TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

martes, 2 de febrero de 2010

Capítulo 2

Pasó el tiempo y yo seguía yendo a Madrid en vacaciones y siempre me encontraba con Aarón, quien hacía que me olvidara de lo sola que me sentía en Sevilla.
Los años pasaban y mi padre cada vez me ignoraba más. Nunca me había dirigido la palabra, pero un día lo hizo. Era el día de mi decimocuarto cumpleaños y pensé que me iba a decir algo amable, pero cuando habló me di cuenta de que prefería que no hubiera abierto la boca.
Me dijo que se iba a vivir a Barcelona, que había encontrado a una mujer a la que querer, y que yo no iría con él. Le pregunté si me marcharía a vivir con mi madre pero me dijo que no, que ella no debería enterarse de que se había ido y me amenazó con hacerme la vida imposible si se lo contaba a alguien o si dejaba d ir en vacaciones, pues sospecharían. Entonces se marchó.
Estaba sola, más que nunca. Pensaba que me moriría, ya que ni siquiera sabía cocinar.

Pasé dos días en casa sin salir de la cama, aunque no dormía. Al tercer día alguien llamó a la puerta y, como insistía tanto, me levanté a abrir. Era la señora Adela, nuestra vecina de abajo, quien me dijo que sabía que mi padre no iba a volver, aunque la versión oficial era que estaba de viaje de trabajo. Me prometió que cuidaría de mí y que nunca más estaría sola. Fuimos a su casa y me dio de comer. Hablamos durante un rato y me quedé dormida, estaba muy cansada.

Todos los días iba a comer y a cenar a casa de Adela. Seguía viviendo en mi casa, pero pasaba más tiempo en la suya. Por las tardes me enseñaba a planchar, coser y cocinar, para cuando ella no estuviese. Me trataba muy bien y yo la quería como si fuera mi propia abuela. Gracias a ella conseguí superar un poco el abandono de mi padre pero, aunque me cuidaba, yo me sentía muy mal y lo único que quería era ver a Aarón.

Pasó el otoño, mi otoño más triste, y llegó diciembre y, con él, las vacaciones de Navidad. Me despedí de Adela y le agradecí mucho lo que había hecho por mí. Nos veríamos cuando volviera de Madrid.

Cuando llegué mi madre me dio un caluroso abrazo, pero yo sólo me alegré de ver a mi hermana Verónica, que había cambiado mucho desde el verano.
Mi madre intentaba acercarse a mí pero yo la evitaba. Sentía que ella era la culpable de todo lo que me había pasado. Si me hubiera llevado con ella igual que a Verónica no me habría quedado sola. La única razón por la que había ido era para ver a Aarón, no porque me entusiasmara la idea de verla.
Nada más comer fui al parque y allí estaba él, sentado en el mismo banco de siempre, cerca de la puerta, donde siempre quedábamos. Era nuestro banco. Corrí hacia él y nos dimos un gran abrazo. Él también me había echado de menos.

Le conté lo que había ocurrido con mi padre y no le sorprendió, ya que conocía cómo me había tratado e ignorado en los últimos años. No pude evitar ponerme a llorar, y él me consoló, como hacía siempre.
- Bueno, al menos tú tienes padre –me dijo mientras me abrazaba.
- Como si no lo tuviera. Pero ¿por qué lo dices?
- Mi padre murió cuando yo tenía cuatro años.
- Vaya, no lo sabía. Lo siento.
- No te preocupes, no tuve tiempo de cogerle cariño. Era muy pequeño.
- ¿Y qué le pasó? Si quieres contármelo.
- Tuvo un accidente de coche. Volvía a casa de trabajar por la noche y entonces se cruzó con un coche que iba por el carril equivocado. Si pillara a ese borracho… Sólo se rompió un brazo, pero mi padre murió al instante.
Vi cómo se le humedecían los ojos. Le abracé. Era muy triste lo que me contaba, que por culpa de un borracho muriera un inocente que sólo quería volver a casa para descansar tras un largo día de trabajo y estar con su mujer y su hijo. Qué vida tan injusta.

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