has pillado.
- ¿Has venido a pedirme algo? Te aseguro que no tengo nada, lo puedes comprobar por ti mismo…

Capítulo 13

*ANABEL*
Eran las siete de la mañana. Había quedado a las siete y media.
Me levanté, dejando a Fran en la cama, desnudo aún. Me vestí rápidamente y salí. No podía llegar tarde o empezaría a parecerme a Verónica.

Llegué a la plaza exactamente a y media, de nuevo en autobús. Mis amigas ya estaban allí.
“¿Habrán ido a casa a dormir? ¡Menuda puntualidad…!”

La hermana de Natalia se me acercó y me dio un gran abrazo.
- ¡Al fin nos vemos! ¿Qué tal está Aarón?
- Cuando me marché anoche estaba en coma. Verónica, me estoy empezando a cansar de esto.
- ¿A qué te refieres?
- A tener que aparentar que quiero a Aarón. Lo único que siento ahora mismo por él es preocupación por su estado. No quiero seguir con esto, no me gusta este juego…
El rostro de Verónica reflejó entonces enfado, mientras que los de mis otras amigas sólo mostraban confusión.
- ¿De qué está hablando, Vero? –quiso saber Ruth.
- Verónica quiere que yo siga con Aarón para que Natalia no pueda estar con él.
- ¿Es eso cierto? –preguntó Lydia, tomándome por loca.
- Vamos, Verónica, díselo. –dije, señalando a mis sorprendidas amigas- Y, cuéntame, ¿por qué quieres hacerle daño a tu hermana? ¿Por qué la odias tanto?
- Ella cree que la quieres y que te has alegrado de su vuelta. –comentó Cristina.
- ¿A que soy buena actuando? Se lo ha tragado todo. Fingí no saber nada de Aarón y aparenté odio hacia Anabel.
- No creo que fuese sólo apariencia.
- ¿Piensas que te odio?
- Sólo me estás utilizando para joder a tu hermana, y ni siquiera sé qué problema tienes con ella.
- ¡Vale! Os lo voy a contar…



*MARCOS*
Hacía doce años que Aarón nos había presentado a Natalia, y la única vez que habíamos hablado con ella había sido para gritarla y sacar un odio que no teníamos motivos para sentir antes de su marcha. Ésa sí era una razón para que nos cayera mal, pero antes tampoco nos caía bien y no teníamos derecho a juzgarla. Nunca nos habíamos propuesto conocerla.
Ahora la descubría verdaderamente, conocía a aquella niña que había jugado con nuestro amigo mientras nosotros la evitábamos. Esa niña había cambiado mucho, estaba realmente guapa a sus recién estrenados dieciocho años. Su melena morena le llegaba a media espalda, sus ojos marrones brillaban con intensidad y me perdía en la profundidad de su mirada, una mirada que coronaba una alta figura de cuerpo espectacular.
Y además de ser preciosa era muy simpática y, en el tiempo que llevábamos hablando, había sonreído varias veces, riéndose de mis tonterías. Sus dientes eran perfectos, de una blancura impactante…
“Marcos, céntrate… ¿Acabas de dejar a tu novia y ahora te pones a pensar en una chica en la que nunca te habías fijado? Recuerda que estáis hablando de destapar a Anabel, no de destaparla tú a ella…”
- ¿Y cada uno de vosotros está con una de las amigas de Anabel? –preguntó, como si me hubiera leído el pensamiento.
- Yo lo dejé ayer con Lydia, justo antes de ir al parque. Antes de encontrarnos contigo.
- ¿Ayer? ¿Tanto tiempo ha pasado?
- Eh… está amaneciendo, Natalia.
- ¡Me encantan los amaneceres! –y salió corriendo hacia la ventana más próxima, en el pasillo contiguo al de la habitación de Aarón, en el que yo me encontraba aún.
Esta chica no dejaba de sorprenderme. Fui andando hacia donde estaba, observando un nuevo comienzo, un nuevo nacimiento del astro rey.
Cuando llegué junto a ella me miró y me sonrió.
Observamos juntos el amanecer. Era la primera vez que lo hacía y me pareció realmente hermoso. Me apeteció hacerlo más a menudo, y con tan buena compañía.

Capítulo 12

*AARÓN*
¿Dónde habría ido Marcos? Me pareció que llamaba a Natalia, pero no podía ser, a mis amigos nunca les había caído bien, y todo empeoró cuando desapareció. Siempre hablaban mal de ella y decían que esperaban no verla nunca más. Entonces era imposible, aunque mientras estaba inconsciente les había oído hablar con ella. ¿O no? Todo era tan raro… Decidí no darle importancia.
- ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
- Pues casi doce horas. El médico decía que tal vez estuvieras más tiempo. –aclaró Eduardo.
- Incluso decía que podías entrar en coma. Menudo tío, ¿de dónde se habrás sacado esas ideas? –dijo Jonathan, a quien no le caían muy bien los médicos.
- Eh… Jony… ha estado en coma. ¿Te enteras ahora?
Nos echamos a reír, intentando suavizar el ambiente, que había estado en tensión en presencia de Natalia.
- ¿Y sabes lo que te ha pasado? –me preguntó Eduardo, mientras Jonathan asimilaba su metedura de pata.
- Sólo sé que iba caminando por la calle y os oí llamarme. Entonces me di cuenta de que estaba en medio de la carretera y un coche venía hacia mí. Lo último que recuerdo es el choque entre mi cuerpo y el vehículo y el golpe contra el suelo. No sé ni quién era el conductor, ni qué le pasó ni nada. ¿Está bien?
- Pues seguramente está genial en su casita, en la cama probablemente. Y si está mal que se joda. Ni siquiera se dignó a bajar del coche y ayudarte, ni pidió una ambulancia, a no ser que lo hiciera luego desde casa, cosa que dudo. Te atropelló y se piró. Al menos le dejaste el morro del coche hecho puré. –me contó Jonathan, dejándome atónito.
- Marcos dice que sabe quién conducía el coche, pero no nos lo ha dicho.
- El caso es que el coche nos sonaba, pero… Ni idea.

*NATALIA*
Marcos me había pedido que me sentara con él en un banco que había en el pasillo. Y allí me encontraba, esperando aún que me dijera qué pasaba con Anabel.
- Esto no se lo he contado a nadie y espero que tú tampoco lo hagas. Te lo voy a revelar a ti porque sé que odias a Anabel y es más probable que quieras ayudarme.
- ¿Pero qué es? Vamos, dímelo ya. –le animé para que me lo contara.
- Vale, vale, voy. La razón por la que ahora mismo la odio tanto y estoy hablando contigo es porque sé quién conducía el coche que atropelló a Aarón.
- ¿Y eso que tiene que ver con Anabel? No me estarás intentando decir que quien ha atropellado a Aarón y se ha marchado, dejándolo tirado en la carretera, ha sido su novia, ¿verdad? –intentaba convencerme de que no era eso lo que me estaba insinuando.
- Eso es exactamente lo que quería decirte. A los tres nos resultaba familiar el coche, pero únicamente yo he visto quién iba al volante. Jonathan y Eduardo lo han dejado correr, pero yo no pienso quedarme de brazos cruzados mientras mi mejor amigo vive engañado pensando que su novia le quiere y le adora cuando casi le mata.
- Marcos, no me puedo creer lo que me estás contando, ni sé a dónde quieres llegar con todo esto. ¿Qué pretendes? ¿Que vaya a buscar a Anabel y la mate? –eso era lo que más me apetecía hacer en ese momento.
- No, no te pases. Lo único que quiero es desenmascararla, pero no diciendo “Anabel ha atropellado a Aarón, Anabel ha atropellado a Aarón”, como los niños pequeños para hacer rabiar a los demás. ¡Siempre con la misma musiquilla…!
Me reí con ganas, tenía mucha razón. Recordaba esa manía de mis compañeros de la escuela y de cualquier niño.

Descubría una parte de Marcos que no conocía pero que me gustaba. Tras esa fachada de tío duro con el pelo rubio largo, cuerpo musculoso y algún que otro tatuaje se escondía un chico simpático y hasta gracioso.
- Vale, tampoco pretendía hacerlo así, pero dime qué quieres hacer. –dije cuando me hube recuperado del ataque de risa.
- Quiero que se vea tan acorralada que termine confesando ella misma.
- Entiendo. Lo que quieres es una muerte lenta y dolorosa, ¿no?
- Pero mira que eres violenta… Dale con hablar de muerte. Sí, bueno, más o menos es lo que quiero, que sufra tanto que no pueda soportarlo y admita que fue ella.

Capítulo 11

*AARÓN*
Natalia estaba allí, podía oírla. Pero no podía llamarla. No podía moverme. ¿O sí? Intenté mover una mano y lo conseguí. Mis pensamientos ya no formaban parte de ese mundo en el que sólo estaba yo, escuchando todo lo que decían y consciente de las personas que tenía a mi alrededor, pero incapaz de moverme. En ese momento estaba consciente de verdad.
Me desperté poco a poco. Ya sabía quiénes estaban a mi alrededor, pero miré igualmente para situar sus posiciones. A mi derecha estaban Jonathan y Marcos, cerca de la ventana. A mi izquierda estaba Eduardo. Y enfrente de mí, en la puerta, Natalia.
Mis ojos no estaban completamente abiertos, por lo que disimulaba un poco y podía mirarlos sin que se notara mucho. Entonces los abrí del todo y Natalia se dio cuenta, ya que era la única que me miraba a mí, los demás la miraban a ella.
- ¡Aarón!
Y se acercó a mí rápidamente. Me abrazó con cuidado de no hacerme daño, pues estaba vendado casi de pies a cabeza, a excepción de mi pierna izquierda, que estaba escayolada.
Se dio cuenta de lo que había hecho, tal vez recordando nuestra discusión, y se apartó, completamente roja, volviendo a la puerta.

Mis amigos ya me miraban a mí, por supuesto. Sonreían. Yo también sonreí, al menos ésa era mi intención, ya que en mi cara sólo apareció una mueca de dolor.
- ¿Y Anabel?
Sabía que había estado a mi lado, pero no sabía por qué se había ido, ni por qué no estaba allí en ese momento, viéndome despertar. Ella no estaba y Natalia sí.

*NATALIA*
Se había despertado. Eso quería decir que estaba mejor. Era buena señal.
Yo no debería estar en ese momento en esa habitación. Habíamos discutido y seguramente él seguía enfadado conmigo. Y para colmo no se me había ocurrido otra cosa que abrazarle, abrazo que no había sido correspondido.
Él sólo quería ver a su novia, por eso nada más despertar había preguntado por ella, yo no le interesaba. Ya no.
- Creo que debería marcharme. No pinto nada aquí. Me alegro de que te hayas despertado.
Ni siquiera podía mirarle a la cara. Me avergonzaba de mis actos pasados.
Como nadie decía nada me di la vuelta y me marché.

Cuando ya estaba en el pasillo, lejos de la habitación de Aarón, oí una voz detrás de mí que me llamaba. Era Marcos. Me giré sorprendida.
- ¿Desde cuándo me hablas? –le pregunté, sin entender nada.
- Pues desde que me he dado cuenta de que mereces más la pena quela novia de mi mejor amigo. Siento mucho lo mal que me he portado contigo. Me gustaría que nos lleváramos bien.
¿Cómo? ¿Marcos, una de las personas que más me odiaban, quería ser mi amigo? Había algo que no cuadraba.
- ¿Y por qué dices eso de Anabel? No es que me caiga precisamente bien, pero pensé que a ti sí.
- A nosotros tres sólo nos caía bien porque nos presentó a sus amigas, pero nunca ha sido amiga nuestra. Además sé algo de ella que nadie más sabe. Es de lo que quería hablar contigo. Necesito tu ayuda. ¿Qué me dices? –dijo mientras me miraba a los ojos.
- ¿De qué se trata? –contesté sin pensármelo dos veces.

Capítulo 10

*VERÓNICA*
Me arreglé, cogí mi bolso, con el maquillaje y el móvil, y salí de casa.
Había quedado a las doce en la plaza con Cristina, Ruth y Lydia, tres de mis cuatro mejores amigas. Cuando llegué ellas ya estaba allí.
- Joder, tía, siempre llegas tarde. –dijo Cristina, cansada de esperarme.
- Ya, lo siento, pero hoy tengo una excusa. He ido a ver a mi hermana al hospital. Se ha desmayado y casi se abre la cabeza.
- ¿Tu hermana está en el hospital? –ésa era Ruth, siempre repitiéndolo todo.
- Sí, y creo que su habitación está cerca de la de Aarón. ¿Anabel sigue allí?
- Acabo de hablar con ella y ya se marchaba a casa. Dice que necesita dormir un poco. Hemos quedado con ella a las siete y media, antes de que se vaya a trabajar. De todas maneras no se quedaría mucho más tiempo si no tuviera que madrugar, no le quiere tanto. –dijo Lydia, dejándolo todo más que claro.
- Ya, bueno, pero mientras esté ella con Aarón, mi hermana no podrá estar con él. Eso es lo importante.

*NATALIA*
Me dolía muchísimo la cabeza. Sentía como si cien tambores sonaran a la vez en mi cerebro. Aunque el dolor era insoportable, gracias a él conseguía no pensar, no recordar… Menuda ironía, era feliz con un dolor de cabeza.
Mis amigas seguían a mi lado, cuidando de mí, y mi hermana había venido a verme, preocupada. Debería ser feliz, pero no podía. La persona a la que más deseaba ver estaba muy cerca, pero a la vez tan lejos…

Por fin hicieron efecto los calmantes y me dormí.
“Estaba en un lugar extraño, pero a la vez conocido. Caminaba y caminaba, arañándome mis pies descalzos con las afiladas piedras del suelo. Llovía y hacía frío, mucho frío. Entonces me di cuenta de que iba en ropa interior. Me encontraba desnuda ante el mundo, sin nada para arroparme, sin nadie para protegerme.
Paré de andar y me tiré de rodillas en medio de la carretera, mirando al suelo.
Escuché voces y levanté la vista.
Ante mí aparecieron Aarón y sus amigos, con sus respectivas novias. Todos estaban alegres y muy cariñosos. No paraban de sonreír. Se pararon cuando llegaron a mi lado, pero era como si no me vieran, sólo se miraban entre ellos.
Por mi derecha apareció mi hermana, feliz, cantando como hacía cuando estaba contenta. Llegó hasta donde estaban Aarón y los demás y empezaron a hablar, todos alegres.
De detrás de mí salieron Ana y Sara, iban hablando entre ellas y se pararon a mi izquierda.
Nadie me miraba, nadie me veía, y todos eran felices. Todos sonreían.
Mientras tanto, yo lloraba…”

Me desperté de golpe. Cada imagen de mi pesadilla permanecía en mi cabeza. En realidad no era muy diferente a mi verdadera existencia, mi gris existencia. La pesadilla era real.

*JONATHAN*
Allí seguíamos, en el hospital, viendo a nuestro amigo luchando silenciosamente por vivir.
Anabel se había ido, decía que tenía algo muy importante que hacer. ¿Más importante que estar con tu novio, quien podía morir en cualquier momento?
- ¿Puedo pasar?
Los tres miramos hacia la puerta. Ahí estaba Natalia, con un vendaje alrededor de la cabeza.
- ¿Qué te ha pasado? –preguntó Eduardo.
- No me dijeron lo típico de “siéntate” antes de decirme lo que le había pasado a Aarón.
Intentó sonreír para quitar un poco de tensión, pero su mirada no se apartó de Aarón, una mirada enmarcada por unas terribles ojeras. Se notaba que el dolor de cabeza no la había permitido dormir bien.
- ¿Y qué tal te encuentras? –me sorprendió que Marcos hablara con ella.
- Bastante bien, la verdad, aunque me da vueltas la cabeza.
- ¿Has podido dormir algo? –intervine yo.
- Sí, habré dormido un par de horas, pero me he despertado bruscamente por culpa de una pesadilla.

Capítulo 9

*NATALIA*
Llegué a casa chorreando agua, mezcla de lluvia y lágrimas. Eran las nueve, empezaba a anochecer.
Nada más abrir la puerta vi a Ana y a Sara sentadas en el sofá, mirándome con tristeza y preocupación. Pensé que sería por mi aspecto, pero entonces se levantaron y me abrazaron.
- ¿Qué ocurre?
- ¿No te has enterado? –preguntó Ana, como si no fuera evidente.
- Pensábamos que estabas triste por eso.
- He discutido con Aarón. ¿De qué me tengo que enterar?
- Natalia… -empezó Ana.
- ¿¡Qué!? ¡Suéltalo ya joder!
- A Aarón lo ha atropellado un coche. –completó Sara.
- Hace media hora que está en el hospital, inconsciente.
Sentí que mi cuerpo ya no me respondía. Se me doblaron las rodillas y caí al suelo.
Desperté dos horas después en el hospital, me había dado un golpe en la cabeza.

*ANA*
Estábamos en el hospital al lado de la cama de Natalia. Por fin se despertaba.
- ¿Qué ha pasado?
- Te desmayaste y te diste un golpe en la cabeza. ¿Qué tal te encuentras? –quise saber, pues su aspecto no era muy bueno.
- Bueno, me duele la cabeza, pero seguramente Aarón esté mucho peor que yo.
- ¿Entonces te acuerdas? –le preguntó Sara.
- Claro, el golpe no me ha hecho olvidarlo. ¿Qué tal está?
- Bastante mal. Sigue inconsciente. –le confesé, no quería engañarla.
- Quiero verle.
- No puedes. Tienes que descansar.
- Además no creo que seas bienvenida allí. Están sus amigos y su novia. –dijo Sara, siempre tan directa.

*ANABEL*
Había dejado a mi novio tirado en la carretera después de atropellarlo. Me sentía mal por ello, pero no quería que me reconocieran sus amigos, que se encontraban allí cuando ocurrió el accidente. No podían saber que era yo la conductora, ni de dónde salía.

Mientras guardaba el coche en el garaje, había recibido una llamada de Eduardo diciéndome lo que le había pasado a Aarón. Siempre había sido buena actriz, por lo que no me había resultado muy difícil aparentar sorpresa y tristeza.
Cogí el autobús un rato después para ir al hospital.

Cuando llegué no pude evitar entristecerme, esa vez de verdad. Aarón estaba inconsciente, rodeado por un montón de máquinas, lleno de heridas y vendajes y una pierna escayolada. Y todo por mi culpa.
Sus amigos estaban sentados en sillas a su alrededor. En cuanto llegué me miraron los tres. Jonathan y Eduardo enseguida volvieron a mirar a Aarón, pero Marcos no apartó la mirada de mí, una mirada furiosa. Me senté lo más lejos que pude de él, al otro lado de la cama de Aarón. Marcos estaba al lado de la ventana.
- ¿Por qué has venido en autobús? –me preguntó en cuanto me senté.
Mi cara no reflejó más que horros, pero supe reaccionar rápido.
- Tengo el coche en el taller. –le respondí de la manera más natural posible.
- ¿Y eso? ¿Te has dado un golpe?
- No, lo he llevado para que le hagan una revisión de los frenos. Últimamente no funcionan bien.
- ¿Y cuándo te has dado cuenta de eso?
Me di cuenta de que a Jonathan y a Eduardo también les extrañaba que a Marcos le interesara tanto mi coche.
- Deja ya de preguntarle a la muchacha. No creo que sea el mejor momento para hablar del coche.
Suspiré aliviada. Le estaría eternamente agradecida a Eduardo.

Capítulo 8

*AARÓN*
“¿Para qué habrá vuelto? ¿De verdad pensaba que nada más verla me iba a echar a sus brazos? Ha pasado mucho tiempo… Dos años en los que no he mostrado lo que verdaderamente sentía para no preocupar a mi madre y a mis amigos. Pero estaba realmente jodido… Me destrozó cuando no volvió. Natalia… La persona a la que más he querido en mi vida, a quien no he olvidado aunque haya pasado dos años sin verla, sin tocarla, sin besarla… Anabel jamás me hará sentir lo mismo, es imposible. De todas formas sólo está conmigo porque soy popular, para que todas la tengan envidia. Jamás podría querer a alguien, sólo se quiere a sí misma…”

Iba por la calle recordando mi conversación con Natalia; había sido muy duro con ella, pero tenía que desahogarme, soltar todo lo que me había guardado los últimos años.
La seguía queriendo, no tenía ninguna duda de ello, y la había echado mucho de menos, pero, al igual que había sufrido su ausencia, había sufrido su regreso… Había oído que si se pasaba mal por una persona es porque se la quería mucho. Pues sí, era verdad.

No tenía ni idea de por dónde iba, pero me daba igual. Tenía mucho en lo que pensar y no miraba ni la calle en la que me encontraba.
- ¡¡Aarón!!
Cuando oí a mis amigos llamándome recuperé la noción del tiempo y el espacio. Estaba cruzando una carretera e iba bastante despacio.
Miré al lugar de donde venían las voces y entonces lo vi. No me llamaban para que los esperara, sino para avisarme.

*ANABEL*
Esa tarde Aarón se había ido al parque con sus amigos, por lo que yo había podido quedar con Fran en su casa, como hacía cada vez que mi novio salía por ahí sin mí.
Aarón no tenía ni idea de los cuernos que tenía, no se enteraba de nada. Llevábamos juntos cuatro meses y en todo ese tiempo, cada fin de semana, yo me había liado con Fran, que vivía cerca del parque.
Disponía de ellos dos a mi antojo. Fran sabía que yo estaba con Aarón, pero no le importaba y sabía que a mí tampoco.

Acababa de salir de su casa y había cogido el coche para volver a la mía, pasando por la calle de detrás del parque, para no ser vista. Iba distraída recordando aquella tarde mientras conducía y no me di cuenta de que había alguien cruzando la carretera. Cuando lo vi intenté frenar, pero no me dio tiempo.

Justo antes de atropellarlo, me había mirado.
¿Acababa de atropellar a mi novio?

*EDUARDO*
No le había dado tiempo a Aarón a llegar a la acera. Le habíamos avisado tarde… Le había atropellado un coche que iba bastante rápido. No había conseguido frenar… Sólo paró cuando Aarón estaba tirado en el suelo, inconsciente. Pensé que el conductor bajaría y le ayudaría, que llamaría a una ambulancia, pero volvió a arrancar, esquivó a nuestro amigo y se marchó.
- ¡Será…!
- ¿Habéis visto quién era? –pregunté, intentando comprender la reacción de Marcos, que parecía de reconocimiento.
- Yo no he visto al conductor, pero el coche me sonaba un montón.
- Sí, a mí también, por eso lo digo, porque el coche me resultaba familiar, pero no he visto quién era el dueño. –coincidí con Jonathan.
- Yo sí sé quién era… -Marcos confirmaba mi sospecha.
Y no dijo nada más, se limitó a llamar a una ambulancia, que llegó bastante pronto, pero nos empapamos, pues llevaba un rato lloviendo.

Capítulo 7

Día tras día pasaba por el parque. Aunque no me acercara a él necesitaba verle.
Una tarde entré, pero no me senté en el banco, fui directa a la pista, donde estaban jugando, como siempre. No se dieron cuenta de que estaba cerca hasta que me dirigí a Aarón.
- ¿Podemos hablar un momento?
Se quedó parado un minuto más o menos, pensándose mi propuesta.
- Claro, vamos. –contestó al fin y fue hacia el banco en el que quedábamos siempre.
- No, ahí no. Me trae muchos recuerdos.
- ¿Y no te gustan esos recuerdos?
- No, porque al observar el presente me doy cuenta de la diferencia que hay. Anhelo algunas partes del pasado.
Se sentó en otro banco y yo le seguí.
- Fuiste tú quien quiso cambiarlo todo.
- Sabías lo mal que lo pasaba y lo que me costaba venir.
- Creía que conmigo te olvidabas de eso.
- Sí, pero no era suficiente.
- Para ti nada es suficiente…
Estuvimos un rato en silencio, y entonces me acordé de algo.
- ¿Por qué te has cortado el pelo? Me dijiste que te lo ibas a dejar muy largo.
- Ésa es una de las razones por las que me lo he cortado, porque te dije que no lo haría, y tú me dijiste que siempre vendrías para estar conmigo. Los dos rompimos nuestras promesas.
- ¿Y cuál es la otra razón?
En su rostro apareció una sonrisa triste.
- Recuerdo que te gustaba acariciar mi pelo mientras me abrazabas. Cuando dejaste de venir decidí deshacerme de todo lo que me recordaba a ti. Rompí con el pasado.
- ¿Has olvidado todo nuestro pasado?
- No lo he olvidado, pero intento no pensar en ello. Por cierto, ¿por qué has vuelto?
- Echaba esto de menos. A Madrid, a mi hermana, a ti… -le miré a los ojos, esperando una reacción.
- ¿Has vuelto por mí?
- En parte sí. Tenía una mínima esperanza de que me siguieras queriendo. Quería volver al pasado, a la parte en la que estábamos juntos… Pero tienes novia.
Se levantó de repente del banco y empezó a gritar.
- ¡No podías pretender que pasase dos años esperándote! ¡Ni siquiera sabía si ibas a volver alguna vez! ¿Te espero eternamente y no continúo con mi vida? ¡Fuiste tú quien desapareció sin más y me dejó tirado sin dar explicaciones!
Y se marchó del parque dejando a sus amigos en la pista, mirándome con enfado. Estaba claro que para ellos aquello también era nuevo. Nunca habíamos visto así a Aarón.
Se me acercaron. Estaban verdaderamente enfadados.
- ¿Qué le has hecho? –dijo Jonathan, adelantándose a los otros dos.
- ¿Cómo? No le he hecho nada. Hemos estado hablando y entonces se ha puesto así.
- Hemos oído perfectamente lo que ha dicho, así que has mencionado el pasado. No se te habrá ocurrido decirle que vuelva contigo, ¿verdad?
- No, Marcos… no exactamente. Le he dicho que echo de menos el pasado y que me gustaría recuperar aquellos momentos.
- Estuvo meses como un zombie preguntándose qué había hecho para que le abandonaras. Le costó mucho recuperarse y no hablaba nunca del tema con nosotros, se lo guardaba para él –dijo Eduardo, claramente culpándome del estado de Aarón.
- Hasta que ha explotado… Lo ha sufrido en silencio durante mucho tiempo, le hacía falta expresar lo que sentía.
- Te había olvidado, había conseguido superarlo. Y ahora se te ocurre volver. ¿Para qué? ¿Para comprobar el daño que has hecho? –el tono de voz de Jonathan fue subiendo, hasta que Marcos le interrumpió.
- Lárgate, ahora tiene novia y está bien. No pintas nada aquí.
Y se fueron a buscarle. Yo me quedé sentada en el banco sin saber qué hacer. Entonces me di cuenta de que estaba llorando. Me levanté.

El día había amanecido revuelto y según iba hacia mi casa comenzó a llover.
- Genial, lo que me faltaba… ¿Qué más me queda? ¿Que me pille un coche?

Capítulo 6

Nos fuimos a casa y me metí en la cama. Me tenía que haber quedado en Sevilla. Había vuelto para ver a Verónica y a Aarón ¿y qué me encontraba? A mi hermana todavía no la había visto y a Aarón preferiría no habérmelo encontrado. Intentaba con todas mis fuerzas olvidar las imágenes que me venían a la cabeza de esa tarde.

Pasó una semana desde lo ocurrido en el parque y decidí ir a visitar a Verónica. Hacía dos años que no la veía, seguramente había cambiado mucho, igual que yo.
Llegué a la casa en la que había pasado mis vacaciones años atrás. Llamé al timbre y me abrió una chica joven. No tenía claro quién era. Podía ser una de las amigas de mi hermana.
- Hola. ¿Te puedo ayudar en algo? –dijo aquella chica mirándome de pies a cabeza.
- Hola. Venía a ver a Verónica…
- Soy yo. ¿Quién eres tú?
Miré de arriba abajo a mi hermana. Pues sí que había cambiado…
- Estás guapísima. Has crecido mucho en dos años.
- ¿Natalia?
- Veo que tú tampoco reconoces a tu hermana.
Nos dimos un gran abrazo y entramos al salón. Nos sentamos en un sofá y me volvió a abrazar.
- Te he echado mucho de menos. Pero estuve muy enfadada contigo al principio –me dijo, mirándome mal de repente.
- Yo también te he echado de menos. Entiendo que te enfadaras conmigo, tenía que haberte dicho que no iba a volver. Aguanté mucho tiempo, ya no podía más. Lo siento.
- Si lo comprendo, pero ¿por qué no nos dijiste que se había ido papá? Te podías haber venido a vivir aquí con nosotras.
- No os lo dije porque me prohibió contarlo. Sólo se lo conté a Aarón, necesitaba desahogarme. A vosotras no os lo podía decir porque entonces él se enteraría y a saber qué me hacía por desobedecerle…
- ¿Qué tal con Aarón? ¿Seguís juntos? ¿Le has visto ya? ¿Cuándo has vuelto? Cuenta, cuenta.
- Volví hace algo más de dos semanas y le vi la semana pasada en el parque. Tiene novia. Una niña rubia muy guapa que iba con él a clase.
- ¿Qué volviste hace más de dos semanas y todavía no habías venido a verme? Me parece muy fuerte, Natalia. ¿Una niña rubia? Como no sea Anabel…
- Sí, se llama Anabel. ¿La conoces?
- Claro, recuerda que voy al instituto al que iba Aarón.
- Es cierto… ¿Y alguna vez te dijo algo de mí?
- Hablábamos sobre cuándo venáis, pero, cuando dejaste de venir, dejamos de hablar. No sé cómo ha podido seguirle el juego a Anabel…
Estuvimos toda la tarde hablando de todo lo que se nos ocurría. Sentí que volvía al pasado, recuperaba a mi hermana, la complicidad que había entre nosotras. Me sentí pequeña de nuevo cuando hicimos una guerra de cojines.
Se llegó la noche sin que nos diésemos cuenta y llegó mi madre de trabajar. Se le iluminó la cara cuando me vio, pero yo apenas la miré. Me despedí de Verónica y me marché a mi casa. Ana y Sara ya habían hecho la cena. Cenamos en silencio y después les propuse hacer palomitas y tumbarnos en el suelo a ver una película. Por primera vez me acercaba al concepto de felicidad, pero no por completo…

Capítulo 5

Un día íbamos dando un paseo por una calle que me resultaba familiar. No fui consciente de lo bien que la conocía hasta que llegamos al parque. Me paré en medio de la calle y miré dentro, al banco. Estaba vacío. A mi cabeza llegaron un montón de imágenes de los momentos vividos en ese banco. Entonces me fijé y vi que había alguien en la pista.
Era él. Era Aarón con Marcos, Jonathan y Eduardo. Estaban jugando al baloncesto.
Ana y Sara se dieron cuenta de que me había parado y vinieron hacía mí.
- ¿Estás mirando a Aarón?
Miré a Ana sin creerme lo que había dicho.
- ¿Le conocéis? –pregunté, con los ojos como platos.
- Claro, íbamos juntos a clase.
- ¿Tú de qué le conoces? –intervino Sara, unos pasos alejada de Ana.
- ¿Recordáis lo que os conté? El chico del que hablaba era Aarón.
- ¿Que el chico que te quita el sueño es Aarón? No me extraña, chica, la verdad es que está muy bueno.
- Nos sorprendió el día que apareció con el pelo corto. Le quedaba bien largo.
- Sí, pero da igual. A este chaval le queda todo bien. Y sus amigos no se quedan atrás.
- Ya, Sara, pero como Aarón no hay ninguno…
Me dijeron que entrara a hablar con él, pero me negué. No me sentía preparada.

Durante una semana pasamos día tras día por allí, y siempre intentaban convencerme para entrar, pero no me atrevía. Un día me decidí, tal vez una de las razones fuera que me empujaron hacia la puerta. Me armé de valor y fui hacia el banco a sentarme. Les observé jugar al baloncesto y sentía los ojos de mis amigas clavándose en mí a través de la verja del parque.

No podía seguir ahí, no quería que me viera. Lo peor era que el banco estaba cerca del camino que unía la pista con la puerta, por donde tendrían que pasar para irse.
Me levanté, dispuesta a marcharme, pero entonces vi que recogían sus cosas. Si me dirigía a la puerta me cruzaría con ellos, que era lo que menos me apetecía en ese momento, por lo que me volví a sentar.

Les observé mientras iban hacia la puerta para salir. Por fortuna iban hablando y no se fijaron en mí cuando pasaron cerca.
Al fin llegaron a la puerta y ya salían cuando Aarón se giró y miró al banco, donde yo seguía sentada con cara de susto. Parecía que simplemente miraba pro mirar y que no esperaba encontrarse a nadie allí, ya que se sorprendió al verme.
¿Me reconocería? Estuvimos mirándonos durante un momento y su cara reflejaba que estaba haciendo un verdadero esfuerzo por saber quién era.
Miró a sus amigos y les dijo algo. Ellos me miraron y asintieron. Aarón se giró del todo, como con intención de acercarse. Pensé que iba a venir conmigo pero entonces entraron cuatro chicas en el parque y una de ellas le abrazó y le dio un beso, al igual que las demás hicieron con sus amigos. Aarón le devolvió el beso a aquella chica, pero me miró con una cara que no sabría describir. En su rostro se mezclaban la culpa, la tristeza, el reproche, ¿el miedo?

Mi mayor miedo se hacía realidad. Estaba con otra. Sentí un intenso dolor en el pecho y se me nubló la vista. Perdí el equilibrio y estuve a punto de golpearme la cabeza con el banco, pero unos brazos me agarraron y me ayudaron a incorporarme de nuevo. Eran Ana y Sara, que habían entrado corriendo. Miré a la puerta y los demás ya no estaban.
Mis amigas se sentaron a mi lado y siguieron sujetándome, tal vez pensaran que iba a volver a perder la cabeza. Me miraban con preocupación.
- ¿Quién era ésa?
- Pues… creo que está claro. Era la novia de Aarón. Y las otras tres las de sus amigos. –dijo Sara, con una cara de odio que me hizo entender que no le caían bien aquellas chicas.
Lo había dado vueltas intentando encontrar otra explicación, pero era evidente que no la había. Aarón tenía novia, me había olvidado.
La verdad era que no me sorprendía. Era normal que le gustase más ese tipo de chica que yo. En Sevilla había muchos chicos detrás de mí, eso era cierto, pero yo era bastante normal comparada con ella. Donde estuviera una chica rubia de ojos azules, la típica Barbie que le gustaba a todos los chicos, no tenía nada que hacer una morena de ojos marrones.
Además, si Aarón tenía novia era culpa mía. Si no hubiera desaparecido sin decir nada eso no habría ocurrido. Habríamos seguido juntos.
- ¿Por qué no me lo habíais dicho? Lleváis una semana diciéndome que entre a hablar con él y no sois capaces de decirme que tiene novia. He hecho el ridículo.
- En realidad no sabíamos que estaban juntos. La última vez que los vimos fue antes del verano y Anabel llevaba todo el curso tirándole los trastos a Aarón, pero él pasaba de ella. Parece ser que ha conseguido lo que quería. –Ana parecía no creerse lo que había sucedido.
- Sí, comerle la boca al chico más guapo y más popular del insti. Anda que no es lista la niña…
- Vámonos a casa, no me encuentro bien. Esto no ha sido una buena idea.

Capítulo 4

*Vuelta a Octubre*
¿Me echaría Aarón de menos? ¿Se enfadaría al ver que no iba? ¿Se iría con otra? Sólo de pensarlo me dolía el corazón. Aarón… La persona que más me había apreciado y querido en toda mi vida, el motivo por el que me levantaba cada mañana y soportaba cualquier cosa porque sabía que todo ese esfuerzo me sería recompensado en vacaciones, al estar con él, al besarle.

Ya no lloraba la ausencia de mi padre. Todo lo que había pasado en mi corta vida me había hecho madurar deprisa. Ya no necesitaba a nadie, pero aún pasaba el tiempo con Adela, para agradecerle toda su ayuda. Con ella había aprendido a vivir, por ella sabía cocinar y planchar, por ella podría seguir cuando su vida se apagara y yo volviera a estar sola. Siempre estaría sola.

Pasó el tiempo y mi cuerpo era de mujer, supongo que por eso todos los chicos de mi instituto se me insinuaban. Pero yo les ignoraba, sólo pensaba en Aarón, en acariciar su pelo, cada vez más largo, tocar su piel, siempre caliente y besar sus labios. No me le conseguía sacar de la cabeza. Cumplí los diecisiete y seguía sin amigos. Sólo tenía a Adela, que ya estaba muy mayor y caía enferma con facilidad.

Superada toda mi tristeza me había convertido en una buena alumna. Aguantaba en el instituto, atendía y en casa hacía la tarea que nos mandaban. No me importaban los estudios, pero necesitaba estar ocupada para no ponerme a pensar en mis problemas. No era feliz, pero mi vida no era tan horrible como lo había sido en aquella época que poco a poco estaba olvidando.
Acabé mi último curso y decidí tomarme un tiempo de descanso; no me apetecía ponerme a trabajar tan pronto.

El verano se me pasó enseguida.
Llegó septiembre y Adela cayó enferma, esa vez parecía más grave. Como no tenía familia era yo quien cuidaba de ella.
El día antes de mi décimo-octavo cumpleaños, Adela murió. Sabía que alguna vez ocurriría, pero el mundo se me cayó encima.
Celebré mi mayoría de edad en su funeral. No había mucha gente: un par de vecinos y algún que otro curioso que pasaba por allí. El funeral hacía tiempo que estaba pagado, tal vez sabía que le quedaba poco tiempo.
Adela era una mujer muy humilde que escondía un secreto: tenía una gran fortuna, por lo que organizar su entierro le costó poco comparado con todo lo que tenía, que ahora era mío. Era la persona más cercana a ella y me lo había dejado todo, por lo que podría vivir sin preocuparme del dinero el resto de mi vida, y no hacía falta que trabajase.
Mientras veía cómo metían el ataúd bajo tierra tomé la segunda decisión más importante de mi vida. Ya no me quedaba nada para permanecer en Sevilla, mi casa me traía malos recuerdos y echaba de menos a mi hermana y, sobre todo, a Aarón. Volví a casa, cogí todas mis cosas y me marché.
Llegué a Madrid por la noche y dormí en un hotel. Al día siguiente me puse a buscar un piso. Encontré uno en el que vivían dos chicas que buscaban compañera y me aceptaron enseguida. Pronto nos hicimos muy amigas. Les conté a Ana y a Sara, que así se llamaban, toda mi historia, pero no les hablé de Aarón, sólo de un chico.

Capítulo 3

Pasamos la tarde sentados en nuestro banco y nos contamos todo lo que habíamos hecho desde que acabó el verano. Le hablé de Adela y me sorprendí sonriendo. Le estaba verdaderamente agradecida.
Cuando estaba con Aarón olvidaba lo mal que lo pasaba normalmente. Sentía que ésa no era mi vida, que yo había nacido para estar triste y no para ser tan feliz, pero me gustaba esa sensación, quería sonreír más a menudo.
En Navidad nevó e hicimos un muñeco de nieve en el parque y nos tumbamos en la hierba helada. Hacía tiempo que no me reía tanto.

Un día, mientras estábamos hablando y pasándonoslo bien, entraron en el parque los amigos de Aarón. Ni siquiera se molestaron en acercarse, solamente le saludaron con la mano y se fueron a jugar al baloncesto. A mí ni me miraron, pero me daba igual. Desde que conocía a Aarón les había visto pocas veces y nunca había hablado con ellos.

Llegó el día de Nochevieja y le pedí permiso a mi madre para salir después de cenar. No dudó ni un momento antes de decirme que sí, supongo que se alegraba de que la hablara y haría todo lo posible por complacerme, seguramente con la esperanza de que me dirigiera a ella más a menudo.
Cenamos todos juntos: mi abuela, mi madre, su nuevo novio, mi hermana y yo.
Salí nada más tomarme el postre. Había quedado con Aarón a las doce menos cuarto en el parque para oír las campanadas desde allí y entrar juntos en el nuevo año.
Cuando al fin dieron las doce nos comimos las gominolas que habíamos comprado por la tarde. Tragué la última medio ahogándome y le miré. Me estaba mirando como nunca lo había hecho. Y entonces me besó. Correspondí a ese beso tan esperado como si no nos fuéramos a volver a ver nunca más. Cuando nos separamos me miró a los ojos y me dijo lo que sentía por mí. Le dije que yo sentía lo mismo, que desde la primera vez que le había visto me había gustado y que con sus abrazos, sus caricias y su forma de ser me había enamorado.
Pasamos toda la noche juntos, sentados en el banco en el que habíamos pasado todos esos años; el banco de nuestro primer beso, el banco que nos vio crecer y enamorarnos y que fue testigo del inicio de una nueva relación entre nosotros.

Aquella noche nos costó mucho separarnos, pero fue más duro aún cuando se acabaron las vacaciones y yo tuve que volver a Sevilla, a la soledad que me acompañaba día tras día. Al menos tenía a Adela.
Me alegré mucho de volver a verla. Me recibió con la comida hecha, tan rica como siempre.
Estaba cansada, por lo que pronto fui a mi casa a dormir. Tenía muchas cosas en las que pensar, muchos momentos que recordar, pero me venció el sueño.

Mi relación con Aarón siguió y deseaba que llegaran las vacaciones para volver a verle, aunque cada vez me costaba más ir a Madrid, pero no por él, sino por mi madre. Odiaba estar con ella y tener que aparentar que todo estaba bien. Entonces tomé una decisión.
Habían pasado dos años desde que se fuera mi padre. Era el día en que cumplía dieciséis años y no iba a volver a Madrid en Navidad. No podía más.


*Dos meses atrás… Agosto*
- Natalia, cariño, ¿podemos hablar?
- Yo no tengo nada que hablar contigo –dije, soltando la mano de mi madre de mi brazo.
- No puedes estar eternamente evitándome.
- Claro que puedo. Tengo mucha práctica y ya me sale solo. Además, no vivirás eternamente.
- Pero ¿Por qué estás así conmigo? ¿Qué te he hecho?
Me paré en seco en medio del pasillo, sin poder creerme lo que estaba oyendo. Se notaba que yo fingía bien y ella no sabía nada. Me di la vuelta y entonces no pude más, exploté.
- ¿Que qué me has hecho? Me has arruinado la vida. Si me hubieras traído contigo como hiciste con Verónica no habría tenido que vivir así. No habría llorado noche tras noche hasta caer dormida, cansada de derramar lágrimas. No habría sentido tanta soledad como para odiar la vida y querer marcharme a la que llaman “mejor vida”, porque aunque sea una mierda será mejor que la que tengo. No sé si lo sabes, pero no venía por ti, venía por Verónica y por un chico que he conocido, que me quiere más de lo que tú podrás querer en tu vida. Sólo te miras tu propio culo y el de tu novio, ese que te pone los cuernos con la vecina cuando tú estás trabajando. Te aseguro que no me vas a volver a fastidiar más.
Cogí mis cosas y me marché, dando un portazo.

Capítulo 2

Pasó el tiempo y yo seguía yendo a Madrid en vacaciones y siempre me encontraba con Aarón, quien hacía que me olvidara de lo sola que me sentía en Sevilla.
Los años pasaban y mi padre cada vez me ignoraba más. Nunca me había dirigido la palabra, pero un día lo hizo. Era el día de mi decimocuarto cumpleaños y pensé que me iba a decir algo amable, pero cuando habló me di cuenta de que prefería que no hubiera abierto la boca.
Me dijo que se iba a vivir a Barcelona, que había encontrado a una mujer a la que querer, y que yo no iría con él. Le pregunté si me marcharía a vivir con mi madre pero me dijo que no, que ella no debería enterarse de que se había ido y me amenazó con hacerme la vida imposible si se lo contaba a alguien o si dejaba d ir en vacaciones, pues sospecharían. Entonces se marchó.
Estaba sola, más que nunca. Pensaba que me moriría, ya que ni siquiera sabía cocinar.

Pasé dos días en casa sin salir de la cama, aunque no dormía. Al tercer día alguien llamó a la puerta y, como insistía tanto, me levanté a abrir. Era la señora Adela, nuestra vecina de abajo, quien me dijo que sabía que mi padre no iba a volver, aunque la versión oficial era que estaba de viaje de trabajo. Me prometió que cuidaría de mí y que nunca más estaría sola. Fuimos a su casa y me dio de comer. Hablamos durante un rato y me quedé dormida, estaba muy cansada.

Todos los días iba a comer y a cenar a casa de Adela. Seguía viviendo en mi casa, pero pasaba más tiempo en la suya. Por las tardes me enseñaba a planchar, coser y cocinar, para cuando ella no estuviese. Me trataba muy bien y yo la quería como si fuera mi propia abuela. Gracias a ella conseguí superar un poco el abandono de mi padre pero, aunque me cuidaba, yo me sentía muy mal y lo único que quería era ver a Aarón.

Pasó el otoño, mi otoño más triste, y llegó diciembre y, con él, las vacaciones de Navidad. Me despedí de Adela y le agradecí mucho lo que había hecho por mí. Nos veríamos cuando volviera de Madrid.

Cuando llegué mi madre me dio un caluroso abrazo, pero yo sólo me alegré de ver a mi hermana Verónica, que había cambiado mucho desde el verano.
Mi madre intentaba acercarse a mí pero yo la evitaba. Sentía que ella era la culpable de todo lo que me había pasado. Si me hubiera llevado con ella igual que a Verónica no me habría quedado sola. La única razón por la que había ido era para ver a Aarón, no porque me entusiasmara la idea de verla.
Nada más comer fui al parque y allí estaba él, sentado en el mismo banco de siempre, cerca de la puerta, donde siempre quedábamos. Era nuestro banco. Corrí hacia él y nos dimos un gran abrazo. Él también me había echado de menos.

Le conté lo que había ocurrido con mi padre y no le sorprendió, ya que conocía cómo me había tratado e ignorado en los últimos años. No pude evitar ponerme a llorar, y él me consoló, como hacía siempre.
- Bueno, al menos tú tienes padre –me dijo mientras me abrazaba.
- Como si no lo tuviera. Pero ¿por qué lo dices?
- Mi padre murió cuando yo tenía cuatro años.
- Vaya, no lo sabía. Lo siento.
- No te preocupes, no tuve tiempo de cogerle cariño. Era muy pequeño.
- ¿Y qué le pasó? Si quieres contármelo.
- Tuvo un accidente de coche. Volvía a casa de trabajar por la noche y entonces se cruzó con un coche que iba por el carril equivocado. Si pillara a ese borracho… Sólo se rompió un brazo, pero mi padre murió al instante.
Vi cómo se le humedecían los ojos. Le abracé. Era muy triste lo que me contaba, que por culpa de un borracho muriera un inocente que sólo quería volver a casa para descansar tras un largo día de trabajo y estar con su mujer y su hijo. Qué vida tan injusta.