TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

jueves, 4 de marzo de 2010

Capítulo 32

*ANA*
Eran las cuatro de la tarde y nuestra amiga no aparecía. Seguíamos sin tener ninguna noticia de ella.
Estábamos sentadas en el salón, antes de irnos a trabajar, cuando llamaron al timbre.
Llegamos a la puerta a la velocidad de la luz, pero no era Natalia quien esperaba al otro lado.
- Hola Marcos –saludé sin ocultar mi decepción.
- Hola, ¿tenéis noticias?
- No sabemos nada… -contestó Sara mirando al suelo. -¿Y tú?
- Tampoco, pero creo que tengo una idea… -nuestros rostros se iluminaron- ¿Tenéis la dirección de su piso de Sevilla?
- Sí, lo apuntó en una hoja cuando llegó a vivir aquí, no sabemos por qué.
Mientras Sara buscaba la hoja, Marcos y yo permanecimos en la puerta.
- ¿Crees que puede estar allí? –pregunté.
- Cada vez estoy más seguro. No sé, algo me dice que mire allí.
Sara llegó con un trozo de papel amarillo en el que unas palabras de color negro habían sido olvidadas un mes y medio atrás y que ahora recuperábamos.
- Aquí está –le dio la hoja a Marcos.
- Gracias. Espero poder encontrarla allí, porque si no estaremos igual que antes.
- Vamos contigo –dije, y Sara asintió.
- No, quedaros aquí. Si vuelve deberíais estar esperándola. Además, tenéis que trabajar –sonrió.
- Vale, tienes razón. Cuando llegues allí llámanos, esté o no esté.
- Lo haré.
Y se marchó.

*NATALIA*
- Tengo que irme, hay una persona esperándome en Barcelona. Bueno, eso creo…
- ¿Eso crees? ¿Tan mal os va? –me burlé.
- Si he venido aquí es porque ella no estaba, y me aburría yo solo.
- ¿Y dónde estaba tu novia?
- En Madrid, me parece. Lleva un par de días allí.
Al oír el nombre de la ciudad en la que vivía, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sólo deseaba que aquella mujer hubiera estado en la otra punta de la capital… Madrid era demasiado grande para haber coincidido con ella.
- Me marcho ya. Volverás a tener noticias mías, te lo aseguro.
Ni siquiera me molesté en contestarle. Salió y escuché la puerta cerrarse a mi espalda.
Me había controlado en su presencia, pero no podía soportarlo más. La rabia se acumulaba en mi cuerpo y empezó a hacerse notar, asomándose en forma de lágrimas.
Aquella pequeñas perlas de agua salada recorrían mi rostro sin que yo hiciera nada por impedírselo. Me apetecía destrozar todos los muebles que poblaban la casa en la que había vivido mis peores momentos, pero lo único que hice fue darle una patada a la puerta, haciéndome daño, algo que no me importó.
A las cinco y media sonó el timbre. Deseé con todas mis fuerzas que no fuese mi padre, que se hubieran equivocado de piso.
Siguieron llamando y me levanté de la silla en la que me había sentado por el dolor que pronto había acudido a mi pie.
Antes de abrir no observé por la mirilla, por lo que la sorpresa fue mayor…
Nos contemplamos durante un minuto más o menos, sin pronunciar palabra.
Yo debía de tener un aspecto horrible, con los ojos hinchados de llorar, el pelo alborotado, y un pie en el aire, sin apoyarlo en el suelo. Marcos, por el contrario, estaba más que guapo con una gran sonrisa en su rostro y las gafas de sol en la cabeza, apartándole sus cabellos rubios de los ojos, unos ojos que no apartaba de mí.
Antes de que me diese cuenta nos estábamos abrazando y entonces me dio un beso en los labios, que yo le devolví, pero se separó de mí, arrepentido.
- Lo siento, ha sido la emoción… -dijo, comenzando a ponerse más rojo que mis propios ojos.
- No te preocupes, Marcos –me acerqué a él y volví a abrazarle.
- Estaba muy preocupado… -confesó.
Sonreí ampliamente, pero él no lo vio.
- ¿Por qué te viniste así, sin avisar? ¿Por qué tienes el móvil apagado? ¿Por qué tienes los ojos hinchados? ¿Has llorado?
- Cuántas preguntas… -dije, agarrándole de la mano y llevándolo al sofá conmigo.
- ¿Qué te pasa en el pie?
- ¿No deberías dejarme responder antes de seguir preguntándome?
- Tienes razón. Te escucho. –dijo, sin soltar mis manos.

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