TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

jueves, 4 de marzo de 2010

Capítulo 31

*AARÓN*
Nada. Ni rastro de ella, y su móvil, apagado.
Empezaba a pensar que no la encontraría nunca, que no volvería a ver su rostro.
Bajé del autobús en el que había estado montado la última hora y entré al parque a sentarme en un banco. Necesitaba descansar de las muletas. Mis brazos se cansaban y mi pierna derecha no iba a soportar mucho tiempo más el ser la única que apoyaba en el suelo.
“Dichosa escayola… No hace más que molestar. Si no la tuviera podría ir en coche y avanzaría más…”
No hacía más que lamentarme por haber discutido con Natalia. Si no me hubiera enfadado no me habría ido así del parque y probablemente mi pierna estaría bien.
También me arrepentía de haberme enfadado al día siguiente a la fiesta.
Pronto descarté esos momentos en mi memoria y me dejé llevar por otros recuerdos, más lejanos pero más intensos, por lo que seguían permaneciendo en mi mente.
Mis pensamientos me llevaron hacia una tarde de verano doce años atrás, cuando estaba a punto de cumplir ocho años. Era el primer día de las vacaciones de verano y mis amigos habían quedado en el parque por la tarde y me pidieron que fuera con ellos, pero mi madre no me lo permitía, quería que le ayudara en casa. Creí que ese día no podría salir, pero finalmente lo conseguí y conocí a Natalia. Aquella tarde estuve separado de mis amigos, pero apenas noté su ausencia al estar junto a aquella niña, que con su sonrisa y su mirada inocente llenó mi verano. Pronto se convirtió en una gran amiga de la que cada vez me costaba más separarme, hasta que me di cuenta de que me había enamorado de ella y se lo demostré con un beso para celebrar el comienzo de un nuevo año, y en el que estuvimos juntos y fuimos felices.
El siguiente año fue el que verdaderamente me marcó. En verano cumplí diecisiete y lo celebré junto a ella, pero esas navidades se me quitaron las ganas de celebrar nada, pues no volvió.
Los dos años siguientes permanecían borrosos en mi mente. Siempre me había resultado fácil olvidar lo que me hacía daño, y aquellos dos años habían sido especialmente duros para mí, pues desde que conocí a Natalia no me había separado de ella, aunque intentaba quedar con ella a diferentes horas que con mis amigos…
Mi memoria entonces llegó hasta el día en que vi que había vuelto. Mi cerebro paró en su rostro. Parecía una película a la que le había puesto el “pause”. Aquel día lo pasé mal, y ella también, lo que me dolió más aún, pues le había prometido que nunca le haría daño, y había roto mi promesa. Fue entonces cuando me di verdadera cuenta de que no había dejado de pensar en Natalia, y de que no quería a Anabel.
Dejé de viajar por mis recuerdos cuando sentí la lluvia sobre mí. Recogí enseguida las muletas y fui lo más rápido posible hacia el lugar techado más cercano, a esperar el próximo autobús para volver a casa.
Sólo deseaba el regreso de Natalia, volver a ver sus ojos marrones y su dulce sonrisa, la que hacía tiempo que no veía proyectada en mi dirección.

*MARCOS*
Desde que había vuelto a casa tras hablar con Anabel mi cerebro no había cesado su funcionamiento. ¿Dónde estaba Natalia?
Dos pensamientos eran los que se entremezclaban en mi interior. Por una parte pensaba en Natalia, en su desaparición, en que había podido verla antes de que se esfumara y en la intensidad de mis sentimientos hacia ella. Sentía más que nunca que estaba enamorado de ella y que necesitaba estar con ella, rozar sus labios con los míos…
La otra parte recordaba mi conversación con Anabel, el comienzo de mi plan para ponerla tan nerviosa y hacerla sufrir de tal manera que confesase directamente a Aarón. No podía seguir engañándolo más. ¿Él la quería? Mis dudas aumentaban a cada instante. Probablemente Natalia estaría de nuevo en primera posición en la carrera hacia Aarón, hacia su corazón…
Entonces en mi mente se formó una idea. ¿Podría ser que Natalia hubiera vuelto a Sevilla? ¿De quién sería la llamada que había recibido? Fuese quien fuses la persona que había marcado su número le había llevado hasta la capital andaluza, estaba seguro.
Cogí las llaves y salí a la calle. Mi coche estaba aparcado justo enfrente, como esperándome.
Monté y rápidamente estuve conduciendo hacia mi objetivo. Mi próxima parada era el piso de Natalia, el de Madrid, para preguntar su otra dirección.

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