TUENTI

Queen of Darkness

ALIADOS EN LA OSCURIDAD

martes, 7 de diciembre de 2010

Capítulo 54

*VERÓNICA*

Había discutido durante dos días con mi madre sobre la boda de mi padre. Me negaba a ir pero, antes de que me hubiese dado cuenta, me encontraba en un avión volando hacia Barcelona.

Salimos de Madrid antes de las cuatro de la tarde, y a las cinco y media, más o menos, salía del aeropuerto al lado de mi padre. Montamos en su coche y media hora después llegamos a su casa. Cogió mi maleta, entró con ella, y yo le seguí.

Dentro se encontraba la que supuse sería su futura esposa, quien me sonrió cuando entré en el salón.

- Verónica, querida. –se acercó y me abrazó –Tenía muchas ganas de conocerte.
- Sí, yo también. –mentí medio ahogándome por la fuerza de su abrazo y me separé de ella.
- ¿Qué tal el viaje?
- Bien… Un poco aburrido, pero bien.

Se rió, aunque yo no entendí el chiste. Supuse que sólo quería quedar bien conmigo.

- Bueno, ¿y qué te parece que me case con tu padre? –preguntó todavía con su estúpida sonrisa.
- Haced lo que os dé la gana. –murmuré, para después decir más alto –Muy bien…
- Ven, quiero que conozcas a alguien.

Me agarró del brazo y subimos las escaleras. Recorrimos un largo pasillo y nos detuvimos delante de la penúltima puerta, donde llamó con los nudillos. Intentó abrir pero la puerta no se movió.

- Hija, abre, que te voy a presentar a tu futura hermanastra.
- ¿Tienes una hija? –pregunté –No sabía nada.
- Pues ya lo sabes. Espero que os llevéis bien y seáis amigas, ahora que vais a vivir juntas.

No le di verdadera importancia a sus palabras y no repliqué, pues pensé que se referiría a los siguientes días hasta la boda. Lo único que me gustaba de todo aquello era que no iría a clase durante un tiempo.

Pocos minutos después se oía la llave girar en la cerradura del interior de aquella habitación. La novia de mi padre, cuyo nombre había olvidado, entró a gran velocidad sin ni siquiera soltarme el brazo, por lo que fui arrastrada tras ella.

El dormitorio estaba a oscuras, la persiana sólo estaba abierta una pequeña rendija por la que intentaban pasar los rayos del Sol. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, observé a mi alrededor, buscando a la persona que había abierto la puerta. Lo único que conseguí ver fue un bulto encima de lo que parecía la cama. Entonces sentí que la presión de mi brazo desparecía y poco después se abría la persiana, cegándome momentáneamente.

- ¿Qué haces tú aquí? –oí que preguntaba una voz que creía conocer.

Abrí los ojos y miré de nuevo a la cama.

- ¿Anabel?
- ¿Os conocéis? –preguntó su madre.
- ¿Esta es mi futura hermanastra?
- Sí, Anabel, Verónica es la hija de Juan

Nos miró a una y a otra y se marchó, cerrando la puerta tras salir.

- ¿Mi padre se va a casar con tu madre?
- Eso parece… -contestó sin ánimos.
- Pues llevan cuatro años juntos… ¿Cómo es posible que no enteremos ahora?
- No lo sé. Vamos a ser hermanas…
- También vas a ser hermana de Natalia. –me reí.
- No sé qué es lo que te hace tanta gracia, Verónica. Prefiero mil veces ser hermana de Natalia que tuya…
- ¿Se puede saber qué te pasa? –pregunté alzando la voz.
- A mí no me hables así, y menos en mi propia casa. Demasiadas salidas de tono te he permitido ya.
- Hubieras estado sola si no hubiera sido por mí, te lo recuerdo.
- Pues debería haberme quedado sola antes que ir contigo. Me manipulaste demasiado, pero ya me he cansado.
- ¿A qué viene esto ahora?
- A que me he hartado de tus tonterías y no te voy a consentir nada. Además, voy a volver a vivir aquí, mi madre está de acuerdo.
- Bien por ti, tus amigas se quedan allí, así que estarás sola.
- Ellas no dejarán que las controles, al menos Cris y Ruth, porque lo de Lydia ya no tiene solución… Ha llegado demasiado lejos.
- Lydia es la única que sabe lo que quiere, y tiene claro quién sobra.
- Supongo que esa es tu hermana, ¿no?
- Sí, no debería haber regresado, lo único que ha hecho ha sido ponerlo todo patas arriba.

Fue a contestarme, pero entonces se oyó que me llamaba mi padre y me fui, dejándola con la palabra en la boca. Aquella conversación se había terminado, pero sólo por aquel momento, ya que pasaríamos muchos días juntas.


*NATALIA*

Pasé una semana entera sin salir de mi habitación, llorando sin parar. No podía evitar pensar en Marcos y en que lo había perdido para siempre. Sin embargo, también pensaba en Aarón, lo que hacía que llorase aún más, al recordar que, aunque nos habíamos despedido con un beso, estaba enfadado y decepcionado conmigo.

Marcos había dejado claras sus intenciones, y seguramente no le volvería a ver, pero desconocía qué ocurriría con Aarón.

Tras esa semana decidí salir de casa para respirar un poco de aire fresco. Caminé durante unos minutos y llegué al parque. Me asomé desde la entrada y me pareció ver a un chico y una chica sentados en el banco que tan bien conocía. Estaban abrazados y ella le acariciaba el pelo a él.

Parpadeé un instante y la imagen desapareció. Mi recuerdo se había esfumado. Pasé al interior y me senté. Un rato después escuché unos pasos cerca de mí. Miré y era Aarón, con una ceja tapada y un moratón bajo un ojo. Sin decir nada se sentó junto a mí.

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