*AARÓN*
Tras mi conversación con Anabel, había pensado mucho en ello, teniendo en cuenta su consejo de intentarlo con Natalia.
Una tarde había decidido ir a casa de los que habían sido mis amigos durante años, de los que me había separado y a los que extrañaba. Afortunadamente, cuando llegué estaban los tres en el interior de la vivienda. Creí que Marcos me echaría de allí o que no me escucharía, pero fijó su atención en mí y no pronunció palabra alguna, mirándome incluso con algo de interés. Aproveché aquel momento para disculparme.
Jonathan y Eduardo me perdonaron enseguida, haciendo incluso bromas respecto a mi seriedad y riéndose a mi costa. Marcos, sin embargo, parecía que no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente. Me recordó el puñetazo que había recibido por mi parte y me aseguró que Natalia estaba muy dolida conmigo. Eso fue lo que más me dolió, además de enterarme de que estaban juntos. Supe enseguida que mis pocas posibilidades se habían convertido en nulas, pero en ese momento mi objetivo era otro.
Si me encontraba en aquel lugar era para hablar con ellos y arreglar mis diferencias con el nuevo novio de Natalia.
Dos días después, todo volvía a la normalidad entre nosotros, hasta el punto de que me invitaron a las fiestas con las que pretendían celebrar el fin de año y el nuevo comienzo. A diferencia de en la fiesta que organizaron con motivo de mi salida del hospital, en esta ocasión únicamente me encontré con amigos que sí conocía: los tres anfitriones, Natalia y sus amigas. Además, les había comentado que podían invitar a Anabel, y lo hicieron, a ella y a su novio Fran, a quien realmente no le guardaba rencor.
Mis ojos no parecían querer despegarse de la figura de Natalia, me gustaba verla moverse al ritmo de la música que flotaba en el ambiente. El vestido negro que vestía atrapaba mi atención, encerrándome entre paredes de desesperación y deseo. Ni siquiera detenía mi observación cuando Marcos se acercaba a ella y jugaba con su cuerpo siguiendo su mismo ritmo.
Sabía que ella me miraba también durante extensos periodos de tiempo y eso hacía que las pareces me acosaran aún más, derribando mis defensas y haciéndome sentir impulsos de rozar su piel y de sentirla junto a mí.
Los siguientes días me había torturado en mi casa, recordando aquellas noches de música, baile, alcohol y fogosidad…
Mis noches se habían llenado de sueños en los que la protagonista era Natalia, tentándome a unirme a ella, y las horas de luz hacían que me consumiera entre recuerdos y fantasías que posiblemente nunca se harían realidad.
Ya se habían acabado las vacaciones y las fiestas, enviándonos a todos de vuelta a nuestras respectivas vidas y separándonos en gran parte.
Sabía que Natalia, al igual que yo mismo, no trabajaba, por lo que estaría sola a la mañana siguiente.
La oscuridad había teñido la ciudad, pero mi lucha contra el sueño había concluido con mi victoria, a pesar de que necesitaba descansar al menos un par de horas.
*NATALIA*
Me levanté a las nueve y mis compañeras de piso ya se habían marchado a trabajar.
No tenía nada que hacer, por lo que encendí el televisor. Nada, no había nada, así que lo apagué y me dediqué a pensar.
Había visto a Aarón muy pendiente de mí, y a Anabel con otro chico, que Ana me había dicho que era su novio. Aarón volvía a estar soltero, y parecía que estaba interesado en mí, pues en las fiestas no me había quitado ojo.
Esa información tal vez me hubiera alegrado dos meses atrás, pero no en ese momento, pues yo estaba con Marcos.
Por otra parte… nunca había dejado de pensar en Aarón, no podía engañarme. Sus ojos verdes estaban siempre presentes en mi memoria, incluso en mis sueños, y sus labios… añoraba sus labios. Anhelaba encontrarme entre sus brazos, sintiendo su calor y adivinando sus músculos a través de las camisetas ajustadas que solía llevar. Siempre me había hipnotizado el contorno de su cuerpo…
Un sonido breve pero intenso interrumpió mis fantasías. El timbre.
martes, 4 de mayo de 2010
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