TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

domingo, 14 de marzo de 2010

Capítulo 34

*NATALIA*
Marcos esperaba a que empezase a contarle toda la historia, por lo que no lo retrasé más.
- Cuando entré en casa, después de irte tú, me llamó mi padre. Me dijo que iba a venir a verme, para hablar conmigo. Conoces toda la historia, ¿verdad?
Era imposible guardar un secreto viviendo con un par de cotillas. Estaba segura de que se lo habían contado.
- Sí, Aarón nos lo contó, no recuerdo cómo salió el tema.
¿Aarón? ¿Había sido Aarón quien había difundido mi historia? Me costaba creerlo, pero confiaba en Marcos.
- Vale, pues sólo le importaba saber si hice lo que me mandó.
- ¿Y por qué viniste a encontrarte con él? Creí que le odiabas…
- Y le odio, pero si venía y no me encontraba aquí iría a buscarme a Madrid, y si se entera de que ahora vivo allí… No me agrada la idea de que vaya a verme. Prefiero que desconozca mi nueva dirección. Y el móvil se apagó, no tiene batería.
- Comprendo… ¿Y por qué has llorado? ¿Te ha hecho algo ese…?
- No, Marcos, no me ha hecho nada, tranquilo. He llorado, sí, pero por la sensación de angustia y rabia que tenía en mi interior. Necesitaba soltarlo.
- ¿Y qué te pasa en el pie? –formuló la única pregunta que me quedaba por responder.
- Le he pegado una patada a la puerta cuando se ha marchado… -me reí.

*LYDIA*
Verónica me había dicho que no fuera a casa de su hermana. Tras preguntarle las razones por las que no debería ir, me confesó que había desaparecido. Nadie sabía nada de ella desde la noche anterior.
Realmente me alegré y deseé que no regresara nunca, pero aun así le pedí a Verónica su dirección, por si volvía.

*ANABEL*
A las seis de la tarde, como cada día, salí de trabajar. Cogí el primer autobús que pasó por allí y me fui a casa.
Nada más entrar, el silencio me anunció que mi madre no estaba.
No se me ocurría dónde podía haber ido, pero no me alarmé. Sabía cuidarse sola.
Dejé el bolso y la cazadora en el perchero de la entrada y fui al salón. Sobre la mesita de café encontré una nota, en la que reconocí la letra de mi madre.

“Anabel, me marcho.
Sé que te lo podía haber dicho esta mañana, o incluso ayer, pero no recordaba la hora de mi billete de tren y pensé que estaría en casa cuando llegase la hora.
Vuelvo a Barcelona con Juan.
Gracias por acogerme estos días, he sentido que estábamos unidas.
Volveré cuando tú me lo pidas.
Un beso,
Mamá.”

Rompí el papel y lo tiré a la basura. Volvía a estar sola, no tendría que llevar otra vez a mi madre de compras.
Me senté en el sofá y encendí el televisor. Lo único que me apetecía en aquel momento era relajarme y no pensar en nada. Intenté liberar mi mente de preocupaciones, pero no lo conseguí. No paraba de darle vueltas a lo de Marcos. Cada vez estaba más segura de que me estaba poniendo a prueba, lo sabía todo, y yo ya no podía más, necesitaba soltarlo. Se lo iba a contar a Aarón.

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