TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

martes, 6 de abril de 2010

Capítulo 37

*AARÓN*
Una vez más me encontraba lamentándome por mi comportamiento con Natalia. No me había movido de mi sitio junto a la puerta, de nuevo cerrada frente a mí. Me estaba cansando de estar de pie con las muletas, pero no duraría mucho, pronto conseguiría librarme de ellas.
Poco a poco bajé los escalones y volví a la ruidosa calle. Entonces los sonidos característicos de las ciudades se mezclaron con una melodía que conocía muy bien. Aquella canción me había acompañado a lo largo de muchos años, era la que escuchaba para recordar el pasado, más feliz que el presente, no sólo para mí, también los demás eran más felices. ¿O no? En poco tiempo todo había cambiado mucho, pero… ¿había sido para bien o para mal? No lo tenía claro.
La melodía había dejado de sonar, pero pronto volvió a llegar a mis oídos. Fue entonces cuando me di cuenta de que era mi móvil lo que emitía aquel sonido, me llamaba Anabel.
- Hola.
- Hola –me dijo alegremente.
- ¿Qué es lo que quieres?
- Hablar contigo, pero mejor en persona.
- No estoy en Madrid. –contesté secamente.
- ¿Dónde estás?
- En… Cuando llegue a Madrid voy a tu casa y hablamos, ¿vale?
- Vale cariño. Te echo de menos.
Y colgué. Sentí más que nunca que no quería estar con ella.
Cogí un taxi que me llevó a la estación de tren.
Cuando llegué a Madrid eran las ocho y media. Ya caía la noche y todas las farolas estaban encendidas, alumbrando la ciudad y guiando mis pasos. No fui a casa de Anabel, sino a la mía, y no me molesté en llamarla.

*NATALIA*
Llamé a mis amigas con el móvil de Marcos para que dejasen de preocuparse y para que supieran que nos íbamos a quedar en Sevilla algunos días más, aunque no especifiqué la cantidad. Les prometí que cargaría la batería de mi móvil, sin conseguía encontrar el cargador que había dejado allí antes de marcharme, y que llamaría a menudo.
Finalmente fuero dos semanas las que estuvimos en mi ciudad natal. Yo aún tenía ropa en mi antigua habitación, pero para Marcos no había nada, por lo que un día fuimos de compras.
Aquellas dos semanas las empleamos en recorrer la ciudad y en conocernos mejor, pues, a pesar de lo que comenzábamos a sentir estando juntos, éramos prácticamente unos desconocidos el uno para el otro, aunque él conocía gran parte de mi historia.
Descubrí de él que, hasta que cumplió la mayoría de edad, había vivido con sus tíos. No había conocido a su padre y su madre viajaba mucho por su trabajo de azafata, por lo que ellos le habían cuidado siempre. Me contó que los apreciaba mucho, pero que no quería seguir fingiendo que eran una familia, por eso se había marchado a vivir con Jonathan y Eduardo. Le pregunté el porqué de que Aarón no viviese con ellos y me dijo que estaba muy pegado a las faldas de su madre, ya que era ella quien le daba el dinero que tenía y si se marchaba no recibiría nada.
El día que volvimos a Madrid era 22 de diciembre. Marcos me contó que habían pensado celebrar la Navidad en su casa, pues era bastante grande, lo que había quedado claro el día de la fiesta. Él y sus amigos nos invitaron a Ana, a Sara y a mí a pasar aquellas fechas con ellos y aceptamos.

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